la primera vez que vi París


La primera vez que vi París recorrí sus calles de la mano de Oliveira buscando a la Maga, o callejeando para quedar con el club de la serpiente. Los enfebrecidos paseos del bonaerense me llevaron a la búsqueda de seres bendecidos con un aura mágica.
Jean Valjean me arrastró por las cloacas, por las catacumbas, buscando salvar la vida, luchando por cerrar sus estigmas. Genet susurró la sordidez de una ciudad dentro de otra y el vicio y la belleza rota se me presentaron de golpe. Balzac me habló de sus gentes, de sus sueños, sus fracasos, sus mentiras y su nobleza.
Las imágenes las pusieron Tolouse-Lartrec, Utrillo, Modigliani, Picasso.
Manolo Huguet, Rodin, Aristides Maillol...le dieron forma para que otros la soplaran. Quasimodo, el fantasma de la Opera, los ahogados en el Sena, la angustia existencialista de Camus, la certera frialdad de Sartre. Rimbaud con su corazón desprendido, Verlaine y su rastro de lágrimas secas. Baudelaire y el sonido de los tinteros vacíos y las plumas clavadas en el alma.
La música la pusieron otros tantos: Aznavour, Brassens, Deville, los cabarets, el acordeón...

Tantos guías, tantas miradas, tantos itinerarios. Ahora me enfrento a la primera vez que tocaré París, que respiraré su aire, que pisaré sus losas y adoquines, los mismos de la Comuna, redondeados por la historia. En ciudades como estas no son necesarios los museos, las esquinas cuentan, el cielo encapotado, las luces mortecinas de los callejones, los camiones de la limpieza, el tintineo de las cadenas de almas en pena que vagan por la ciudad. La primera vez que vi París, resultó que todo era cierto.


Yorick.

DICTAMEN SOBRE CONCEPTO CONFEDERAL DEL COMUNISMO LIBERTARIO


Dictamen sobre concepto confederal del comunismo libertario



Los anarquistas no promueven la revolución para hacer de jefes, sino para evitar que otros actúen como tales.
Camillo Berneri

Cuando en mayo de 1936, la CNT se reunió en Zaragoza en el IV Congreso confederal, había transcurrido casi setenta años desde que se instaurara la I Internacional en nuestro país. El movimiento anarquista, no sólo había  sobrevivido a la represión, sino que a través de su acción y su práctica cotidiana había conseguido elaborar un programa de la revolución anarquista que se plasmó en dicho congreso mediante el «Dictamen sobre concepto confederal del comunismo libertario».

El movimiento anarquista es ante todo un movimiento antiautoritario y como tal su modo de acción debe ajustarse en todo momento a conseguir recrear las condiciones en las que pudieran diseñarse los mecanismos necesarios para conseguir una sociedad libertaria. En todo caso, los militantes anarquistas eran conscientes de que elaborar una teoría de lo que podría ser dicha sociedad no tendría demasiado sentido, ya que la evolución de la misma haría obsoleta rápidamente cualquier propuesta que se idease. En todo caso sabían que no se puede destruir lo que no se puede sustituir y por ello concibieron con su práctica la sociedad antiautoritaria a la que deseaban arribar.
Este fue el motivo de que los internacionalistas españoles adoptaran, de sus correligionarios belgas, un breve ensayo en forma de artículo en el cual se diseñaba la sociedad del porvenir mediante las instituciones creadas en el seno de la Internacional. «Nos proponemos demostrar que ya La Internacional ofrece bien exactamente el tipo de sociedad del porvenir y que sus diversas instituciones, mediante las modificaciones que convenga, formarán el orden social futuro» (Instituciones actuales de la Internacional: 1870).

La idea era magnífica, pero seguramente era difícil prever en ese momento que una organización de ese tipo crearía una ingente burocracia que acabaría por hacerla inútil. Anselmo Lorenzo, en sus conocidas memorias, nos lo explica con meridiana claridad: «Con obreros tan esquilmados como los españoles, entre quienes tanto abunda el analfabetismo y cuya mentalidad en general era escasa, no había posibilidad, no ya de que se comprendiera por todos tan complicada organización, sino de que hubiera número suficiente de hombres y mujeres capaces de poner en actividad tantas comisiones administrativas, de estadística, de correspondencia, de propaganda, ni el estado miserable del trabajador permitía cotizar para soportar los gastos consiguientes a tal organismo, ni menos para sostener una caja de resistencia de donde echar mano para recurrir reglamentariamente a una huelga parcial» (Lorenzo, Anselmo: 1974, 298-299).

