De VALTER HUGO MÂE

EL APOCALIPSIS DE LOS TRABAJADORES

VALTER HUGO MÂE
Saurimo (Angola) en 1971



y viendo que el animal, al final, se portaba bien, dijo, es un rectángulo marrón, un ridículo rectángulo marrón, debe de estar lleno de pulgas y se llama portugal, tiene razón, es un buen hombre, vamos a darle un baño.

después de muertas estaremos mejor, no soy de los que quieren dejar huella en un lugar donde no hacen otra que fastidiarnos, sí, también yo pienso lo mismo, es verdad, será morirse y todo será mejor, y si san pedro fuese un hijo de puta redomado, qué, así como un portero de discoteca, ya sabes, esperando a que le enseñes la tarjeta de cliente, de esas especiales que sólo se dan a los amigos que tienen los bolsillos llenos,

aquella necia de la agente quintal, con un bigote que era como dos veces el de mi augusto,

menudo hijo de la gran puta, decía quitéria, y tú deja ya de llorar, que ya ni llorar debías por ese maldito,

puedo llamar al mayordomo para que nos sirva una picha, maría da graça empezó a reírse entre lágrimas y dijo, casi sin pensar, ay qué falta me hace, qué ganas de tener una, no seas maleducada, una duquesa nunca dice esas cosas de ese modo, hace siempre como que no tienen chocho y que en su país no hay calores de éstos, qué tontas, las duquesas, más vale no tener palacios y vivir entre la muchedumbre.

aquí está mi lejía del rincón del gourmet, la mejor, para las sopas de mi adorado marido, pensaba una vez tras otra, y pensaba que alguien tan racista y mentiroso como él no hacía ninguna falta en este mundo,


EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

De SAMUEL BECKETT

MOLLOY de SAMUEL BECKETT
13 abril de 1906, FOXROCK (Irlanda)
22 diciembre de 1989, PARÍS (Francia)



