Los proletariemas III: la oficina de empleo.

Envueltos
en la claridad brumosa de la mañana
personas anónimas hacen cola
el olor inconfundible de la resignación
del miedo a la negativa
de la incertidumbre burocrática
se hace cuerpo

los minutos pasan y otros llegan
saludos tímidos o silencios estruendosos
disfrazan los individualismos de cotidianidad
las pocas conversaciones se buscan
en un púlpito inútil donde cada cual hace oficio
una lluvia de cenizas muertas
baña los amaneceres baldios

obreros mendicantes suplican la ingratitud de una herramienta
que convierta su sino en destino
razas perdidas que estigmatizan su propio olvido
anclándose en sueños que no les corresponden

rotos acuden a lamentar sus desgracias
hipnotizados ante una puerta
donde un collar de pinchos les espera
para engrandecer los muros invisibles
de las cárceles ciudades

Botas de cuero

Esperaba una invitación de la noche para perderme en ella, no se hizo de rogar, allí estaba. Como siempre todo empezó con unas cervezas, muchas cervezas, intercaladas con algún güisqui, una nube empezaba a formarse a mi alrededor, me encontraba de puta madre. El décimo bar donde fui a parar estaba bien, me gustaba, una banda se dejaba deslizar por mis recuerdos tocando rock’n’roll, podía notar de verdad, como me ardía la sangre. Solo faltaba una cosa: buena compañía, esto último estaba al alcance de mi mano, un grupo de chicas bailaba a mi alrededor y entre todas, una morenaza de vértigo clavaba sin miedo su mirada lasciva sobre mi. No tuvo que esperar mucho tiempo, me acerque, y comencé a bailar con ella, intuí que ella lo estaba esperando, la sonrisa de complicidad que me dedicó así lo decía. Bailamos mucho rato, agarrados, sueltos, sin ningún pudor, arrimábamos nuestros cuerpos al son de la música, de vez en cuando acercaba mis labios a su oreja para decirle algo, y podía notar como se erizaba el fino vello de su cuello…

Poco a poco la noche fue avanzando, la banda terminó de tocar, y el bar se fue vaciando de gente, Raquel, la morena imponente que se sentaba en el taburete frente a mi, y con la que llevaba bailando toda la noche, me propuso tomar otra copa en un sitio más tranquilo, en su barrio. –Esto pintaba bien- pensaba yo, mientras apuraba la copa. Ahora venía mi golpe de efecto. Mi Sanglas 400 irradiaba brillos de sus cromados a todas partes, ella no tenía coche, y yo siempre llevaba dos cascos. Como imaginaba, se quedo de piedra cuando le apunté a la motocicleta preguntándole si le daba miedo. –No corras- me dijo con un brillo en los ojos. Para mis adentros yo sonreía, ¿correr? Esta máquina no se hizo para correr, ni maldita la falta que le hacía tenía 38 años, conmigo llevaba diecinueve y me cortaría un brazo antes que deshacerme de ella. Me arrime a la moto, saque la estribera del pedal de arranque hacia fuera, cebe el carburador, mientras el olor dulzón de la gasolina me subía a la nariz. Como siempre, a la primera “patada” arrancó, su sonido característico de un solo cilindro al ralentí, rompía el silencio de la noche. Montamos en la moto, con un suave y perezoso petardeo enfile hacia la Castellana. Era una bonita noche, y no había mucho tráfico, disfrutamos del paseo, nos despejó la cabeza y yo, estaba en la gloria. La chica me abrazaba por la cintura y la Sanglas cantaba su canción para los dos.
Llegamos a su barrio, Prosperidad, después de remontar la calle de Alcalá en su totalidad, el bar era tranquilo, nada que ver con el sitio del que veníamos, algunas parejas ocupaban otras mesas, estaba bien. Y además debajo de la casa de Raquel. ¿Quién desearía que amaneciera? -Se podría acabar el mundo ahora mismo y no me importaría- Pensaba, mientras veía a mi acompañante dirigirse al baño, seguida de todas las miradas del bar, algunas de ellas, acabaron sobre mi, con una interrogación, yo no podía evitar, que una fina sonrisa asomara en mi rostro.
Después de un par de copas, la chica me propuso subir a su casa, yo la miraba a los ojos fijamente sin decir una palabra, el calor del beso que nos acabábamos de dar aun flameaba mis labios, en ese instante un timbre ensordecedor empezó a vibrar por todas partes, me sentía mareado, mi vista se enturbiaba, Raquel me miraba, como si no la afectara el ruido demencial, su imagen se fue diluyendo se perdía en una bruma…,

Abrí los ojos en busca del puto despertador, que cayó al suelo antes de que lograra apagarlo. ¡Joder! ¡Como me dolía la cabeza! Anoche me pase tres pueblos, con las birras, el cuarto olía a cerrado y a tabaco. Empuje la puerta del balcón y me asome al mundo, estaba en mi casa, jirones del sueño que había tenido me venían a la cabeza no pude evitar reírme de mi mismo, encima de la mesa desordenado se encontraba el guión que andaba escribiendo:’Botas de cuero’ El último folio escrito, describía el encuentro entre los protagonistas, un rockero cuarentón, y una morena despampanante, llamada Raquel… Lo mejor sería ir a comer a casa de mis padre, y que me diera un poco el aire, y por supuesto, no contar lo del sueño a nadie, porque al final acabarían encerrándome por loco, ¡porca miseria!

