la insumisión

Hace ya 25 años, que para salir del ambiente asfixiante del hogar, se me ocurrió la pésima idea de irme voluntario a hacer la mili. De todas formas no me hubiera librado, aunque la decisión de adelantar el acontecimiento, la sigo considerando una de las peores ideas de mi vida.
Estos días, en una de las famosas redes sociales, he encontrado varios grupos de personas que se reunen virtualmente, para recordar sus batallitas militares, o para recuperar una camaradería perdida en el tiempo. No ha dejado de llamar mi atención, que casi todos los individuos apuntados a los grupos, recuerdan su paso por el ejercito como una de las mejores épocas de su vida, y en un ejercicio pacificador de sus cerebros, todos los malos recuerdos de aquella época, que debieron tenerlos y muchos, han desaparecido.
Esto me ha hecho reflexionar: Si personas que van camino de cumplir los cincuenta años, reconocen la mili, como la mejor experiencia de sus vidas, estas deben estar muy vacías, y por otro lado, asusta la necesidad de sentirse esclavos que estas personas reclaman. Porque, o no recuerdo mal, o tras los muros de un acuartelamiento, la intención era cualquiera, menos hacerte sentir que estabas viviendo unas idílicas vacaciones.
Un lugar donde nada más atravesar sus puertas eras tratado a gritos, uniformado de los pies a la cabeza, donde todo el mundo te despreciaba, te humillaba, y se intentaba aprovechar de ti, hasta que pasado el tiempo, tú, fueras capaz de hacer lo mismo a otros desgraciados recién llegados.

Donde cualquier atisbo de sensibilidad te convertía inmediatamente en maricón, y donde se premiaba el embrutecimiento más soez. Donde un sadismo descarnado se mostraba sin escrúpulos ninguno, siguiendo una cadena de mando de arriba hacia abajo. Donde tu propia vida podía llegar a estar en peligro, si no te atenías a las directrices de sumisión en las que eras adoctrinado continuamente.
En este ambiente, lógicamente, si que se creaba una camaradería entre la tropa, es bien sabido, que el ser humano, es en el sufrimiento cuando busca el apoyo de la tribu. Pero este aspecto también era engañoso, ¿Pues acaso no se fomentaba en las compañías una competencia feroz para ser los mejores, los más duros, y los más patriotas? Odiando entonces a los miembros de otros acuartelamientos o cuerpos de un mismo ejercito.

Va a resultar que estos aguerridos mandos militares, que pasaban el día en sus teatrillos, con su liturgia castrense, y sus medallitas, si que sabían hacer su trabajo, si tantos años después aquel ejercito de cretinos suspira sin vergüenza ninguna por volver a vivir la mejor época de sus vidas.

Sin embargo, los verdaderos héroes de aquellos años, no eran aquellos que: “estaban dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre” Sino aquellos otros olvidados que supieron enfrentarse a aquella infamia. Me refiero a los insumisos, chavales que a sabiendas de que serían encarcelados, como así ocurrió, se negaron a participar de aquella pantomima fascista. Y por ello, fueron castigados duramente, con la privación de su libertad, con una prensa que los presentaba como enemigos, como desarrapados, como antisociales… Siempre hemos adolecidos en este país de un problema inmenso de amnesia. Aquellos chavales sabían perfectamente lo que hacían, arriesgaban su libertad, por unas ideas basadas en el pacifismo y en el entendimiento entre los pueblos. Mientras otros jugábamos a los soldaditos y tragábamos con todas aquellas humillaciones, ellos dijeron “No” y lo pagaron caro.
El gobierno socialista, ese tan democrático, no dudo en encerrar a inocentes, en joderles la vida, solo por que se atrevieron a toserle.

¿Quién se acuerda hoy día de aquellas personas? Jóvenes que sin haber cometido delito alguno fueron tratados como delincuentes, como criminales. Que este artículo sirva para recordarlos, para mostrarles mi admiración, para darles las gracias por mostrarme un camino diferente, un camino por el que una vez cogí, y al que ya nunca abandoné, el camino de la desobediencia, el de la duda, el de la pregunta, el de la replica. Frente a aquella otra senda que desembocaba directamente en la sumisión para más tarde arrastrarte a la esclavitud.

El reverendo Yorick.
Si amoldas tu esfínter al paso de rosca del Sistema Imperante, verás que todo es ... más sencillo.

"La suerte de la fea la guapa la desea". Tróquese por: "La muerte de la guapa la fea la desea".

Ante la estupidez: inmisericordia.

¿Cloacas del Estado? Estado, todo, es una cloaca.

Lo siento... con la estupidez no contemporizo.

Y harán lo que tengan que hacer para hacer lo que todos hacen.

La vida es una broma de mal gusto.

A quien le queda un minuto de vida, tiene toda la vida por delante.

Celebraba los cumpleaños de sus tres hijos... nonatos.

Tan injusta es la Justicia que mueve a justiciera justa que devuelva la justedad de la que se desajusta.