Aproveché aquella estancia para aprovisionarme de piedras de succión. Eran guijarros, pero las llamo piedras. Sí, aquella vez adquirí una importante reserva. Las distribuí equitativamente entre mis cuatro bolsillos y las iba chupando por turno. Lo cual planteaba un problema que al principio resolví del modo siguiente. Yo tenía, pongo por caso, dieciséis piedras, cuatro en cada bolsillo (los dos de mi pantalón y los dos de mi abrigo). Tomando una piedra del bolsillo derecho de mi abrigo, y poniéndomela en la boca, la reemplazaba en el bolsillo derecho de mi abrigo por una piedra del bolsillo derecho de mi pantalón, que reemplazaba por una piedra del bolsillo izquierdo de mi pantalón, que reemplazaba por una piedra del bolsillo izquierdo de mi abrigo, que reemplazaba por la piedra que tenía en la boca en cuanto terminaba la succión. De modo que siempre había cuatro piedras en cada uno de mis cuatro bolsillos, aunque no exactamente las mismas piedras. Y cuando me volvían las ganas de chupar, hundía la mano nuevamente en el bolsillo derecho de mi abrigo, con la certidumbre de que no iba a salirme la misma piedra de antes. Y, mientras la iba succionando, volvía a poner en orden las otras piedras, como acabo de explicar. Y así sucesivamente. Pero solo a medias me satisfacía esta solución. Pues no se me ocultaba que, por una extraordinaria casualidad, podían estar circulando siempre las mismas cuatro piedras. En cuyo caso, lejos de estar succionando las dieciséis piedras por turno, en realidad estaría succionando solo cuatro, siempre las mismas, por turno. Pero tenía buen cuidado de removerlas en mis bolsillos, antes de darles el chupeteo, y durante el mismo, antes de proceder a los traslados, con la esperanza de generalizar la circulación de las piedras de un bolsillo a otro. Pero era un mal menor, al cual no podía resignarse por mucho tiempo un hombre como yo. De modo que me puse a buscar otra solución. Y empecé por preguntarme si no haría mejor transportando las piedras de cuatro en cuatro, y no de una en una, es decir, que mientras chupaba podía tomar las tres piedras que quedaban en el bolsillo derecho de mi abrigo y colocar en su lugar las cuatro del bolsillo derecho de mi pantalón, y en lugar de estas, las cuatro del bolsillo izquierdo de mi pantalón, y en lugar de estas, las cuatro del bolsillo izquierdo de mi abrigo, y, por último, en lugar de estas, las tres del bolsillo derecho de mi abrigo y, en cuanto terminara de succionarla, la que tenía en la boca. Si, al principio me parecía que de este modo obtendría mejores resultados. Pero me ví forzado a cambiar de opinión, en cuanto reflexioné, para reconocer que la circulación de las piedras e grupos de cuatro venía a ser lo mismo que su circulación por unidades. Porque si bien tenía la seguridad de encontrar cada vez en el bolsillo de mi abrigo cuatro piedras totalmente distintas de las que las habían precedido inmediatamente, no por ello dejaba de subsistir la posibilidad de que fuera a dar siempre con la misma piedra, en cada grupo de cuatro, y que, por consiguiente, en lugar de succionar las dieciséis por turno, como era mi deseo, no succionara realmente más que cuatro, siempre las mismas por turno. Debía indagar, pues, en cuestiones distintas del procedimiento de circulación. Porque siempre tropezaba con el mismo azar, cualquiera que fuese el modo de hacer circular las piedras que adoptase. Era evidente que aumentando el número de mis bolsillos aumentaba en igual proporción mis posibilidades de sacar provecho de mis piedras según mis deseos, es decir, una tras otra hasta el final. Por ejemplo, caso de haber tenido ocho bolsillos en vez de cuatro, ni siquiera el azar más malévolo hubiera podido impedir que de mis dieciséis piedras succionara al menos ocho por turno. Para decirlo todo de una vez, hubiera necesitado dieciséis bolsillos para estar totalmente tranquilo. Y durante mucho tiempo me detuve en tal conclusión de que a menos que tuviera dieciséis bolsillos, cada uno con su piedra, nunca alcanzaría el objetivo que me había propuesto, salvo que concurriera algún azar extraordinario. Y si bien era concebible que doblara el número de bolsillos, aunque fuera dividiendo cada bolsillo en dos mediante algunos imperdibles por ejemplo, cuadruplicarlos me parecía que superaba el límite de mis posibilidades. Y no quería tomarme ninguna molestia solo para conseguir una solución intermedia. Porque empezaba a perder el sentido del justo medio, desde que empecé a luchar con aquel problema, y me decía: “Todo o nada”. Y solo por un instante consideré la posibilidad más equitativa entre mis piedras y mis bolsillos, reduciendo aquellas al número de estos. Lo cual hubiera sido tanto como declararme vencido. Y sentado en la playa, ante el mar, dispuestas ante mis ojos las dieciséis piedras, las contemplaba con ira y perplejidad. (…) de pronto un día se me ocurrió la idea luminosa de que quizá podría alcanzar mis objetivos sin aumentar el número de mis bolsillos ni reducir el de mis piedras, mediante el simple expediente de sacrificar el principio del arrumaje. Me llevó algún tiempo penetrar el significado de esta proposición, que se puso de pronto a cantar dentro de mí, como un versículo de Isaías o Jeremías. Especialmente la palabra arrumaje me resultó oscura de comprensión durante mucho tiempo, porque no la conocía. Pero a fin de cuantas creí adivinar que la palabra arrumaje no podía significar otra cosa, otra cosa mejor que el reparto de las dieciséis piedras en cuatro grupos de cuatro, uno en cada bolsillo, y que lo que había falseado todos mis cálculos hasta el presente y convertido el problema en insoluble era el rechazo de plantearme un reparto distinto. Y a partir de tal interpretación, fuera o no acertada, pude llegar finalmente a una solución, poco elegante, sin duda, pero sólida. Ahora bien, estoy completamente dispuesto a creer, e incluso lo creo firmemente, que existían, que incluso tal vez siguen existiendo otras soluciones para este problema, tan sólidas como la que voy a