Por estas y otras razones, algunos teóricos anarquistas como Kropotkin y Reclus, Malatesta y Cafiero, llegaron a la conclusión que, el triunfo del colectivismo anarquista, supondría crear una especie de superestructura —una especie de Estado— que sería la encargada de dictaminar lo que le corresponde a cada trabajador por la tarea realizada. Porque la diferencia entre el anarco-colectivismo y el anarco-comunismo se reduce a la distribución de los productos elaborados, pero esta diferencia es fundamental a la hora de instaurar una sociedad anarquista. Mientras que los colectivistas defendían que el obrero debía ser propietario del producto de su trabajo, los comunistas defendían que tanto la producción como la distribución pasaban a ser propiedad de la colectividad. Como dijimos al principio esta divergencia no tenía mucho sentido, ya que la evolución de la sociedad haría obsoleta cualquier teoría económica de la sociedad futura, por ello se acordó la fórmula del anarquismo sin adjetivos para acabar con la disputa ideológica.

De todos modos es importante analizar las razones que hicieron que en este país los anarquistas siguieran defendiendo el colectivismo cuando ya en el resto de Europa y en otras zonas el movimiento anarquista había adoptado el comunismo anarquista, que sería refrendado en el Congreso de Londres de julio de 1881. Para ello es necesario tener en cuenta que en los años setenta del siglo XIX, la internacional española se encontraba actuando en la clandestinidad y además, el colectivismo había dado buenos resultados en la primera etapa de 1869 a 1874, por ello, aunque seguramente les llegaron noticias del viraje ideológico del movimiento anarquista internacional y también de las resoluciones del congreso de Londres, decidieron continuar con las tácticas y estrategias de la primera etapa. Pero este período, 1874-1881, al igual que los dos siguientes períodos de clandestinidad (1923-1931 Y 1939-1977) que el movimiento anarquista español ha atravesado a lo largo de su historia hasta la actualidad, cobra una especial relevancia a juzgar por los acontecimientos que se desarrollaron en cuanto el movimiento internacionalista español pudo volver a actuar a la luz pública.
Los enfrentamientos entre quienes propugnaban una organización revolucionaria y aquellos que defendían un proyecto de organización actuando dentro del marco de le legalidad vigente, hizo que la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), nombre que adoptó la organización en esta etapa, tendiera cada vez más a una centralización burocrática, lo cual provocó su paulatino declive  hasta su desaparición definitiva en 1888. Y prácticamente al mismo tiempo que la FTRE entraba en franca decadencia, las teorías anarco-comunistas eran introducidas en el país de la mano de los redactores de la revista La Justicia Humana a mediados de la década de los ochenta.

Las polémicas, enfrentamientos y escarceos varios menudearon entre anarco-colectivistas y anarco-comunistas, hasta por los menos 1890, cuando el movimiento en su conjunto decidió abrazar la fórmula del anarquismo sin adjetivos. Pero en la práctica, se adoptó el anarco-comunismo, porque en el fondo la cuestión que se debatía no era tanto ideológica, como el tipo de organización que debe potenciarse para alcanzar los objetivos deseados.
El primer grupo anarco-comunista —los redactores de La Justicia Humana y más tarde de Tierra y Libertad— elaboraron un «Proyecto de Organización»[1] en el que desarrollaban sus ideas sobre la organización antiautoritaria y en ella se apoyarían los grupos de afinidad anarquistas que a partir de principios del siglo XX se extenderían a lo largo y ancho del país. Este tipo de organización no tardaría en dar sus frutos. La teoría sobre la organización la recibirían los anarco-comunistas españoles de los teóricos anarquistas franceses, especialmente de Jean Grave, el anarquista francés que más esfuerzos dedicó a elaborar sus teorías y del cual traducirían al castellano varios folletos.[2]

Pero antes de señalar algunos aspectos muy importantes de las teorías organizativas del anarco-comunismo, creo necesario señalar el papel jugado por Ricardo Mella en esta polémica entre anarco-colectivismo y anarco-comunismo. El anarquista gallego siguió defendiendo el anarco-colectivismo hasta su muerte. En torno a esta problemática su primer trabajo fue publicado en la revista Acracia[3], donde mostraba su rechazo del comunismo. Unos años después en el periódico La Solidaridad de Sevilla, publicaría varios artículos en los que ampliaría aún más su defensa del colectivismo.[4]
Analizando detenidamente los argumentos de Mella sobre el comunismo, parece evidente que había confundido el comunismo autoritario de Marx y Engels con el comunismo anarquista. Por ejemplo afirma: «Porque dentro de este sistema [el comunismo] queda anulada por la masa común la individualidad personal, es decir, queda desconocida nuestra naturaleza, negadas nuestras aspiraciones, ahogadas todas nuestras iniciativas personales, relegado, en fin, el individuo a la categoría de elemento secundario, resorte de la comunidad, esclavo del todo»[5]. Cuando más adelante analicemos el Dictamen nos percataremos de que es exactamente lo contrario: el individuo es la base de la sociedad y sobre él se asienta la comunidad y por extensión el desarrollo económico y social. Argüía Mella, abundando en el tema: «Si el individualismo ha arrojado al hombre a la rapiña y a la insolidaridad el comunismo lo empuja a la tutela, a la negación de sí propio y le convierte en un simple instrumento de la sociedad o del Estado, dos cosas idénticas con nombres distintos».[6]
Quizá su pasado federalista y también su lealtad al padre de su compañera que sería además quien lo iniciaría en el anarquismo, el notario[7] Juan Serrano Oteiza, explique de algún modo su persistencia en la defensa del colectivismo.