Y encima hace meses que no me como un colín.


Yorick.


"RAÍCES Y PUNTAS" el champú de los nacionalistas.

La moda primavera-otoño también debería cambiar el color de las banderas.

Se le estropeó la brújula y rezaba con el culo a la Meca.

Veo "TÓMBOLA" y me avergüenzo de ser valenciano.

Señora; aproveche la oferta: EL CORDERO DE DIOS le sale a 3,50 euros el kilo.

Aceras más anchas para aparcar en batería.

Un gigantesco condón que envolviese por completo la Ciudad del vaticano para que dejáramos de oír de una jodida vez sus ominosos REBUZNOS.

DE MUJER A MUJER
Mari, ¿te acuerdas de esa chica vasca, tan mona que le decían LA TIGRESA? ¡Qué cuerpazo, oye, y sin hacer la dieta de la arcachofa!

Se suele decir "te quiero" con demasiada ligereza.

El simulacro de democracia tiene mucho que ver con el SILENCIO DE LOS BORREGOS.

Sin ánimo de que hagas un esfuerzo sobrehumano, ¿Has pensado alguna vez porqué son tan tarugos todos los presidentes de los clubes de fúrbol?

No te fíes de esos radicales que se esfuerzan por que dejes de ser gilipollas. Tú tienes tus derechos. ¡Resístete!

En cuanto a bandidos de Estado, Valencia tiene una buena cantera.

Un dios que prohíbe comer jamón, no puede ser buena gente.

Democracia: GOBIERNO DEL PUEBLO ¡jua, jua, jua!

EL BOBO DE KORIA


CARNE CRUDA

Hace casi dos años, que por casualidad, descrubrí un programa de radio. Su horario coincidia con el mio de comer, y nos hacía incompatibles. Pero aquel día, yo había ido a trabajar a un pueblo más lejano de lo normal. Como estaba en plena sierra, en vez de parar a comer en algún restaurante, decidi, hacerlo en el campo. Después de comer, y de darme un paseo, me senté en el suelo junto al coche, y puse la radio. Y allí estaba aquel programa: Carne Cruda, en Radio 3 de Radio Nacional.
Su frescura, dinamismo y contenidos, me atraparon de inmediato. Desde entonces, intenté oirlo siempre que pudiera. Las atrevidas críticas de su presentador Javier Gallego, se me presentaban como un oasis en medio del desierto informativo en el que vivimos. Desde el programa, se dio tribuna a personas que de otro modo no hubieran podido contar la verdad, verdad, que el resto de medios manipula en su beneficio.
Por allí pasaron escritores, dibujantes, actores, miembros de organizaciones, testigos directos en sucesos terribles. Todos ellos, personas habituales de las caras B de los discos de la vida.
Siempre que oía el programa, tenía la terrible sensación de que iba a acabar pronto. De que tarde o temprano, la terrible censura pasaría su cuchilla a la altura del cuello de un puñado de irresponsables valientes.
Y así fue. Ayer leí en el periodico que el nuevo director de Radio 3 , el anodino y lineal Tomás Fernando Flores, había decidido suspender el programa, aludiendo el alto presupuesto de este. javier Gallego se defendió en su blog, presentando su nómina y la de sus colaboradores, algunos de los cuales cobraban un precio simbólico por hacer radio de verdad. El flamante, aséptico y demócrata nuevo director de la emisora volvió al ataque, aludiendo a los contenidos del programa, objetando que estos eran sensacionalistas, e impropios de una radio pública. No cuesta mucho imaginar "la radio pública" soñada por el señor Flores: Un bálsamo de entretenimiento donde no haya el menor asomo de crítica, y mucho menos hacía la mano que le da de comer. Durante los años que llevo oyendo esta emisora, siempre eché en falta más implicación en la vida pública, algo de discurso comprometido con una sociedad engañada y vilipendiada. Por el contrario, la nómina de dinosaurios de la emisora, todos ellos cortados por el mismo patrón, resulta flagrante, edulcorada, y en algunos casos vomitiva. Aunque viendo el panorama ideológico del país, no es de extrañar. Un estado donde se compra a los pensadores, filósofos y escritores para ponerlos a sueldo y mantener con sus excrecciones mentales sujeta a una mansa que se aleja del pensamiento tanto como la nieve del desierto. Y luego tienen el descaro de hablar de la muerte de los ideales.
Dice también el señor Flores, que el programa era más propio de emitirse en una radio pirata. Desde luego es una buena pista, viendo cual es la alternativa institucional. Está claro que cualquiera que tenga inquietudes, tendrá que hacer girar el dial, en busca de esos lugares fronterizos, donde las ideas y la verdad, si que tienen cabida. Por mi parte dire, que no volveré a escuchar Radio 3, pues no quiero formar parte de esa legión de cómplices, empezando por los propios compañeros de Javier y de su equipo, que lo que buscan, es un mundo sin emoción, fabricado con mentiras. ¡A la mierda! con los gurús de la radio, que si fueran más inteligentes, observarían, que hasta el poderoso diario "El País" contaba en sus filas con un agitador y crítico inteligente como Eduardo Haro Tecglen, que levantaba su pluma inmisericorde contra toda injusticia, ya fuera social, política o informativa.
Así que Javier Gallego, Gracias. Por traer aire fresco a la radio, por entrevistar a Jesús Lizano, por contar la verdad de los incendios de Valencia, por convertirte en perseguidor implacable del presidente del gobierno y su gabinete de inútiles. Por desvelar mentiras económicas y de la banca sin pelos en la lengua. Espero que encuentre su sitio, aunque sea fuera de ese ente viscoso que se denomína a sí mismo: "Radiotelevisión Pública"

