JOSÉ MARÍA NUNES


José María Nunes. El mago del séptimo sentido[i]

José María Nunes, un portugués universal, nacionalizado barcelonés, es también un cineasta muy poco corriente, porque ése fue su empeño desde siempre, quizá porque desde muy joven conectó profundamente con la inteligencia.

Nace en Faro el 2 de febrero de 1930 y contando apenas 12 años se traslada con su familia a Sevilla donde se reunieron con el padre que se había desplazado hasta la capital hispalense —por motivos completamente ajenos a lo económico— para buscar un lugar donde instalarse. Cuatro años más tarde, en busca de una situación mejor, la familia decide trasladarse a Barcelona donde se afincará definitivamente. Los comienzos no iban a ser fáciles para la familia, ni para el joven José María, en una ciudad «sumida en lo grisáceo del estraperlo, de la cartilla de racionamiento, de la pobreza y el aislamiento»[ii], pero al mismo tiempo una ciudad en la que muchos revolucionarios continuaban luchando desesperadamente contra la dictadura, algunos de ellos con las armas en la mano. También José María había ya decidido luchar contra la Dictadura, contra todas las Dictaduras, pero en su caso con el arma de la crítica, utilizando para ello la herramienta que ya desde niño le apasionara: el cine, su séptimo sentido.
Como muchos de los emigrantes que en aquellos oscuros años cuarenta llegaban a la ciudad condal en busca de un futuro esperanzador, su primera residencia fue una de las numerosas barracas que ocupaban las faldas de la montaña de Montjuïc, esa inmensa roca que domina la ciudad y la vigila constantemente y que en algunos momentos críticos había arrojado fuego y plomo sobre sus enardecidos habitantes a fin de aplacar sus impulsos revolucionarios.
La pasión de José María Nunes por el cine pronto se desbordó impetuosamente y estando aún en Sevilla escribió su primer guión, utilizando para ello la guía de un manual que Enrique Gómez había editado en 1944[iii]. No tardaría en entablar relación con su autor una vez ya establecido en Barcelona, aunque antes de entrar en la industria del cine por la puerta trasera, José María desempeñaría multitud de oficios, entre ellos el de administrativo en una obra donde su padre ejercía de guarda. La casualidad quiso que el autor del manual que le había servido de inspiración estuviera a punto de iniciar el rodaje de una película y a él se presentó para desempeñar el cargo de meritorio, pero acabó haciendo de casi todo y como era su costumbre llevándolo a término lo mejor posible, llegando incluso —lo cual no deja de sorprender, como afirma Minguet— a dirigir una secuencia de la película, porque el director se encontró momentáneamente indispuesto. A partir de este momento ya no abandonaría nunca el cine al cual dedicó la mayor parte de su obra creativa.
Ignasi F. Iquino había logrado mantener en Barcelona, tras la victoria franquista en 1939, que supuso el desmantelamiento casi total de la industria anterior al golpe fascista, una precaria industria de cine, en la que Nunes colaboró intensamente, y que le permitió adquirir unos conocimientos técnicos que le iban a ser muy útiles en su trayectoria profesional posterior.
Iquino ha sido, y continúa siéndolo, denostado por algunos sectores, pero no cabe duda que sin su concurso el cine en Cataluña hubiera tardado mucho más tiempo en levantar cabeza. En una entrevista que el periódico de Barcelona La Vanguardia le hizo a José María el 21 de junio de 1994, éste dijo de Iquino: «Era un gran amante del cine, alguien que le había dado toda su vida».[iv]

En los inicios de la década de los cincuenta, en un atardecer cualquiera, de pie junto a su barraca, en esa calle donde un poco más abajo, seguramente, un niño que más tarde sería un famoso cantautor catalán, Joan Manuel Serrat, probablemente jugaba al balón con sus amigos o buscaba algún trozo de leña para quemarla en las hogueras de Sant Joan, y teniendo a Barcelona a sus pies, sentenció: Barcelona, he de conseguir conquistarte... y lo logró.[v]
Lo que probablemente no sabía Nunes en ese momento es que antes de conseguir conquistar Barcelona debía salvar tres grandes obstáculos que nada tenían que ver con los que imaginara Don Quijote, sino que en su caso iban a manifestarse muy reales. Por un lado, la dictadura franquista a la que combatió con el arma de la crítica mediante su pasión creadora: el cine; por otro, la incomprensión, casi total, de la industria y de los medios cinematográficos y por último, pero no por ello menos importante, el dogmatismo de la oposición franquista, que no supo, salvo honrosas excepciones, valorar su cine y su crítica, quizá por ello, porque era demasiado crítica. Tras la aparente extinción de la Dictadura, los obstáculos con los que se iba a encontrar serían más sutiles, pero no por ello menos gravosos para su cine.

