LA MODA... SIN FRONTERAS

 
Médicos Sin Fronteras; Psiquiatras Sin Fronteras; Abogados Sin Fronteras; Explotadores S/F; Traficandes de Cocaína S/F; Gilipollas S/F (me propongo); Nacionalistas S/F; Constructores de Fronteras S/F; Militares S/F; Fabricantes de Armas S/F; Piratas S/F; Farmacéuticos S/F; Conquistadores S/F; Bomberos S/F; Multinacionales S/F; Fontaneros S/F; Torturadores S/F; Payasos S/F; Xenófobos S/F; Dietistas y Liposuccionadores S/F; Amas de Casa Afectadas por las Manchas de Picota S/F; Neo-Colonizadores S/F; Economistas S/F; Españoles Casposos S/F; Meapilas S/F; Fabricantes de Estampitas de San Blas S/F; Madres de Niñas que al Cruzar la Barca, por el Mero Hecho de Ser Guapas, no Pagan Dinero S/F; Zurcidoras S/F...

La lista puede ser interminable, pero siempre echaré en falta la ausencia de "Rebeldes-Sometidos- Explotados En Lucha Permanente Contra las Fronteras, los Estados y los Dioses de Cualquier Ralea... SIN FRONTERAS", claro.


EL BOBO DE KORIA

sin redención

No sirven las lamentaciones para pedir limosna, pues tampoco queda quién pueda darla. Agraciados todos por calamidades que llegan de la mano en la que reconocías a tus amos. Ahora te sellan la boca con los escombros de tu futuro ¿O era el suyo?
No llegas a comprender todavía que ellos inventaron la lástima, que fueron tus hacedores quienes te entregaron esa herramienta que tu crees blandir con maestría.
No tienes secreto para quién te moldeó, para quién con sus manos hediondas amasaba tu cuerpo mientras tú te dejabas hacer ¿Ya no lo recuerdas?  Te duele pensar que como una ramera engañada te entregaste lascivo a la lengua que te decía lo que tu añorabas oír.
Que fácil les fue empachar tu vanidad. Entregarte ínsulas imaginarias con las que hipotecar tus sueños, y tú, que en tu ambición arrastraste a los tuyos ¿Qué palabras tienes para ellos ahora?  Tus cachorros esperarán la hora definitiva de tu debilidad para abalanzarse sobre ti, y consumar su venganza despedazando tus míseros restos.
Esa es la herencia que legas a tu estirpe, los frutos de la corrompida educación que les impusiste están al llegar, como una enfermedad o una epidemia, destrozareis todo aquello que toquéis con vuestras manos. Todo menos el imperio de tus amos, el reino de la calamidad, donde nacen los hilos que sujetan tus manos y pies, y adonde vuelve toda la fangosa riqueza que producís y que nunca será vuestra. ¿Recuerdas cuando codiciabas esos tesoros? Pasaban por tus manos a diario, enloquecían tus pesadillas, a las que sujetabas con piedad. Pensando en la recompensa vacía de tu vida miserable que velabas como un regalo divino, sin intuir que no era más que un cepo de hierro herrumbroso entregado a tu voracidad.
¿Llegas a entender el porqué de todo esto? ¿Y entonces?
Tus lamentos no te salvaran porque estaban previstos, entraban dentro de la calculada coyuntura de tu yugo.
Tratas de hacer ver a los otros que no pasa nada, que tienes todo bajo control, pero en la locura insomne de tus noches, pereces de rabia, de terror. Reconoces todos y cada uno de tus errores, de tus maldades, y también reconoces todas y  cada una de las mentiras que quisiste creer, y que te condenaron a ti y a los tuyos. Aun quieres negar la realidad de que no eres nada ni nadie. Aun algunos ramalazo de orgullo quieren equipararte con un yo abstracto pleno de grandeza. Y entonces llega el amanecer, la realidad, tu prisión, tu condena, y rendido lloras el poco precio cobrado por tu alma, que una vez entregada no te dejo nada para negociar.

Morir abrasados



La pobreza tiene muchas formas de matar. La pobreza generada por crisis económicas también. Sin llegar al extremo de morir de hambre, existen otras muchas muertes, que se obvian, o intencionadamente no se relacionan con la bajada del nivel de vida. Estas muertes, se producen constantemente, y ocupan un lugar casi insignificantes en las noticias de sucesos.
En el último mes del año que acaba de finalizar, se han producido en la península diferentes incendios en viviendas, todos provocados por estufas o sobrecargas en la red eléctrica de las viejas viviendas. La balanza no deja muchas opciones, o te mueres de frío, o alguna enfermedad derivada del mismo o la humedad, o tratas de buscar calor de la forma más económica posible, que en muchos hogares pobres, pasa por un brasero de picón, o estufas de gas, o pequeños braseros eléctricos. Causante en casi todos los casos de los incendios ocurridos. Solo en diciembre de 2012 hubo 1102 llamadas por incendios al 112, y el febrero del 2013 hubo 1068. Un 50% de las muertes por incendio se producen en invierno.

Piensen un momento en esas personas muertas por asfixia, o calcinadas en sus propias casas, sus propias tumbas. Ancianos, niños, seres que habitan en la cuneta de la vida, empujados allí, por la falta de recursos. Mientras al otro lado de la ciudad, viviendas inmensas mantienen temperaturas de 25º durante todo el día y la noche.

En el colmo del cinismo, los ayuntamientos y autoridades se limitan a aconsejar sobre como actuar ante un incendio. Nadie te dice como has de actuar frente al frío, frente al abandono, frente a la miseria. Luego dicen estar preocupados por la situación, claro, una situación que afea el nombre de sus ciudades, que destapa la cara de la pobreza, una cara que ellos no quieren ver, que ignoran mientras un enorme desperdicio energético engrosa la deuda de esos municipios, a través del exceso de calefacción de edificios públicos, de transportes, y de museos, cuyas salas vacías y cálidas provocan más indignación ante estas muertes.

Muchas personas mueren al año, por la dejadez de los gobernantes, por priorizar sus políticas olvidándose de los ciudadanos que pagan el grueso de sus gastos, de sus derroches. Así vemos carreteras que parecen tercermundistas, servicios públicos sin medios, personas abandonadas a su suerte. Mientras ellos se dedican a otras cosas, a lo suyo, a mentir, y a mantener una exclusión cada vez más evidente.

Las personas siguen muriendo, mientras oímos la preocupación de los gobernantes, ante una hipotética amenaza terrorista islámica. Dicen tener protocolos, y protegernos, mientras morimos de abandono dentro de su feliz comunidad.


El reverendo Yorick.
Pensaba en supersticiones de viejos
para paliar su miedo
para poder salir a la calle
sin que le temblaran las manos

no es verdad -se decía-
que lloviera como sangre
que el Sol trás un velo púrpura
se riera de nosotros

el viento caliente dictaba lo contrario
y se empeñaba y conseguía
arrastrar dunas hasta sus ojos