Tras el infamante proceso de Montjuïc, que pretendió acabar con el anarquismo, los grupos de afinidad se extendieron por el país como mancha de aceite. La actividad de estos grupos en la primera década del siglo XX, junto a las teorías del sindicalismo revolucionario que comenzaron a impregnar el movimiento obrero, especialmente en Cataluña, daría lugar a la constitución de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910, después de un largo proceso organizativo a lo largo de dicha década. Esta peculiar simbiosis entre el movimiento anarquista (los grupos de afinidad) y el sindicalismo de acción directa tendría como resultado que la CNT lograra salvar la represión a que fue sometida en esta segunda década del siglo anterior. Esto explica además que en el segundo congreso, celebrado en el teatro de la Comedia de Madrid en septiembre de 1919, se llegara al siguiente acuerdo: «Hoy, como ayer y como mañana, afirmamos que la C. N. T. permanece fiel a los principios antipolíticos, a la táctica de acción directa y a la finalidad que unánimemente señaló el Congreso: la implantación del Comunismo libertario».[8]

A pesar de todos los esfuerzos desplegados por el gobierno, los militares y la patronal en Barcelona entre 1919 y 1923, para acabar con el movimiento anarquista y la CNT, estas organizaciones resistieron y volvieron a actuar, hasta que el general Primo de Rivera se pronunció en 1923, dando un golpe de Estado e instaurando una dictadura que duraría más de siete años. Esta segunda clandestinidad anarquista, desde 1923 a 1931, introdujo al igual que la primera cambios importantes en las tácticas y estrategias del anarquismo en España. El estallido de la revolución rusa en 1917 había conmocionado al proletariado internacional y también al español y es por ello que de nuevo se puso sobre el tapete el problema de la organización que se resolvió posteriormente con la escisión trentista. Pero lo que a nosotros nos interesa es la introducción en el debate —que posteriormente sería recogido en el período republicano— del concepto de rechazo a la revolución.
En plena dictadura primoriverista, en 1924, surge en Barcelona una revista anarquista fundada y dirigida por Antonio García Birlán, más conocido como Dionysios: Revista Nueva. Afirmaba venir al campo de las letras con un criterio de selección. Heredera de la vieja tradición de Acracia, Ciencia Social y Natura, entre otras, intentaría nuevamente sentar las bases teóricas de un anarquismo de carácter abierto, receptivo a las nuevas ideas que explícita o soterradamente se manifestaban. Con una concepción humanista amplia, se colocaba fuera de toda secta y de todo partido.
En esta revista aparecieron un par de artículos escritos por Margarita Pavitt que denotaban un extraordinario interés por un problema crucial en el planteamiento revolucionario anarquista. Especialmente en uno de ellos la autora afirma: «La pregunta que debe hacerse toda persona que anhela una reforma radical de la sociedad en que vivimos, no es la ingenua de si será posible derrocar un régimen basado en una hipotética violencia, sino la de si será posible salvar al pueblo contra su voluntad. Porque a eso viene toda tentativa de revolución y reorganización. Las afirmaciones de que todo gobierno tuvo su origen en la violenta usurpación del poder y que persiste contra la voluntad del pueblo, merced al sistemático empleo de la fuerza; de que si el hombre no disfruta de libertad es porque se le ha privado de ella arbitrariamente; y de que la religión la han inventado las clases dominantes para atemorizar a la masa y hacerla más dócil al yugo, resultan completamente inadecuadas para explicar el secular dominio de una ínfima minoría sobre millones de sus semejantes.»[9]
Casi cuatrocientos años después de que el humanista francés Étienne de La Boétie escribiera su ensayo sobre la servidumbre voluntaria, se vuelve a poner sobre el tapete el problema de la sumisión al poder establecido. Más adelante volveremos sobre el tema, ya que en mi opinión es un aspecto de la organización social que hay que tener muy en cuenta.