Cuando Nunes decidió tomar las riendas en sus manos y rodar su primera película, poseía ya todas las artes y la técnica necesarias para lograr un producto, si no perfecto, al menos impecable. Y así nació, en 1957, Mañana... La acogida de la crítica no pudo ser más favorable, siendo el primero en comentar la película el conocido crítico cinematográfico Sebastià Gasch, en la revista Destino de Barcelona; su reseña de la misma es de una lucidez sorprendente, si tenemos en cuenta la época oscura que el país atravesaba:

Se dice en todas las historias del cine que las imágenes móviles se paseaban en un reportaje bastante sórdido hasta que llegó el mago Meliés y abrió las puertas de la poesía, enarboló la imaginación y multiplicó por mil los medios de expresión de un descubrimiento que, anteayer, no era sino técnica.
Después han llegado otros magos. José María es uno de ellos. «Mañana...», película que Nunes ha escrito y dirigido, es una obra distinta de cuantas han sido rodadas en España hasta la fecha, Susceptible, por tanto, de despertar el interés de los aficionados al cine que desean internarse en caminos jamás trillados. «Mañana...», en efecto, es la obra de un realizador que sigue su camino, sin importarle un bledo los que siguen los demás. El suyo es el que conduce directamente a la poesía.[vi]

Sin embargo no se puede decir lo mismo de la acogida del público. En palabras de su biógrafo: «estrenada en París, los espectadores hubieran tenido una base previa para comprender las intenciones de la película; estrenada en Madrid o en Barcelona, los espectadores no podían captar sus objetivos últimos».[vii]
En efecto, como Nunes repetiría más tarde una y otra vez, lo que él quería era conectar con alguien a través de su obra y en este caso fue el crítico Salvador Gasch quien descubrió de manera sorprendente que el cine de Nunes era esencialmente poesía en imágenes y este aspecto de su obra se iría concretando a medida que su cine se hiciera más preciso, más... poético. Otros críticos posteriores coincidirían también en valorar muy positivamente esta opera prima del genial director.
A partir de este momento —salvo un par de realizaciones por encargo, en las que, no obstante, también imprimió su sello personal— José María Nunes se mantendría fiel a sí mismo y a su obra hasta el final de sus días. Seguramente hubo otros que también lo hicieron, pero tengo la impresión que no con tanta convicción y constancia.

En la segunda mitad de los años sesenta se genera en Barcelona un movimiento cinematográfico que posteriormente sería conocido como la Escuela de Barcelona[viii]. Este movimiento fue impulsado por gente proveniente de la burguesía catalana en su mayor parte y pretendía, entre otras cosas, romper con los cánones convencionales del lenguaje cinematográfico que hasta entonces venía siendo utilizado. Un cine rupturista en esencia y en el cual Nunes, como precursor de este movimiento, no podía dejar de formar parte del mismo, aunque él siempre se consideró una especie de pariente pobre del grupo.
En su siguiente proyecto, en el año 1966, Nunes tendría ocasión de comprobar en persona lo que significaba la censura franquista. Al presentar el proyecto de lo que consideraba su mejor guión, Nochera, película que debía interpretar Nuria Espert, a la cual siempre consideró una excelente actriz, la censura la rechazó de plano. Abrumado por la rabia y aconsejado por la Espert, escribió en siete días un nuevo guión, titulado en esta ocasión Noche de Vino Tinto y que igualmente debía interpretar la actriz citada. Para su sorpresa, este nuevo guión no sólo no fue censurado, sino que recibió la calificación de «mención especial», lo cual le abría las puertas a una subvención y la posibilidad de que una productora se interesase en el proyecto, como así fue. Lamentablemente, Nuria Espert tenía en ese momento compromisos ineludibles y el papel de actriz protagonista recayó en Serena Vergano, considerada la musa de la Escuela de Barcelona y el papel masculino lo interpretó Irazoqui, que ya había trabajado bajo la dirección de Passolini en su película La Pasión Según San Mateo. Probablemente, ésta sea su película más emblemática y también la más representativa de la personalidad del director, convirtiéndose en el referente indiscutible de la citada Escuela de Barcelona.
José María Nunes nunca abandonó la idea de rodar una película con la que él consideraba entonces su musa particular, Nuria Espert, y en 1968 consiguió que fuera la protagonista en un nuevo proyecto, tan arriesgado o más que los anteriores, Biotaxia, aunque había previamente intentado de nuevo que le aceptaran el guión de Nochera, al que le tenía un especial aprecio, pero, a pesar de que el cineasta accedió a realizar algunos cambios propuestos por la censura, le fue denegado definitivamente el permiso para su rodaje.

Biotaxia, como se indica al inicio de la película, es un intento de análisis para clasificar a un ser viviente, pero es sobre todo una ventana que muestra la hipocresía de la sociedad, la degradación de la persona que no duda en sacrificar su autenticidad en aras de una relativa comodidad de vida. Pero la película tiene otras significativas características. Pocos espectadores soportarían impasibles los cuatro minutos y algunos segundos que dura la escena final, con la cara de la actriz mirando fijamente a la cámara, quizá esa fuera la razón de que muchas salas cortaran rápidamente esta última escena; no obstante el espectador interesado podía verse a sí mismo y más allá a través de los ojos de Nuria Espert. El actor principal fue José María Blanco, que con el correr de los años iba a convertirse en su alter ego.
En esta película se nos muestra también la profunda simbiosis que se había ya producido entre José María Nunes y Barcelona. Efectivamente, las calles de esa ciudad fueron las protagonistas principales de su primera película Mañana... realizada en cuatro episodios que mostraban a diferentes personajes presentados por un «amigo de la noche», José María Rodero. Los tres primeros cuadros son también un hermoso paseo por la noche barcelonesa. La noche y Barcelona, y también sus tabernas, volverán a ser el escenario de Noche de Vino Tinto y la Barcelona monumental de Gaudí, serviría de telón de fondo a Biotaxia. Era el particular homenaje del cineasta a Barcelona, su patria, y a la noche, su entrañable amiga.

