NEBIROS
JUAN EDUARDO CIRLOT
9 abril de 1916. BARCELONA. España
11 mayo de 1973. BARCELONA. España
Fue escrita en 1950 y censurada. Se
ha publicado en 2016
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En el conjunto de la habitación le
parecía advertir el signo de algo fundamentalmente insano y perturbador, el
síntoma de una inmensa enfermedad humana…
Ni amistades, ni amor, ni matrimonio.
Menos, mucho menos, tener hijos. ¿Él hubiera colaborado en aquella gigantesca
obra de aniquilación? Nunca. ¿Para qué?... Lo que ha de morir está
esencialmente muerto
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El cónyuge terminaba por ser un doble de su oponente, y así se
producía la trágica situación de algunas parejas que paseaban silenciosamente,
denotando con su falta de atención mutua la lejanía astral que separaba sus
mentes y sus cuerpos.
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Deseaba que aquellos mendigos fueran a
beber con su dinero. Para comida ya les darían otros.
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Era curioso que todos sus pensamientos,
aun los aparentemente más divertidos, le condujeran a la situación de tener que
despreciarse a sí mismo, haciendo exhibición del odio que se profesaba.
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Aparte de ello, siempre que frecuentaba
tabernas, lupanares y sitios semejantes tenía la sensación de que su padre le
perseguía para echarle en cara su conducta.
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La masa se refugiaba en unas relaciones
falsas. Lo social no era simple producto de una clase refinada y acostumbrada a
la hipocresía; esa lacra delo convencional, delo embustero, era patrimonio de
todos los hombres, en todas las clases sociales.
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El mundo entero, en sus parciales
teorías y realizaciones, religiosas, sociales, políticas y económicas, era el
producto combinado de la falsificación colectiva. Incluso los sistemas
metafísicos eran falsos.
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Procuraría no pelearse con nadie, no
ser odiado ni querido. Sobre todo, pondría su mayor empeño en no querer, jamás
se casaría, ni tendría hijos, ni visitaría a sus parientes ni se interesaría
por nadie.
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Se llamaba ladrón al que roba objetos,
pero ¿y los que robaban ilusiones, los que negaban sin derecho la felicidad de
los otros?
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Nada cambiaría en su existencia, que un
día indiferente terminaría sin grandeza y sin utilidad, para regresar a la
sombra palpitante de la que todo gradualmente sale.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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