La proclamación de la República en abril de 1931, supuso una explosión de actividad y en lo que hace referencia al anarquismo, el movimiento en su conjunto desplegó todo su potencial revolucionario. Comenzaron a surgir propuestas de organización de la sociedad libertaria, tanto en libros, como en folletos y revistas, entre ellos destaca el folleto de Isaac Puente[10] que sirvió de base para la elaboración posterior del Dictamen.[11]
Pero si pudo llevarse a cabo con tanta rapidez el ensayo de la sociedad libertaria en aquellas zonas en las que el ejército golpista fue derrotado es porque ya los grupos anarquistas lo habían experimentado en su vida cotidiana. Ya lo señalaba acertadamente Dolors Marín cuando afirmaba que el grupo anarquista es «un grupo que piensa y conoce, al mismo tiempo que actúa de cara a la sociedad de acuerdo con los ámbitos políticos y sobreestructurales. El grupo encarna así la práctica cotidiana de “vivir en anarquía” y luchar por el advenimiento de una sociedad libertaria»[12].

El Dictamen sobre «Concepto Confederal del Comunismo Libertario», aprobado en el Congreso de Zaragoza, exponía en líneas generales cómo debía estructurarse la sociedad libertaria. El federalismo sería la base organizativa y en economía se establecería un equilibrio entre la ciudad y el campo. En una de estas declaraciones se afirmaba: «Consignamos, como refrendo a la expresa garantía de la armonía, el reconocimiento implícito de la soberanía Individual, Con esta potestad, que vindica la libertad por encima de todas las disciplinas atentatorias, habremos de articular las distintas instituciones que en la vida han de determinar la necesidad, poniendo cauces a la relación»[13]. Como señalábamos al principio, esta declaración refuta ampliamente las afirmaciones de Ricardo Mella.

Este importante Congreso de la CNT tuvo un eco extraordinario en la prensa. Incluso la Academia de Ciencias Morales y Políticas (fundada en 1857 continúa funcionando en la actualidad), decidió dedicarle un artículo que firmó el periodista y político Antonio Royo Villanova, en el cual, sorprendentemente, el autor se decantaba por el comunismo anarquista, debido sobre todo a que éste se posicionaba claramente en contra del comunismo soviético. Entre otras cosas afirmaba: «Es evidente que por las condiciones de nuestra raza, manifestadas siempre a través de la Historia, el español es esencialmente individualista, y, por eso, de las dos formas en que se ha manifestado el comunismo en la edad contemporánea —el socialista y el anarquista—, ha prendido mejor en nuestro pueblo el ideal anarquista».[14]

Todo aquello que se afirma en la teoría debe poder ser demostrado en la práctica. Este fue el caso de las colectividades, tanto agrarias como industriales, basadas en el comunismo libertario, desarrolladas en el período 1936-1939, en un entorno muy difícil[15]. Demostraron con creces que la propuesta económica del comunismo libertario era eficaz en la práctica, ya que no fracasó por su colapso interno, sino por la represión exterior. Esta represión fue llevada a cabo en primer lugar por el valeroso quinto regimiento al mando del estalinista Líster[16]; el ejército golpista de Franco acabó de rematar la faena.
Uno de los puntales más firmes de un movimiento antiautoritario tan potente como era el movimiento anarquista de este país, es la coherencia. El hecho de dejar en pie las estructuras políticas de la Generalitat de Cataluña, suponía dejar en pie un enemigo, cuya misión sería la de conspirar contra la revolución, al igual que los estalinistas del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Si a esto añadimos el escandaloso crecimiento de la burocracia en el seno del movimiento, el resultado final contrarrevolucionario no era sorprendente. El anarquista italiano Camillo Berneri, que acudió a Barcelona en cuanto tuvo noticia del estallido revolucionario, observó con pesadumbre este asalto a los cargos. En una carta que escribió a su compañera Giovanna, confesaba: « Es verdad lo que dices: la mayoría te aprecia porque saben que eres importante… Ahora, al haber dejado todos los cargos, se me considera caído en desgracia. Los que piensan esto son aquellos que pelean por crearse un nicho. Es increíble la cantidad de pequeños oportunistas que pululan entre nosotros»[17]. El historiador Miguel Amorós abordó hace años este problema con gran rigor, consistiendo su metodología en analizar este proceso de continuas renuncias que desembocaron en los hechos de mayo y en el desastre final (Amorós, Miquel (2003). También Abraham Guillén era de la misma opinión al afirmar: « El movimiento libertario español estuvo muy preocupado por edificar la infraestructura del socialismo libertario, por abajo, pero se olvidó de consolidar y edificar el autopoder, como superestructura ácrata, por arriba» (Guillén, Abraham (1988), 121-122).