Biotaxia fue proyectada en el festival de Karlovy Vary, ciudad situada a unos cien kilómetros de Praga, y los delegados del festival de Moscú, presentes en el mismo, consideraron que era la mejor película e invitaron a Nunes a participar en su festival al año siguiente con la película que hiciera sin previa selección. Así nació Sexperiencias, una doble pluralidad de la palabra experiencia.
Posiblemente éste sea el mayor reto al que se enfrentó el realizador en toda su carrera, ya que decidió rodarla sin hacer ninguna de las gestiones burocráticas que eran necesarias para su autorización, pero además, era una película que debía realizarse sin cartón de rodaje, porque se trataba de mostrar la reacción de dos personajes (un hombre maduro y una chica joven) ante las noticias que en 1968 aparecen en los periódicos (Vietnam, Biafra, Mayo francés, etc.). Como se comprenderá, la estructura de la película no permitía cartón de rodaje, ya que tenía que realizarse a medida que las noticias aparecían en los periódicos. Esta es la mejor película del siglo XX, en palabras de su biógrafo y probablemente también su película más revolucionaria en muchos sentidos.
Convencido de que la invitación a acudir al festival de Moscú le allanaría el camino para que la película fuera autorizada a pesar de todo, acudió con los rollos de la copia al lugar correspondiente. Esto fue lo que sucedió:

En la Dirección General, que entonces era, ahora recuerdo, Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos, se negaban a aceptar una película que para ellos no existía, para la que no habían dado permiso de rodaje, ni conocían el guión, que no había pasado por censura, ¡nada! “Esto no se puede hacer”, me dijeron. Con un aire remota y levemente burlón repliqué: “¿Cómo que no se puede hacer? Ya está hecha”. Y lancé el saco con los rollos de la película a deslizarse por el pasillo hasta chocar con el mostrador donde se entregaban para los visionados. Inmediatamente tuve la sensación de que me había excedido. La habitual pareja de policías en una mesa en el pasillo reaccionó con atención agresiva, creo que uno se incorporó de su asiento. El miedo que siempre me acompaña me dio una sacudida; siempre lo sentía más evidente en aquellas plantas novena o décima de aquel siniestro edificio del Ministerio de Información y Turismo en el Paseo de la Castellana de Madrid, de amargo recuerdo. Afortunadamente, el Secretario General, que se llamaba Zabala, un hombre propendo a manifestarse paternal, hasta me daba consejos: “¿Por qué no hace películas como todo el mundo hace? Que lo hace usted muy bien; todos aquí lo dicen”.[1]

Afortunadamente, José María no hizo caso de estos siniestros consejos y siguió siendo fiel a sí mismo y a su obra, porque no nos cabe ninguna duda que si hubiera hecho películas «como todo el mundo hace», hoy sería un director muy prestigioso y con toda probabilidad con varios premios de la Academia y de otras múltiples Instituciones, pero se hubiera dejado su dignidad como creador hecha jirones por el camino.

En 1975, Nunes realizó la que posiblemente sea su película más auténticamente anarquista en todos los sentidos, Iconockaut. Bajo el telón de fondo de dos amantes que se intuyen y se saben, a través de un pensamiento común, Nunes, intuyendo probablemente lo que se avecinaba, delineó un retrato bastante aproximado de lo que iba a ser la llamada transición, después de la muerte de Franco y que acabó siendo una transacción entre los restos del franquismo y los políticos de la oposición al régimen, con el objetivo de vestir el traje militar de la OTAN y el disfraz de Europa. Además, la película se tropezó con los últimos coletazos de la censura franquista, que quería mutilar algunas de sus secuencias. Pero dejemos que hablen sus recuerdos de aquellos aciagos días:

Eso del cambio sin ruptura, sin trauma, o algunas de esas frases que se inventan los políticos, quería iniciarse con la apariencia de ciertas liberalizaciones, y el propio ministro, de Información y Turismo, vio las películas que estaban pendientes de resolución por la censura. Liberxina de Carles Durán, La respuesta de Josep María Forn, La petición de Pilar Miró, tal vez alguna más que no recuerdo, e Iconockaut. Me parece que las autorizó todas como eran. Pero el Director General de Cine todavía presionaba en algunos detalles, supongo que por criterio tan arraigado de conducta dictatorial, y en Iconockaut sugirió que era conveniente «el pequeño cambio sin importancia» de eliminar el plano en el que se ve el libro de Santiago Carrillo ¿Y después de Franco qué? lanzado a un montón de todos los libros que quema el personaje, incluyendo su propio carné de identidad.
Sacamos el plano de la copia que ya tenían y se queda en el archivo de la Filmoteca, entregamos el rollito a la oficina de la censura, me imagino que para el archivo de todo lo censurado de las películas acabadas, pero mantuvimos, mantenemos, intacto el negativo y las demás copias.
De todo esto hay un detalle, aliviador entonces, por el que nunca he podido evitar una cierta sensación de repugnancia; recibí un telegrama del Ministro.
Es de suponer que los directores de las otras películas también lo recibieron. Se llamaba, deseo que siga llamándose —¡salud!— lo recuerdo, Reguera Guajardo, al que reconocí y reconozco, un buen propósito, que lo categoriza, pero me sentí algo así como humillado recordándome que no dejaba de ser súbdito, mi obra, mi vida, dependía de alguien superior, el poder, aunque en este caso fuera de la decisión de un hombre que me favorecía. ¿Merece una obra tener que dar las gracias por haber sido creada?[2]

Aunque esta película no se estrenó comercialmente hasta seis años después, se exhibió en régimen de preestreno y la acogida fue, en general, completamente negativa, tanto por parte del público, como por parte de la crítica. José María tenía por costumbre acudir a los estrenos o preestrenos de sus películas, siempre que le era posible, para hacer su presentación. En uno de estos preestrenos de Iconockaut, al tomar Nunes la palabra, un sector del público le increpó llamándole reaccionario, lo cual era un síntoma suficientemente evidente de por dónde iban a discurrir los acontecimientos.

