LA NIÑA QUE AMABA LAS CERILLAS

 

LA NIÑA QUE AMA LAS CERILLAS

GAETÁN SOUCY

 

21 octubre de 1958. MONTREAL. Canadá

9 julio de 2013. MONTREAL. Canadá

 

         Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del universo, pues una mañana, papá entregó su espíritu…Mi hermano y yo necesitábamos órdenes para no borrarnos por trozos, era nuestro mortero. Sin papá nada sabíamos hacer. Apenas podíamos vacilar, existir, temer, sufrir.

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         Empezamos entonces a bajar el cadáver envuelto de padre para depositarlo en la mesa de la cocina de nuestra residencia terrestre. (…) En la escalera se vino la desgracia sobre el pobre mundo. Quiero decir que hermano perdió pie y papá se nos escapó de las manos por la rampa: cayó como un piano…Al dejar caer a papá, el sudario de pronto se había entreabierto y, como padre estaba en traje de Eva, era como si nosotros estuviéramos allí de tú a tú con sus cojones.

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         “Lo descubrimos suspendido esta mañana al extremo de una cuerda dela cual se había colgado él mismo sin otorgar aviso”. El sacerdote hizo sobre su vientre un signo de la cruz.

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         -Todas las madres son putas, pero también se puede decir, si nos parece, que son santas vírgenes. Es ínfimo el matiz.

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         -¿Por qué hablas siempre de ti como si fueras un chico? Y ese acento de Marsella, me pregunto dónde lo habrás pescado… ¿Acaso no sabes que eres una chica? (…)

         Una vez me sucedió una calamidad, creo que perdí los cojones. Eso me hizo sangrar durante varios días, y después cicatriza y después vuelve a empezar, depende de la luna, ay ay ay ay, depende de la luna, y también comencé entonces a tener las protuberancias en el torso.

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         -No tenemos una caja bastante grande para meter a papá dentro –dijo-, y eso es culpa tuya.

         Puse carta de escándalo.

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         Hubo una vez, mucho antes de que me convirtiera en fuente natural de sangre y sin duda cuando  aún tenía en las nalgas todos los bártulos como la religión manda…

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         No somos una gran cosa ante la muerte, ni antes ni después, esta muchacha en verdad os lo confía.

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         Y el primer sol de una religión, a menos que del todo me equivoque, siempre es un cadáver que se mueve.

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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

 

        

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