Con la derrota de la revolución española se cierra un importante capítulo de las luchas contra Estado y Capital. A partir de este momento el Estado procurará por todos los medios a su alcance arrebatar a la población aquellos instrumentos que la hacía evolucionar según sus propios deseos. Me refiero fundamentalmente a la educación y a la sanidad. Actualmente se intenta defender lo que se ha dado en llamar la educación y la sanidad públicas, pero en realidad debería hablarse de educación y de sanidad estatales, porque realmente es el Estado el responsable de la manipulación de las conciencias y de habernos convertido en ciudadanos medicalizados. Conseguir hoy autogestionar la educación y la sanidad es tarea prácticamente imposible, porque aunque no se opusieran las estructuras estatales, sería muy difícil llevarlo a la práctica por lo elevado de los costes. Aún así, todavía es posible encontrar algún islote aislado aquí y allá donde la intervención del Estado brilla por su ausencia.

En definitiva, en la actualidad parece haberse aceptado el capitalismo en una parte importante de la sociedad; incluso los mal llamados sindicatos mayoritarios, subvencionados por el Estado y la patronal apoyan decididamente este sistema de explotación. Esto nos vuelve a situar en lo que La Boétie denominó servidumbre voluntaria. Entre las causas de la misma, el humanista francés apuntaba a la costumbre y a la educación: nos educan como siervos y la costumbre de serlo nos hace seguir siéndolo: «es la costumbre la que consigue hacernos tragar sin repugnancia el amargo veneno de la servidumbre»[18].
Más recientemente el filósofo Agustín García Calvo lo corroboraba con su peculiar forma de expresión: «si las personas no creyeran que son libres, no podrían ser esclavos». O de otra manera: «si cada uno no creyera que hace lo que quiere, sería imposible que hiciera lo que le mandan».[19]
También Wilhelm Reich lo expresó a su manera: «lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe o que el explotado se declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por qué la mayoría de los explotados no van a la huelga».[20]
Por otro lado el capitalismo ha logrado embaucar, con su jerga inversionista, a una parte importante de la población —al menos en Occidente—, lo cual convierte a los explotados en parcialmente explotadores de sí mismos y de los demás. Este hecho explica que mucha gente que quiere un cambio radical de la sociedad, sea a la vez un obstáculo para la consecución de la misma.
La Boétie había analizado ya este proceso en su famoso ensayo cuando afirmaba, no sin cierto sarcasmo: « Extensa es la continuación de este proceso y quien quiera divertirse siguiendo este filón, verá que no son seis mil, sino cien mil, millones los que se anudan al tirano, sirviéndose de este hilo como Júpiter, que, según Homero, se jactaba de arrastrar hacia sí a todos los dioses si tiraba de la cadena.»[21]

A todo esto hay que añadir los medios de formación de masas, los cuales han conseguido ocupar prácticamente todo el espacio en el ámbito de la comunicación. Sólo restan algunas radios libres para emitir su crítica al actual sistema de explotación. En estas condiciones la sumisión al Estado y al Capital se ha generalizado de tal modo que es muy difícil encontrar un resquicio por el cual intentar abrir una brecha lo suficientemente importante para empezar a organizarnos siguiendo los presupuestos del comunismo anarquista.

Entre los obstáculos más importantes que se nos presentan a la hora de teorizar la organización de una sociedad anarquista, se encuentra el factor demográfico, pero se da la paradoja que este factor comienza ya a tener un peso negativo en el desarrollo del capitalismo.
El antropólogo francés Pierre Clastres, experto en el análisis de las sociedades sin Estado, que por lo común se denominan primitivas, lo señalaba con su habitual rigor: «¿En qué condiciones puede una sociedad prescindir del Estado? Una de ellas es que la sociedad sea pequeña. Por este derrotero me uno a lo que tú acabas de decir a propósito de Rousseau. Es cierto, las sociedades primitivas tienen esto en común: son pequeñas, en sentido demográfico y territorial y eso es una condición fundamental para que no se produzca la aparición de un poder separado en esas sociedades. Desde este punto de vista, se podría oponer término a término a las sociedades primitivas sin Estado y a las sociedades con Estado: las sociedades primitivas se sitúan del lado de lo pequeño, lo limitado, lo reducido, de la escisión permanente, del lado de lo múltiple, mientras que las sociedades con Estado están situadas exactamente en el lado opuesto; están en el lado del crecimiento, de la integración, de la unificación, se encuentran en el lado de lo único. Las sociedades primitivas, son sociedades de lo múltiple; las sociedades no primitivas, con Estado, son sociedades de lo único. El Estado es el triunfo de lo único». (La sociedad contra el Estado, Barcelona, Virus, pp. 238-239)