Tras la muerte del dictador, los profesionales del espectáculo se constituyeron en movimiento asambleario, en el cual Nunes participó activamente. Trataban, junto con otros movimientos, de ofrecer una cierta resistencia a las manipulaciones de los políticos y a los constantes retrocesos en las libertades socio-políticas que se querían lograr. Finalmente, estas manipulaciones provocaron la división del movimiento y Nunes se alineó con la Asamblea de Trabajadores del Espectáculo (ADTE), «el grupo más ligado al ideario anarquista, que llevará a cabo una interesantísima programación teatral en el Saló Diana y del que saldrán muchos profesionales de las artes escénicas catalanas que trabajarán en el futuro».[3]
Precisamente, con parte de los miembros de esta asamblea formará un equipo para rodar su siguiente película en 1977, Autopista A-2-7, que, cosa inusual, será por encargo y con todos los medios técnicos y papeles perfectamente en regla. No obstante, y a pesar de ser una película dirigida al gran público, Nunes hizo que la historia abundara en sus tesis sobre la sociedad que ya había insinuado en su anterior trabajo.

Así lo exponía José María:

Una familia en la que hay un subnormal que termina siendo el jefe, ocupando el lugar del padre que muere en la carretera en construcción de que es ingeniero cuando va al notario con el otro hijo, que estudia medicina para poder ayudar al hermano precisamente para tramitar la incapacidad del primero y hacer eso de los testamentos a favor del que lo acompaña, que también muere. Y así es más o menos la síntesis, la sinopsis, como suele decirse, de Autopista A-2-7; ya que en el cine dicho comercial hay que contar una historia.

Y más adelante continúa rememorando:

... tengo la impresión que nunca supe exactamente por qué le puse ese título, al que Amet [el productor] insistió bastante en añadir, o como subtítulo, “Viejos caminos”, posiblemente más acertado si me hubieran dejado poner al final una frase a la que se negaron, único irrelevante incidente por ese temor a cómo les sentaría a los de la censura. La frase era “... Y así, desde entonces las colectividades vienen siendo regidas por subnormales”.[4]

La película nunca se estrenó comercialmente, a pesar de que probablemente habría tenido un considerable éxito en ese campo, y hasta el día de hoy —probablemente por extraños litigios— nadie sabe dónde se encuentra la única copia que se realizó para su preestreno, ni tampoco el negativo de la misma.

En los años ochenta, José María realizaría otras dos películas extraordinarias[5]. La primera, con sólo dos personajes encarnados por José María Blanco y María Espinosa, En secreto amor, que ahonda en la incomunicación humana. La segunda sería un experimento inusual en Nunes y que en otro director hubiera acabado siendo un documental de grupos musicales, pero en las manos de José María se convirtió en una continuación de sus intuiciones que dejó plasmadas en sus películas anteriores, Gritos... a ritmo fuerte es una muestra patente del resultado a que se llegó con la supuesta “modernización” del país. Nunes muestra aquí a unos cuantos grupos de jóvenes que quieren, a través de su música, escapar a la tenaza de una sociedad cada vez más castradora y que les condena a ser meras piezas de una maquinaria siniestra.

Después de este extraordinario recorrido por una juventud escéptica y desencantada de una sociedad que tiende a convertirlos en mercancías, José María Nunes ya no volverá a dirigir una película hasta el siguiente milenio. A pesar de todo José María no dejo de trabajar en su pasión, escribiendo guiones o imaginando películas, hasta que el desarrollo de la técnica audiovisual —el video— vino en su ayuda. A comienzo del tercer milenio, Nunes recogería los frutos de su generosidad sembrada en tierra fértil y llevaría a cabo su sueño: rodar películas con un grupo de amigos entusiastas y con la financiación de un productor gerundense, Lluis Valentì, enamorado del cine de Nunes.
Y como no podía ser de otra manera, la primera película que realizó con este equipo improvisado fue un homenaje a la amistad, Amigogima, que además de ser un palíndromo, al igual que la película que acaba exactamente igual que empieza, es un juego de palabras, ya que en el interior de la O central colocó una A, para significar que es igual un amigo que una amiga, pero al mismo tiempo representa el símbolo universal anarquista. La película es la búsqueda del amigo mediante un grito que el protagonista principal, José María Blanco, que sería el actor fetiche de sus últimas películas, lanza al inicio.
Para Nunes la amistad era lo más sublime, lo cual no quiere decir que no tuviese en gran estima a la familia, sino que para él, como seguramente para muchos otros, los amigos eran la familia y la familia los amigos.
Su unión con su eterna compañera Adela, a la que conoció apenas un año después de su llegada a Barcelona, fue quizá el mayor acierto de su vida, porque le apoyó en todo lo que quiso llevar a cabo en la medida de sus posibilidades y también las tres hijas y dos hijos que tuvo le sirvieron de soporte, porque fueron, quizá, los que mejor comprendieron su filosofía vital.