Superhéroes de barrio IV


A veces tardan años en aparecer, a veces no nos enteramos porque nuestros informantes, bajo su pésimo criterio y la censura que ejercen, no nos hablan de ellos. Pero están ahí, son los “Superhéroes de barrio” personas anónimas que realizando cualquier acto aparentemente inocente, pueden hacer tambalearse los pilares de la civilización, o como poco de los estultos cimientos que la sujetan.

Esta es nuestra cuarta entrega de estos sujetos irresponsables de sus actos y víctimas de ellos mismos. Que bajo, no se sabe que tipo de inspiración realizan actos que convierten la cotidianidad en verdadera filosofía de pueblo. En simplezas apabullantes que derrotan dogmas y desmoronan estamentos, que se desploman por su propio peso. Si no, juzguen ustedes mismos la historia literalmente licenciosa del cristo llamado: El mono aullador:



La señora Manolita no se lo pensó dos veces. Llevaba años oyendo al cura quejarse de que la pintura del Cristo “Ecce Homo” de la iglesia, se estaba cayendo a trozos, De que no había dinero para contratar una restauración del cuadro. Y en fin, de que Dios proveería.

Ella, también llevaba años dándole vueltas al asunto. En su juventud, cuando vivía con su hermana en la ciudad, asistía a un taller de pintura en su barrio, allí, aprendió a pintar al óleo, a mezclar colores y aceites, y a pintar bodegones, y jarrones repletos de flores. En opinión de su profesor ¡Insuperables! Durante varios años se dedicó a pintar, bodegones, paisajes, y jarrones floridos salieron de sus pinceles. Cada vez que se acordaba de un familiar o de un amigo, les pintaba un cuadro.

Sus familiares y amigos, en realidad, tenían verdadero pavor a las visitas de su pariente solterona, y sobre todo, a sus horripilantes pinturas, que había que colgar corriendo antes de cada una de sus frecuentes visitas. Por supuesto, nadie le dijo nunca que dejara la pintura y se dedicara a otra cosa. La señora en realidad, carecía de sentido del gusto pictórico, de la armonía, del equilibrio, por no hablar ya sobre sus capacidades técnicas, digamos: perspectiva, volúmenes, etc.

Esos falsos halagos, en realidad, no hicieron más que alimentar un ego, que en las horas solitarias de la pobre Manolita, crecía hasta henchirle el pecho. Luego, por circunstancias de la vida, Manolita volvió a su pueblo, y dejo de pintar, aunque conservaba todas sus pinturas y su caballete, y en algún lugar de su corazón, el deseo de volver a pintar.

Los lastimeros discursos del cura la animaron a hablar con él. Doña Manolita era muy devota, y conocía al cura desde hacía años. Este, también había oído hablar del arte pictórico de su feligresa, principalmente por boca de ella misma, aunque nunca había visto ninguno de sus cuadros. Seguramente, de haberlo hecho, no se le hubiera ocurrido la majadería de poner la pintura del Cristo en manos de su devota feligresa. Sin embargo, aunque tenía sus recelos, la tentación de ahorrarse unos duros de la parroquia, que podría invertir en mejoras en su casa, se le hacía arrebatadora. Así, que consintió en que la señora Manolita, se pusiese manos a la obra con el delicado trabajo de devolver al cuadro toda la grandeza y pasión del Cristo representado.

