La
pobreza tiene muchas formas de matar. La pobreza generada por crisis
económicas también. Sin llegar al extremo de morir de hambre,
existen otras muchas muertes, que se obvian, o intencionadamente no
se relacionan con la bajada del nivel de vida. Estas muertes, se
producen constantemente, y ocupan un lugar casi insignificantes en
las noticias de sucesos.
En
el último mes del año que acaba de finalizar, se han producido en
la península diferentes incendios en viviendas, todos provocados por
estufas o sobrecargas en la red eléctrica de las viejas viviendas.
La balanza no deja muchas opciones, o te mueres de frío, o alguna
enfermedad derivada del mismo o la humedad, o tratas de buscar calor
de la forma más económica posible, que en muchos hogares pobres,
pasa por un brasero de picón, o estufas de gas, o pequeños braseros
eléctricos. Causante en casi todos los casos de los incendios
ocurridos. Solo en diciembre de 2012 hubo 1102 llamadas por incendios
al 112, y el febrero del 2013 hubo 1068. Un 50% de las muertes por
incendio se producen en invierno.
Piensen
un momento en esas personas muertas por asfixia, o calcinadas en sus
propias casas, sus propias tumbas. Ancianos, niños, seres que
habitan en la cuneta de la vida, empujados allí, por la falta de
recursos. Mientras al otro lado de la ciudad, viviendas inmensas
mantienen temperaturas de 25º durante todo el día y la noche.
En
el colmo del cinismo, los ayuntamientos y autoridades se limitan a
aconsejar sobre como actuar ante un incendio. Nadie te dice como has
de actuar frente al frío, frente al abandono, frente a la miseria.
Luego dicen estar preocupados por la situación, claro, una situación
que afea el nombre de sus ciudades, que destapa la cara de la
pobreza, una cara que ellos no quieren ver, que ignoran mientras un
enorme desperdicio energético engrosa la deuda de esos municipios, a
través del exceso de calefacción de edificios públicos, de
transportes, y de museos, cuyas salas vacías y cálidas provocan más
indignación ante estas muertes.
Muchas
personas mueren al año, por la dejadez de los gobernantes, por
priorizar sus políticas olvidándose de los ciudadanos que pagan el
grueso de sus gastos, de sus derroches. Así vemos carreteras que
parecen tercermundistas, servicios públicos sin medios, personas
abandonadas a su suerte. Mientras ellos se dedican a otras cosas, a
lo suyo, a mentir, y a mantener una exclusión cada vez más
evidente.
Las
personas siguen muriendo, mientras oímos la preocupación de los
gobernantes, ante una hipotética amenaza terrorista islámica. Dicen
tener protocolos, y protegernos, mientras morimos de abandono dentro
de su feliz comunidad.
El
reverendo Yorick.