Su segunda película de este nuevo milenio, A la soledad, es el tributo del cineasta al estado perfecto del ser humano para alcanzar el punto álgido de la inteligencia y poder conectar intensamente con ella; es además, como era su costumbre, un juego de palabras, ya que en castellano Soledad puede descomponerse en la Edad del Sol y también nuevos intentos de experimentar nuevos lenguajes fílmicos, especialmente en el montaje.

Por último, Nunes decide rodar una película que tenía reservada para poder realizarla con un mínimo de infraestructura, Res Publica, llevándola a cabo con los mismos medios que las dos anteriores y prácticamente con el mismo equipo técnico[6]. Quería el cineasta reflejar el más absoluto grado de libertad a que puede llegar un ser humano, al decidir despedirse de la vida en un acto supremo, asqueado de la época que le ha tocado vivir. Muchos ejemplos de este acto han quedado consignados en los anales de la historia, y al final de la película se van desgranando los nombres de algunos de estos hombres y mujeres; pero quizá sea Jean Améry el que mejor ha entendido el proceso que se desarrolla en un ser humano que ha decidido tomar esa suprema decisión. En su ensayo Levantar la mano contra uno mismo, afirma: «Sólo es experimentable el absurdo de vivir y morir y, cuando se elige la muerte voluntaria, un absurdo éxtasis de libertad, cuyo valor no es precisamente nimio. Llegados a este punto la revelación de que la mentira lo era todo nos ilumina como un relámpago. Un conocimiento que, no obstante, de nada vale en la vida. Porque incluso cuando el suicidario se sitúa en el umbral del salto, debe evitar todavía las exigencias que la vida le tiende...». [7]
Pero Nunes iba a ir aún más allá con esta película que desgraciadamente iba a ser la última que realizara: el guión de la misma estaba escrito para que intervinieran en ella doce personajes, el padre del protagonista, el único miembro de su familia, y el grupo de amigos más íntimos, dedicándoles a todos ellos los últimos minutos antes de despedirse definitivamente. Pero, ante la imposibilidad de poder reunir a toda esa serie de personajes, decidió llevar a cabo un nuevo experimento que resultó casi definitivo: la película iba a ser realizada por un sólo personaje, José María Blanco, el cual se había convertido ya prácticamente en Nunes y este personaje debería actuar como si el resto de actores estuvieran físicamente ante él. Este ensayo, esta nueva vuelta de tuerca, se ha demostrado brillante, especialmente cuando el actor se desdobla en dos personajes —él mismo hablando con su padre— y sin necesidad de recurrir a efectos especiales, simplemente desdoblando las secuencias de uno y otro, lo cual requería poner en ejecución toda la práctica del oficio acumulada por el cineasta.

Pocas veces permaneció inactivo José María; cuando no tenía en perspectiva una película, escribía guiones, algunos de los cuales nunca llegaron a rodarse; también escribió un ensayo a finales de los años sesenta: Cenestesia. Una cierta sensación de vida al margen de los sentidos. Una de sus hijas, Raquel, mediante fotocopias llevó a cabo una primera edición de diez ejemplares de este ensayo que refleja la personalidad poética del cineasta. Bastantes años después, algunos miembros del Ateneo Libertario Al Margen de Valencia entraron en conocimiento del ensayo y valorando su importancia decidieron publicar una segunda edición, en esta ocasión impresa.[8]
En las páginas iniciales del libro se van desgranando estas frases:
«...porque este libro no tiene nada que ver con la realidad
porque la realidad no se puede explicar en un libro
ni de ninguna otra manera que no sea vivirla».
Y el final del libro lo puntualiza con esta frase:
«este libro no tiene nada que ver con la realidad porque en realidad fue asesinado el libro en que la explicaba».

Este gusto poético por el lenguaje lo plasmaría también en algunos de sus guiones. El de una de las películas que nunca pudo realizar, Asesinato pluscuanperfecto, arranca con esta cita: «Los sucesos que se narran en esta película, no han ocurrido. Cualquier parecido con la realidad es imposible, porque la realidad no puede ser así».

En cuanto a su anarquismo —su sensibilidad anarquista, como le gustaba afirmar— está en consonancia con el anarquismo de los grupos de afinidad anarquista que se desarrollaron en España y en otros países. Cuando hablábamos de anarquismo, no nos referíamos a la CNT o a la FAI, sino a los grupos de afinidad, o, como él decía, a la agrupación de amigos estableciendo estrechas relaciones entre sí[9]. Y continuaba diciéndome que cada uno debía dedicarse a su propia obra, por ello repetía insistentemente, siempre que tenía oportunidad: «Hago cine con el propósito de que cada uno sea en sí mismo su propia obra y no tenga necesidad de ver la obra de los demás».
Kropotkin, en su ensayo sobre la revolución francesa, señalaba a propósito de los anarquistas que «eran revolucionarios diseminados por toda la nación; hombres completamente dedicados a la Revolución, que comprendían su necesidad, que la amaban y trabajaban por ella [...] El día en que se agotó el impulso revolucionario del pueblo volvieron a la oscuridad y únicamente queda los iracundos escritos de sus adversarios para permitirnos reconocer la inmensa obra revolucionaria por ellos realizada».[10]

Pero el caso de José María es un tanto diferente, porque aunque es bien cierto que físicamente nos ha dejado[11] —se ha sumergido en la oscuridad de la muerte— siempre nos quedará su grandiosa obra creativa, que a pesar de lo que han dejado escrito algunos de sus críticos, nos recordará en todo momento que los impulsos revolucionarios en el arte no necesitan del aplauso entusiasta de las masas, sino de que sea capaz de despertar en alguien el deseo de sentirse un ser humano y de luchar por conquistar su propia autonomía. Por todo ello, Nunes siempre estará con nosotros.