La señora Manolita no cabía en sí de gozo, cuando el cura le comunicó que después de pensarlo mucho, un pálpito divino en la iglesia, le hizo ver que debía dejar la restauración de la pintura en sus manos. Le preguntó que cuanto tardaría, y de que materiales tendría que abastecerse. Ella lo tranquilizó, diciéndole que no necesitaba nada, y que por el tiempo no se preocupase, que el trabajo a realizar no era para tanto. Lo que sí que le pidió, era soledad, para poder realizar el trabajo, estaba segura de que el silencio del templo la ayudaría con su piadosa labor. El cura no puso ninguna objeción, de hecho, aprovecharía el día para bajar a la ciudad, y desconectar un poco del pueblo, vamos, lo que con todas sus letras se conoce como “correrse una juerga”

Doña Manolita fue temprano a la iglesia, cargada con sus bártulos de pintura. El cura le había proporcionado una llave de la parroquia. Una vez dentro, se sintió abrumada por el silencio del templo. Allí estaba la pintura, en la pared, a la altura de la cara de un hombre. Llena de desconchones, se intuía la cara del Cristo, que miraba hacia arriba con la boca ligeramente abierta, y una expresión de resignación en sus ojos. La mujer se santiguó, abrió su maletín y se puso manos a la obra. Sería difícil dilucidar cuál había sido el método empleado, por la supuesta pintora, si metió colores a saco, intentando cubrir directamente los desconchones, si aplicó disolventes, aceites, o sencillamente, las pinturas de su maletín nada tenían que ver con las del fresco. El caso es, que a cada pincelada que daba, el cuadro empeoraba más, hasta el punto de que ya solo se reconocía el contorno original. El resto, como explicarlo, era otra cosa.

El Cristo había perdido su perfecta mandíbula, en su lugar una papada tremenda juntaba cara con cuello. Su boca entreabierta que hubiera hecho las delicias de los poetas místicos se había convertido en un agujero redondo remarcado por unos gruesos labios. Sus ojos suplicantes y resignados que buscaban con la mirada a su padre, se habían juntado bajo un entrecejo piloso con la mirada perdida. En definitiva. Lo que antes era una pintura religiosa correcta y piadosa, se había transformado en la viva imagen de un mono aullador de Sumatra. Dudo mucho de que doña Manolita hubiera estado nunca en Sumatra.


Cuando el cura acudió a la iglesia al día siguiente con la pintora, no daba crédito a lo que vio.

Acuciado por una fuerte resaca, estuvo a punto de desmayarse. Luego se puso rojo de ira, y después comenzó a blasfemar. doña Manolita, compungida no sabía dónde meterse, ni cómo explicar el estropicio.

Por la tarde todo el pueblo lo sabía. De hecho, el cura no recordaba tanta afluencia de gente a la iglesia desde la boda de una parroquiana que se caso con un futbolista. En el pueblo no se hablaba de otra cosa. Doña Manolita tenía sus defensores, pero básicamente, casi todos eran detractores. Hasta que alguien difundió la noticia en un periódico local, y de ahí saltó a la televisión. En unos días, la obra de restauración de doña Manolita estaba en todas las cadenas. El pueblo se lleno de periodistas y de curiosos. Todos querían entrevistar a la pintora, que no sabía dónde meterse. Los negocios de hostelería del pueblo comenzaron a doblar y a triplicar sus cajas, y como el dinero es el verdadero Dios del asunto, todo el mundo comenzó a cambiar de opinión con respecto al cuadro. Muchos ya pensaban en convertir el pueblo en un centro de peregrinación, como lo fuera el pueblo de Velmez, con sus famosas caras, o el bar del barrio de San Marcelino en Valencia, donde apareció una cara de Cristo en un jamón (que al final acabó devorado por sus fieles seguidores)

Habría que preguntarse qué opinión tenía el obispo sobre todo el asunto. Por una parte, el cuadro, el “hazmerreir” de toda la cristiandad, y por otra la iglesia y sus cepillos llenos a reventar. ¿Será verdad que los caminos del señor son inescrutables?

Y la pobre doña Manolita, una vez superado el trance de la vergüenza, comenzó a recibir ofertas de otros pueblos para que restaurara sus pinturas. Hay quién dice que hasta el museo del prado, en estos tiempos de vacas flacas estaría planteándose contratarla. ¿A lo mejor resulta que donde todo el mundo ha querido ver el chiste, hay un verdadero milagro? Quién sabe, lo que sí está claro es que si las pinturas sintieran y yo fuera la Gioconda, ya me habría puesto a temblar.  

 el bandido Fendetestas.