Una vez señaladas algunas de las dificultades con las que nos encontramos actualmente para alcanzar una sociedad libertaria, hay que seguir insistiendo en la posibilidad de su realización. El economista Abraham Guillén ha llevado a cabo un monumental trabajo distribuido en tres volúmenes en los cuales el profesor desarrolla minuciosamente cómo sería posible, desde el punto de vista económico, construir una sociedad libertaria. No me parece superfluo citar algunas de las consideraciones en torno a este problema. Analiza las colectividades anarquistas del 36-39, basadas en un federalismo económico y en un mercado autogestionario y en otro lugar afirma: «El socialismo libertario no tiene necesidad de planificación centralizada, sino de un socialismo de mercado, de la competencia entre grupos colectivos de trabajo, de la democracia directa en las empresas por medio de los consejos autogestores de obreros, técnicos y administrativos, que nombran al director de la fábrica y lo revocan; tienen el control de su empresa; son dueños colectivos de repartir e invertir su excedente económico; deben aportar o invertir una buena parte del mismo para realizar la reproducción ampliada del capital social (comunitario, no estatal). El socialismo sólo será con libertad o de autogestión; pues, de lo contrario, será capitalismo de Estado, donde de la burocracia sustituirá a la burguesía como nueva clase opresora y explotadora» (Guillén, Abraham (1990a), 135).

A esto yo añadiría que la organización ideal para preparar una posible sociedad libertaria continúa siendo el grupo de afinidad, estos grupos de común acuerdo pueden tejer una tupida red de relaciones al margen de la política parlamentaria, en todos los terrenos en que estos grupos se constituyan. De todos modos, mientras no sepamos integrar la servidumbre voluntaria en la ecuación: explotación más rebelión igual a represión, los movimientos antiautoritarios continuarán teniendo su talón de Aquiles.

Paco Madrid

Bibliografía
Amorós, Miquel (2003), La Revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y los Amigos de Durruti, Barcelona, 444 páginas
Excelente estudio de la revolución española y de las vicisitudes que llevaron a su fracaso.

Boétie, Étienne de la (2016), Discurso sobre la servidumbre voluntaria, Barcelona, Virus, 220 páginas
Aunque no fue el primero en escribir sobre esta cuestión, sí que fue el que más estructuró el discurso en una amplia disertación. Escrito en 1548 o 1550, posiblemente sea el libro más reeditado de todos los que se han publicado hasta ahora (exceptuando la Biblia, claro y posiblemente algún otro texto religioso).

El congreso confederal de Zaragoza (1955), Toulouse, 204 páginas
El dictamen sobre «Concepto confederal del comunismo libertario», se encuentra en páginas188-202. Reproducido en Revista de Trabajo (Madrid), 56 (octubre-diciembre 1976), 437-448

Guillén, Abraham (1988), Economía libertaria. Alternativa para un mundo en crisis, Bilbao, 635 páginas

Guillén, Abraham (1990a), Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria, Móstoles, 502 páginas

Guillén, Abraham (1990b), Socialismo libertario. Ni capitalismo de monopolios, ni comunismo de Estado, Móstoles, 567 páginas
En estos tres volúmenes, este economista anarquista lleva a cabo un minucioso estudio de cómo podría instituirse una sociedad libertaria

Instituciones actuales de la Internacional, bajo el punto de vista del porvenir, Las (1870), por L’Internationale de Bruxelles, La Solidaridad (Madrid), I, 8 (5 marzo 1870), 1-2. Incluido en Antología Documental del Anarquismo Español. Volumen 1: Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896), Madrid, 2001, pp. 117-119

Lorenzo, Anselmo (1974), El proletariado militante, prólogo y notas de José Álvarez Junco, Madrid, 1974, 490 páginas
Una de las mejores memorias de un militante anarquista internacionalista, el cual pone de relieve las dificultades que atravesaron los dos períodos de la Internacional en España y también las suyas propias hasta alcanzar un equilibrio emocional e intelectual

Marín i Silvestre, Dolors (1989-1990), De la llibertat per coneixer al coneixement de la llibertat. L'adquisició de cultura en la tradició llibertària catalana durant la dictadura de Primo de Rivera i la Segona República Espanyola, Tesi doctoral, Barcelona, 612 págs. + apéndices
Un trabajo excelente sobre las prácticas anarquistas de los grupos de afinidad, que explica en gran medida el proceso que se desarrolló a partir de julio de 1936

Mintz, Frank (1977), La autogestión en la España revolucionaria, Madrid, La Piqueta, 436 páginas
Uno de los primeros estudios sistemáticos de las colectividades anarquistas del 36-39

Paniagua, Xavier (1982), La sociedad libertaria, Barcelona, Crítica, 310 páginas
Un estudio bastante exhaustivo sobre los diferentes proyectos que diseñaron los anarquistas, en los años republicanos, para construir la sociedad libertaria.