¡Salud! José María

Paco Madrid



[1] http://nunescine.es/index.htm
[2] Id.
[3] Minguet Batllori, Joan M., {Nunes}, op. cit. p. 114.
[4] http://nunescine.es/index.htm
[5] La dictadura franquista le puso, a través de su censura, muchas trabas al trabajo de José María, pero en ningún momento puso en duda su identidad. La “democracia”, especialmente durante el período “socialista”, que empezó en 1982, le negó al cineasta la posibilidad de suscribir sus propias películas al considerarlo un “extranjero”; por este motivo estas dos películas realizadas en los años ochenta tuvieron que ser suscritas por su hija Virginia.
[6] Quizá convenga decir que el coste de producción de estas películas no sobrepasó lo que otras se gastan solamente en bocadillos, debido sobre todo a la generosidad y altruismo de los colaboradores en la producción, el aparato técnico, el montaje, el atrezzo, etc.
[7] Améry, Jean, Levantar la mano contra uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria, Valencia, Pre-Textos, 1999, p. 151. El propio autor de este ensayo decidió levantar la mano contra sí mismo en la ciudad austríaca de Salzburg, en 1978.
[8] Nunes, José María, Cenestesia. Una cierta sensación de vida al margen de los sentidos, Valencia, ediciones Al Margen, 2007, 185 páginas.
[9] Un conocido editor de Barcelona, amigo suyo, le había propuesto escribir un libro sobre su concepción del anarquismo y a ello dedicó buena parte de su tiempo libre, pero lamentablemente no pudo llevarlo a término. De haber podido realizar este ensayo, seguramente hubiéramos quedado sorprendidos de sus intuiciones y del profundo conocimiento que tenía de esta filosofía social.
[10] Kropotkin, Pedro, La gran revolución francesa, Buenos Aires, Proyección, 1976, p. 263.
[11] José María falleció en la madrugada del día 23 de marzo de este año 2010, después de permanecer en coma dos días en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Un derrame cerebral masivo irreversible fue la causa de su muerte. Al día siguiente se celebró una ceremonia de despedida en el tanatorio de Collcerola, próximo a la ciudad Condal, a la que acudieron más de trescientas personas y en la cual se dejó patente el tono. No se trataba de una ceremonia habitual, porque lo que realmente se pretendía con ella era hacer un brindis por Nunes, con vino tinto naturalmente. Entre las personas que hablaron en el acto, además de su alter ego, José María Blanco, se encontraba Santi Lapeira, director de cine, el cual mantenía con Nunes una estrecha relación profesional. Este cineasta leyó con profunda gravedad un panegírico surgido de lo más profundo del sentimiento y de la amistad que los unía y que hizo que los ojos de muchos de los presentes se humedecieran repentinamente.
Para más detalles sobre este último brindis a Nunes, véase, http://nunescine.es/index.htm




[i] Este escrito está basado fundamentalmente en la brillante biografía trilingüe (catalán, castellano e inglés) de  Joan M. Minguet Batllori: {Nunes} El cineasta intrèpid, Barcelona, Filmoteca, 2006, 189 páginas; en el lúcido artículo de Sebastià Gasch: “Mañana... o cuando se abren las puertas de la poesía”, Destino, n. 1023 (16 marzo 1957), pp. 44-45; en la información contenida en su página web: http://nunescine.es/index.htm y en mis impresiones personales, aunque también he utilizado otras fuentes. No está, pues, basado en la objetividad, entre otras cosas porque nunca he creído en esa cosa; este es, sobre todo, un escrito apasionado. No en vano siempre he considerado a José María Nunes mi maestro.
[ii] Minguet Batllori, Joan M., {Nunes}, op. cit. p. 83.
[iii] El guión cinematográfico. Su teoría y su técnica.
[iv] Cfr., Minguet Batllori, Joan M., {Nunes}, op. cit. p. 84.
[v] Cfr., http://nunescine.es/index.htm
[vi] Gasch, Sebastià: “Mañana... o cuando se abren las puertas de la poesía”, Destino, n. 1023 (16 marzo 1957), pp. 44, cit., por Minguet Batllori, Joan M., {Nunes}, op. cit. pp. 103-104.
[vii] Minguet Batllori, Joan M., {Nunes}, op. cit. p. 104.
[viii] Uno de los estudios más exhaustivos sobre este movimiento cinematográfico, los constituye el de Riambau, Esteve y Torreiro, Casimiro, Temps era temps. El cinema de l'Escola de Barcelona i el seu entorn, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1993, 456 páginas.