Viejos y viejas soberbios que con 90 -y más- años se acercan a la iglesia a pedir un préstamo de vida a largo plazo.

Todo nacimiento es aciago.

Quizás, la soledad más extrema se sienta a partir del momento en que sabes que la vida no tiene ningún sentido.

Sólo me arrodillaría -con devoción- ante la Virgen de las Hermosísimas Nalgas.

Lo trágico no es que el hombre sea un lobo para el hombre sino que se convierta en un cordero ante el hombre.

EL BOBO DE KORIA

¡Dadme para el castillo!



Los movimientos del 15 M, han hecho que algunos ideólogos que llevaban años en sus catacumbas, agarrasen el megáfono y se lanzaran a la calle, justo en la que se encontraba una cámara de televisión.
Uno de esos casos, el que me ha llamado la atención, es el de Agustín García Calvo, otrora agitador de las conciencias desde su púlpito radiofónico, y desde la mismísima universidad. Vaya por delante antes de seguir, que mi admiración por este hombre alcanzó cotas casi de idolatración, en la candidez de aquella mi juventud, y que como es de esperar, en todos los ídolos de barro, a nada que observemos un poco su comportamiento, les veremos tambalearse y caer. Aun así, su obra impresa sigue siendo de lo mejor que se ha escrito en este aciago país, y muchos de sus textos, en mi caso, llenaron vacíos espirituales e ideológicos y cuyo poso todavía permanece. Pero como lo que nos interesa aquí en este caso, es lo humano, que no lo divino, me gustaría contar, a que se debió que mi respeto por este hombre pasara a través de una gran decepción a la total indiferencia.

Hay personas, que una vez que son reconocidas socialmente en un determinado papel, se perpetúan en este, incluso a costa de perder la propia dignidad, y con ella toda la credibilidad que pudieran tener. Y no hace falta ser un personaje público, para caer tan bajo, basta observar un poco, empezando por nosotros mismos, y veríamos que el que más o el que menos, tiene su buena dosis de megalomanía galopante.

Agustín García Calvo, al igual que Tierno Galván, eran profesores de Universidad, que apoyaron las huelgas de estudiantes durante el franquismo, lo que produjo su detención, esta fama de luchadores por la libertad, hizo que durante la transición fueran personajes públicos y reconocidos (del segundo ya hemos hablado aquí antes)
El primero se convirtió en algo parecido a un administrador público de las ideas libertarias a través de sus enseñanzas, y sobre todo de las tertulias y de su famoso programa de radio: LA BARRACA. Este programa se convirtió en una isla donde el pensamiento crítico, la inteligencia y la libertad, campaban a sus anchas. Cualquiera que perdiera el sueño por esas tres directrices oía su programa. Así durante años, mientras las ilusiones de libertad que se crearon durante el nacimiento de la democracia, fueron cayendo en el saco de la decepción. La emisión radiofónica de LA BARRACA, se convertía en el punto de fuga donde confluían todas las ilusiones de los que siempre quisieron más, algo más que la burda mentira propagandística en la que se convirtió la transición.
Todo iba bien, hasta que al protagonista de esta historia se le ocurrió, vaya usted a saber porqué, comprarse un castillo. ¿El mosquito de la avaricia? ¿Una promesa de título nobiliario? La cuestión es que la compra del inmueble se le fue de las manos, y al buen señor, no se le ocurre otra cosa, que pensar en los miles de oyentes de su programa que le seguían ensimismado, y estimando, que el esfuerzo intelectual y el desgaste que este pudiera provocarle en su persona no estaba ni mucho menos pagado con la nómina radiofónica se dirigió, ni corto ni perezoso a sus oyentes pidiendo una especie de impuesto revolucionario…-Con lo que habéis disfrutado de mí- en sus propias palabras.
Muchos no dábamos crédito, otros se lo tomaron a broma y la anécdota todavía es recordada de vez en cuando en nostálgicas conversaciones.
Su compañera, también profesora de universidad, Isabel Escudero le sigue nombrando en sus clases, y en sus escritos, en su fidelidad, arrastra un fardo inerte marcado por la falta de credibilidad, solo leyendo sus textos, y sus libros se recupera un pensamiento al que su autor no supo ser fiel, estos le sobrevivirán a un lado de la línea que separan al genio del payaso.

Agustín García Calvo, era amigo de Chicho Sánchez Ferlosio, este si que vivió y murió honestamente fiel a lo que siempre creyó, ya se ve que no le sirvió de ejemplo. Ahora, el profesor vuelve a la palestra, de mano de un movimiento popular, esperemos que estas generaciones no se dejen engañar, que hayan aprendido, que no siempre hay que seguir al que porta el megáfono, y que escuchen su propio corazón, y se mantengan unidos, solo así, se consigue hacer fuerza.
En un mundo donde el cadáver de las ideas yace corrompido en cualquier lugar, donde los valores humanos se venden y se compran a diario, donde la dignidad no es mas que otra palabra prostituida, estamos solos.

El reverendo Yorick.