Sinopsis Social. La anarquía, la federación y el colectivismo (1891), Sevilla, 17 páginas
Este ensayo fue publicado, en forma de artículos, en el periódico La Solidaridad de Sevilla, dirigido por Ricardo Mella, entre el número 9 del 14 de octubre de 1888 y el número 17 del 9 de diciembre de 1888. Aunque los artículos no están firmados, este ensayo se atribuye a Ricardo Mella. Ha sido incluido en Antología Documental del Anarquismo Español. Volumen 1: Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896), Madrid, 2001, pp. 376-392



[1] Aunque ya empezaron a esbozar sus presupuestos organizativos en La Justicia Humana, fue en Tierra y Libertad donde completaron dicha teoría, «Anarquía y organización», en varios capítulos. Algunos fragmentos de este proyecto pueden consultarse en Antología Documental del Anarquismo Español. Volumen 1: Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896), Madrid, 2001, pp. 333-346.
[2] Especialmente Autoridad y organización, publicado en 1888, que les sirvió de base para elaborar sus propias teorías sobre la organización de los grupos de afinidad.
[3] Con el título «La reacción en la revolución», en cinco capítulos, del número 18, junio de 1887 al 28, abril de 1888. Esta revista se puede descargar en http://www.cedall.org/Documentacio/Catala/cedall103509000_Acracia%201986%201988.htm
[4] Véase, Sinopsis Social. La anarquía, la federación y el colectivismo (1891).
[5] Acracia (Barcelona), 26 (febrero 1889), p. 477.
[6] Sinopsis Social. La anarquía, la federación y el colectivismo (1891), p. 14.
[7] A fin de zanjar la cuestión de si Oteiza era o no notario, traigo a colación la necrológica que le dedicó la Revista General de Legislación y Jurisprudencia de Madrid, 68 (enero-junio 1886), 301-302; después de dedicarle los elogios de rigor, afirma: « Ya Notario, tomó parte en varias oposiciones de Madrid y Zaragoza, obteniendo siempre los primeros lugares en las ternas; pero las veleidades de los gobernantes y la deficiencia de las leyes le privaron de lo que merecidamente le correspondía».
[8] Revista de Trabajo (Madrid), 49-50 (enero-junio 1975), p. 257.
[9] «La psicopatología de la sumisión», Revista Nueva (Barcelona), 25 de julio de 1925), 1-3
[10] Puente, Isaac, El Comunismo Libertario. Sus posibilidades de¡Error! Marcador no definido. realización en España, Valencia, Estudios, 1933, 40 páginas. Este ensayo fue reeditado en numerosas ocasiones.
[11] Paniagua, Xavier (1982), llevó a cabo un exhaustivo estudio de todas aquellas iniciativas que fueron sucediéndose a los largo de los añs republicanos hasta desembocar en la revolución de julio de 1936.
[12] Marín i Silvestre, Dolors, De la llibertat per coneixer al coneixement de la llibertat. L'adquisició de cultura en la tradició llibertària catalana durant la dictadura de Primo de Rivera i la Segona República Espanyola, Tesis doctoral inédita, Barcelona, 1989-1990, 406-407.
[13] El congreso confederal de Zaragoza (1955), p. 189.
[14] Anales de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, cuaderno 6º (abril-junio 1936), p. 199. Esta supina estupidez ha sido repetida en numerosas ocasiones, incluso entre los propios anarquistas.
[15] Mintz, Frank (1977). Este fue el primer estudio en profundidad de las colectividades libertarias. En la actualidad la bibliografía sobre el tema es muy abundante.
[16] Líster fue el encargado de disolver el Consejo de Aragón y destruir las colectividades, pero éstas se volvían a reorganizar tras el paso del quinto regimiento, cfr., Mintz, Frank (1977), p. 182.
[17] Pensieri e Battaglie, París, pp. 260-261.
[18] Boétie, Étienne de la (2016), p. 36.
[19] García Calvo, Agustín, Hijos, ¿para qué?
[20] Psicología de masas del fascismo, Madrid, Ayuso, 1972, p. 32.
[21] Boétie, Étienne de la (2016), p. 67.


HERMOSOS Y MALDITOS


HERMOSOS Y MALDITOS
FRANCIS SCOTT FITZGERALD

24 septiembre de 1896. SAINT PAUL. Estados Unidos
21 diciembre de 1940. HOLLYWOOD. Estados Unidos