EL ORDEN DEL DÍA


EL ORDEN DEL DÍA
ÉRIC VUILLARD

4 mayo de 1968. LYON. Francia

         En torno a la mesa se hallan reunidos Gustav Krupp, Albert Vögler, Günther Quandt, Fruedrich Flick, Ernst Tengelmann, Fritz Springorum, August Rosterg, Ernst Brandi, Karl Büren, Günther Heubel, Georg von Schnitsler, Hugo Stinnes Jr., Eduard Schulte, Ludwig von Winterfeld, Wolf-Dietrich von Witzleben, Wolfang Reuter, August Diehn, Erich Fickler, Hans von Loewenstein zu Loewentein, Ludwig Grauert, Kurt Schmitt, August von Finck y el doctor Stein. (…)
         Por fin, el presidente del Reichstag entra sonriendo en la estancia: es Herman Göring. (…) … tras mascullar unas palabras de bienvenida, evoca de inmediato las cercanas elecciones, las del 5 de marzo. (…) …urge acabar con la inestabilidad del régimen; la actividad económica requiere calma y firmeza. (…) Y si el partido nazi alcanza la mayoría, añade Göring, estas elecciones serán las últimas durante los próximos diez años; e incluso durante los próximos cien años. (…) y el nuevo canciller entró por fin en el salón. Hitler estaba sonriente, relajado, en absoluto como lo imaginaban, afable, sí, e incluso amable…(…)
         …alejar la amenaza comunista, suprimir los sindicatos y permitir a cada patrono ser un Führer en su empresa. Cuando Hitler concluyó, Gustav se levantó y, en nombre de todos los invitados presentes, agradeció que se clarificara por fin la situación política. (…) 
         Pero para hacer campaña se necesitaba dinero; el partido nazi no tenía un chavo, y se echaba encima la campaña electoral. En ese instante, Hjalmar Schacht se levantó, sonrió a los presentes y dejó caer: “Ahora, caballeros, ¡a pasar por caja!”. (…)
         Esa reunión del 20 de febrero de 1933, que cabría calificar de momento único en la historia patronal, de compromiso inaudito con los nazis, para los Krupp, los Opel o los Siemens, no es más que un episodio bastante habitual en el mundo de los negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios.
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         Durante la mañana del 12 de marzo, los austriacos esperaron la llegada de los nazis febrilmente, con un júbilo indecente. En muchos de los documentos fílmicos de la época se ve cómo la gente alarga la mano ante el mostrador de un quiosco, o de una camioneta de feria, para pedir un banderín con la cruz gamada.(…)
         A las nueve se alza la barrera de la aduana, ¡y hop, estamos en Austria! No ha hecho falta utilizar la violencia ni golpes sorpresa, no, aquí todo es amor, conquistamos sin esfuerzo, con suavidad, con una sonrisa.
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         Con el fin de consagrar la anexión de Austria, se convocó un referéndum. Se detuvo a los opositores que quedaban. Los sacerdotes instaron desde el púlpito a votar a favor de los nazis y las iglesias se ornaron con banderas con cruces gamadas. (…) El 99,75% de los austriacos votó a favor de la incorporación al Reich.
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         Durante años había reclutado deportados en Buchenwald, en Flossenbürg, en Ravensbrück, en Auschwitz y en muchos otros campos. La esperanza de vida de esos deportados era de unos meses. Si el prisionero escapaba a las enfermedades infecciosas, moría literalmente de hambre. Pero Krupp no fue el único en emplear tales servicios. También sus comparsas de la reunión del 20 de febrero se beneficiaron de ellos; tras las pasiones criminales y las gesticulaciones políticas, sus intereses obtenían provecho. La guerra había resultado rentable. Bayer utilizó mano de obra procedente de Mauthausen. BMW reclutaba en Dachau, en Papenburg, en Sachsenhausen, en Natzweiler.Struthof y en Buchenwald. Daimler en Shirmeck. IG Farben en Dora-Mittelbau, en Gross-Rosen, en (…)
         Todo el mundo se había abalanzado sobre una mano de obra tan barata.
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IG FARBEN


IG FARBEN
FERNANDO NAVARRO

8 junio de 1964. MADRID

         En noviembre de 1916, el ejército alemán comenzó la deportación forzada de trabajadores belgas a las fábricas alemanas. (…) en total, unos 60.000 belgas fueron enviados a Alemania para trabajar en situación de virtual esclavitud.
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         En otoño Fritz Haber obtuvo el Premio Nobel de química por el descubrimiento de la síntesis del amoniaco en laboratorio. Esto despertó la indignación de gran parte del mundo científico, que reprobaba la orientación de su talento hacia la fabricación de armas químicas…
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         La aplicación dela ciencia a la fabricación de gases venenosos había provocado un cambio en la percepción de la gente. Los científicos dejaron de ser contemplados como unos venerables ancianos con bata y barba blanca que trabajaban para llevar a la humanidad a un futuro de sabiduría.
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         El día 9 de diciembre las empresas de IG se integraron en BASF y formaron IG Farbenindustrie Aktiengesellschaft, la compañía más grande de Europa en términos absolutos, y la mayor empresa química del mundo.
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         La dieta de los prisioneros de Monowitz, a la que llamaban “sopa de Buna”, era mejor que la de otros campos del complejo, pero claramente deficitaria. El trabajador perdía un promedio de entre tres y cuatro kilos y medio por semana. Al finalizar su primer mes de trabajo el cambio de su apariencia era notable; al cabo de dos, empezaba a parecer un esqueleto; a los tres, eran prácticamente inservible para el trabajo, con lo cual era derivado a Birkenau.
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         IG Farben tuvo una gran responsabilidad y proporcionó desde el sector químico sustancial e incluso decisiva ayuda a la política exterior de Hitler que llevó a la guerra y a la ruina de Alemania. Debo reconocer que IG es altamente responsable de las políticas de Hitler.
GEORG VON SCHNITZLER uno de los directivos de IG Farben
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         En todos los cargos los fiscales intentaban demostrar que IG Farben no había actuado compelida por una presión intolerable del régimen nazi, sino por el ánimo de lucro, y que de hecho había obtenido inmensos beneficios de su estrecha colaboración con éste.
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LA MUERTE DE LA HIERBA