         Que aquel anciano débil y poco inteligente poseyera un poder tal que, a pesar de la oposición de los periódicos sensacionalistas, en White Plains no abundasen las almas que él no pudiera comprar, directa o indirectamente, parecía tan imposible de creer como que en otro tiempo hubiese sido un bebé sonrosado.
--
         La soledad en Nueva York era una realidad palpable…
--
         Sus ideas eran las mentiras que habían gozado de popularidad veinte años antes; su mente trataba de mantener una vacilante y anémica trayectoria siguiendo la estela marcada por los editoriales de los diarios.
--
         … proporcionándole una paz que solo podía compararse con la paz que proporciona una mujer estúpida.
--
         -Geraldine. La acomodadora de Keith´s. Te he hablado de ella.
         -¡Ah!
         -Fue a visitarme a las tres y se quedó hasta las cinco. Una criatura muy peculiar… su absoluta estupidez me tiene fascinado.
--
         … intentó imaginarse a sí mismo en el Congreso, hozando en la porquería de aquella increíble pocilga entre las estrechas y porcinas frentesque veía a veces retratadas en las secciones de rotograbado de los periódicos dominicales…
--
         LA VOZ. Es la tierra más opulenta y espléndida que hay en el mundo: una tierra donde los sabios son solo un poco más sabios que los estúpidos; una tierra donde los gobernantes tienen la inteligencia de un  niño y los legisladores creen en Santa Claus; donde mujeres feas controlan a hombres fuertes…
--
         La una en punto. Tenedor en mano, Gloria torturaría el corazón de una rendida alcachofa, mientras su acompañante se serviría las espesas y goteantes frases propias de todo hombre embelesado.
--
         Anthony se dejó caer apáticamente en una silla, con la mente cansada… cansada de nada y de todo; cansada del peso del mundo que él no había elegido nunca tener que soportar. (…)
         Anthony parecía haber heredado tan solo la vasta tradición del fracaso humano… eso, y el sentido de la muerte.
--
         Más por el temor a la soledad que por el deseo de tener huéspedes, dadas las molestias que eso lleva consigo, llenaban la casa de invitados todos los fines de semana y, con frecuencia, también durante los días de entre semana.
--
         A su derecha, a media milla siguiendo el curso del río, que se arrastraba detrás de la luz como un brillante y viscoso rastro de caracol, parpadeaban las desperdigadas luces de Marietta.
--
         “Sucedió una vez que todos los hombres inteligentes y congenio del mundo llegaron a profesar una misma fe… es decir, la falta de fe. Pero les preocupaba pensar que, al cabo de unos pocos años después de su muerte, se les atribuirían muchos cultos y sistemas y presagios que nunca habían considerado ni propuesto. De manera que se dijeron unos a otros: Reunámonos y escribamos un gran libro que logre para siempre burlarse de la credulidad de los hombres. Convenzamos a nuestros poetas más eróticos para que escriban sobre los deleites de la carne, y a algunos de nuestros más vigorosos periodistas para que añadan historias de amores famosos. Incluiremos los más absurdos cuentos de viejas que circulan ahora. Escogeremos los humoristas con mayor agudeza para dar forma una deidad sacada de todos los dioses adorados por la humanidad, un dios de mayor magnificencia que todos los demás, pero al mismo tiempo con tantas debilidades humanas que se convierta en objeto de risa para todo el mundo…y le atribuiremos todo tipo de chistes y vanidades y enfados, a los que se dará por supuesto que se entrega para su propia  diversión, de manera que la gente leerá nuestro libro y meditará sobre él, y dejarán, ya para siempre,de decirse desatinos en el mundo.
         Finalmente, ocupémonos de que el libro posea todas las virtudes estilísticas, de manera que dure para siempre como testigo de nuestro profundo escepticismo y universal ironía.
         Así lo hicieron, y posteriormente murieron.
         Pero el libro siguió viviendo, tal era la belleza con que lo habían escrito, y tan asombrosas las cualidades imaginativas con que aquellos hombres de inteligencia y de genio lo habían dotado. Ellos no se molestaron en darle nombre, pero después de su muerte se le llegó a conocer con el nombre de la Biblia”.
--
         Anthony sospechaba que el oculto propósito de la guerra era permitir que los oficiales del ejército regular –hombre con mentalidad y aspiraciones de colegiales- pudieran participar en una verdadera matanza.
--
         Dos de cada tres oficiales profesionales creían, en su corazón infantil, que las guerras se hacían para los ejércitos y no los ejércitos para las guerras.
--
         …y los diplomáticos se consagraban a su tarea de siempre; hacer del mundo un sitio adecuado para nuevas guerras.
--
         Sin embargo, ellos mismos no se sentían desconcertados porque no había en ellos la menos posibilidad de confusión: de mes en mes cambiaban de frases con la misma facilidad con que cambiaban de corbata.
--

EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)




Mares negros
para seres de piel negra
el limbo de una raza
que se ahoga
a las puertas de los sueños

allí quedan sumergidos
los brazos hacía arriba
en el silencio
de una muerte predestinada

qué paradoja
que mientras te ahogas
el horizonte se clave
en tu mirada

tan cerca
que duele morirse

y las aguas se llenan
de lágrimas frustradas
que hacen que el mar
crezca unos milímetros
sea un poco más salado
y le piquen los ojos a los peces

peces que nadan curiosos
entre ese bosque
de piernas y brazos
de esas personas
a las que nunca
llegaremos a conocer