 LA MUERTE DE LA HIERBA
JOHN CHRISTOPHER (SAM YOUD)

16 abril de 1922. HUYTON. Inglaterra
3 febrero de 2012. BATH. Inglaterra

         Está claro que si no encontramos la forma de detener el virus, lo único sensato que podemos hacer es plantar patatas en todos los terrenos que las acepten.
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         Hasta ahora nunca nos han defraudado los científicos. Y hasta que no nos fallen jamás creeremos que pueden defraudarnos.
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         Soy capaz de visualizar perfectamente la situación de los hambrientos indios. Pero también puedo visualizar a esta tierra marrón y pelada, desnuda y desierta, y a nuestros hijos masticando la corteza de los árboles.
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         John contempló el exterior, lo que antes era césped y se había convertido ahora en una mancha de tierra marrón salpicada de hierbajos raros. Aquella vista ya le era familiar.
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         -Bombas atómicas para las ciudades pequeñas y de hidrógeno para capitales como Liverpool, Birmingham, Glasgow, Leeds, etcétera. En Londres arrojarían dos o tres de ellas. No les importa gastarlas: no las van a necesitar en el próximo futuro.
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         -En estas islas hay unos cincuenta millones de personas. Alrededor de cuarenta y cinco millones de ellos viven en Inglaterra. Si un tercio de ese número pudiera pasar a base de una dieta de tubérculos, sería estupendo. La única dificultad estriba en cómo seleccionar a los supervivientes.
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El ejército está tomado hoy posiciones en los suburbios de Londres y en otros lugares de gran población. Mañana al amanecer se cerrarán las carreteras…
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         La naturaleza estaba borrando la pizarra de la historia humana, a fin de que quedara limpia para los garabatos de aquellos que, aquí y allá sobre la faz del globo sobrevivieran.
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ARTÍCULO 353 DEL CÓDIGO PENAL


ARTÍCULO 353 DEL CÓDIGO PENAL
TANGUY VIEL

27 diciembre de 1973. BREST. Francia

         …lo más alucinante es el tiempo que tardamos en regresar de aquel extraño país: el haberle dado un cheque tan gordo como el que le dimos, y el ver cómo el tipo que lo había cobrado selo gastaba como si tal cosa, no nos impidió que aun así siguiéramos diciéndonos que habíamos puesto el dinero en buenas manos. (…)
… acabé por parecerme normal que él se pasara la vida en los mejores restaurantes, sin recapacitar que lo que tenía en sus manos, en sus bolsillos, era nuestro dinero, nuestro propio dinero, que él quemaba alegremente o pasaba de una cuenta a otra como si fueran monedas llevadas en cubiletes de plástico.
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         Era el dinero de la ciudad. Invirtió el dinero de la ciudad, ¿se da usted cuenta? Diez pisos pagados sobre plano, más o menos como yo, sólo que diez veces quinientos mil francos, lo que hace cinco millones, para un municipio como el nuestro, es el abismo que separa la fortuna de la ruina.
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         Entonces sí, durante los mil novecientos cincuenta días hasta ayer, he estado esperando mi dinero, óigame bien, hasta ayer, y no me refiero a los beneficios de ese dinero, no a los porcentajes mínimos que seguramente, durante los quinientos días primeros, estuve recalculando una y otra vez, no, esos hace mucho tiempo que comprendí que no los recibiría, me refiero al importe invertido originalmente, ¿comprende?
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         He comprendido después que a un tipo como ese, señor juez, a un tipo de esa calaña, si no eres tú mismo quien lo hace desaparecer, no desaparecerá nunca. Volverá. Siempre. Lo único que en el fondo sabe hacer es volver, eclipsarse temporalmente pero volver, agazapado a la sombra de un reloj cuenta las semanas más que las horas, esperando que se nos pase la cólera, esperando que deje de dar vueltas en la cama durante tantas noches sin dormir…
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         Usted puede llamarlo homicidio voluntario o como sea la expresión adecuada en una lengua normal, pero lo que yo hice, señor juez, no me hace sentir un asesino, lo que yo hice lo he amputado,  ¿comprende? amputado como se quema una verruga para regenerar la piel, si la piel aquí es  nuestra ciudad, porque hay momentos en los que es necesario arrancar el mal de raíz. Lo hice por el bien de todos.
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         Entonces, tranquilamente, nítidamente, se puso a leer en voz alta, como si estuviera delante de una asamblea o como si pretendiera que yo me aprendiese cada frase de memoria, y yo puse toda mi atención en su lectura:

“Artículo 353 del código procesal penal: la ley no pide cuentas a los jueces delos medios mediante los cuales han sido convencidos, no les prescribe reglas de las que deban hacer particularmente depender la plenitud y la suficiencia de una prueba: les prescribe interrogarse ellos mismos en el silencio y el recogimiento y buscar, en la sinceridad de su conciencia, qué impresión han causado, sobre su razón, las pruebas aportadas contra el acusado, y los medios para su defensa. La ley tan solo les hace esta única pregunta, que contiene todo el alcance de sus deberes: ¿Está usted íntimamente convencido?”. (…)
         … y la voz del juez resonando todavía en mis oídos y mirándome más fijamente que nuca, me dice: Un accidente, Kermeur, un desgraciado accidente.
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