intentar describiros, pero más elegantes. Y creo también que con un poco más de constancia y de resistencia yo mismo hubiera podido dar con ellas, Pero estaba cansado, cansado, y cobardemente me contenté con la primera solución real que encontré para el problema. Y he aquí, en todo su horror, mi solución, ahorrándoos la recapitulación de las ansiosas etapas que tuve que atravesar antes de desembocar en ella. Bastaba simplemente con (¡simplemente con!) colocar por ejemplo, para empezar, seis piedras en el bolsillo derecho de mi abrigo (pies este es siempre el primer bolsillo del que saco una piedra), cinco en mi bolsillo derecho de mi pantalón, y otras cinco en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, así salían las cuentas, cinco por dos, diez, y seis, dieciséis, y ninguna piedra, porque ya no quedaba ninguna, en el bolsillo izquierdo de mi abrigo, que por el momento permanecía vacío, vacío de piedras se entiende, porque conservaba su contenido habitual, así como otros objetos de paso. Porque ¿dónde creíais que guardaba mi cuchillo de cocina, mis cubiertos de plata, mi bocina y todo lo demás que aún no he mencionado y que  quizá no mencionaré jamás? Vale. Ahora puedo iniciar mi succión. Caso una piedra del bolsillo derecho de mi abrigo, la chupo, la dejo de chupar, la guardo en el bolsillo izquierdo de mi abrigo, el vacío (de piedras).Saco una segunda piedra del bolsillo derecho de mi abrigo, la chupo, la guardo en el bolsillo izquierdo de mi abrigo. Y así sucesivamente hasta que el bolsillo derecho de mi abrigo queda vacío (aparte de su contenido habitual y pasajero) y las seis piedras que acabo de chupar, una tras otra, han pasado íntegramente al bolsillo izquierdo de mi abrigo. Entonces me paro, me concentro,, no vaya a cometer un disparate, y traslado al bolsillo derecho de mi abrigo, que se ha quedado sin piedras, las cinco piedras del bolsillo derecho de mi pantalón, que reemplazo por las cinco piedras del bolsillo izquierdo de mi pantalón, que reemplazo por las seis piedras del bolsillo izquierdo de mi abrigo. De modo que una vez más se queda sin piedras el bolsillo izquierdo de mi abrigo, mientras que el bolsillo derecho de mi abrigo rebosa nuevamente de ellas, y en el buen sentido, es decir, de piedras diferentes de las que acabo de chupar y que me pongo a chupar ahora, una tras otra, y a trasladar sucesivamente al bolsillo izquierdo de mi abrigo, con la certidumbre, hasta donde es posible tenerla en este orden de ideas, de que estoy chupando piedras distintas de las anteriores. Y cuando el bolsillo derecho de mi abrigo queda nuevamente vacío (de piedras) y la cinco que acabo de chupar se encuentran todas sin excepción en el bolsillo izquierdo de mi abrigo, procedo a la misma redistribución de antes, o a una redistribución análoga, es decir, que traslado al bolsillo derecho de mi abrigo, otra vez disponible, las cinco piedras del bolsillo derecho de mi pantalón, que reemplazo por las cinco piedras del bolsillo izquierdo de mi abrigo. Con lo cual estoy en situación de volver a empezar ¿Debo proseguir? No, porque está claro que al final de la próxima serie de succiones y traslados la situación inicial se habrá restablecido, es decir, que volveré a tener las seis primeras piedras en el bolsillo inicial, las cinco siguientes en el bolsillo derecho de mi viejo pantalón y, en fin, las cinco últimas en el bolsillo izquierdo de la misma prenda de vestir, de modo que mi dieciséis piedras habrán sido succionadas una primera vez en sucesión impecable, sin que una sola de ellas haya sido succionada dos veces, sin que una sola se haya quedado sin ser succionada. Cierto que al volver a empezar no podía albergar muchas esperanzas de chupar mis piedras en el mismo orden que la primera vez y que la primera, séptima y duodécima del primer ciclo, pongo por caso, podían muy bien ser la sexta, undécima y decimosexta, respectivamente, del segundo, para ponernos en el peor de los casos. Pero se trataba de un n que no podía evitar. Y si en los ciclos tomados en su conjunto debía reinar una confusión inexplicable, al menos en el interior de cada ciclo podía estar tranquilo, bueno, todo lo tranquilo que se puede estar en esta clase de actividad. Porque para que todos los ciclos fueran iguales, en lo que respecta a la succión de las piedras en mi boca (¡y Dios sabe si tenía interés en ello!) hubiera necesitado o bien dieciséis bolsillos o bien tener numeradas las piedras. Y antes que fabricarme doce bolsillos más o numerar las piedras, prefería contentarme con la tan relativa tranquilidad de que gozaba en el interior de cada ciclo aisladamente considerado. Porque no bastaría con numerar las piedras, sino que hubiera sido necesario, cada vez que me ponía una en la boca, recordad qué número tocaba y buscarla en mis bolsillos. Lo cual me hubiera quitado el sabor de chupar en muy breve tiempo. Porque nunca hubiera estado seguro de no equivocarme, a menos que llevara uan especie de registro, donde hubiera apuntado mis mpiedras a medida que las chupaba. Cosa de ka que me creía incapaz. No, la única solución perfecta hubiera sido tener los dieciséis bolsillos, simétricamente dispuestos, cada uno con su piedra. Entonces no hubiera necesitado ni números ni reflexión, sino únicamente, mientras mchupase determinada piedra, hacer avanzar a las quince restantes, un bolsillo cada una, trabajo bastante delicado si queréis, pero que entraba en el límite de mis posibilidades, y meter la mano en el mismo bolsillo cada vez que me vinieran ganas de chupar. Así habría podido estar tranquilo, no solo en el interior de cada ciclo aisladamente considerado, sino también respecta al conjunto de los ciclos, aunque se multiplicaran hasta el infinito. Pero de todos modos estaba muy contento de haber encontrado mi propia solución, por imperfecta que fuese, sin ayuda de nadie. Y si bien era menos sólida de lo que creí al principio, en el entusiasmo inicial de mi descubrimiento, su inelegancia continuaba siendo absoluta. Y, en mi opinión, era inelegante sobre todo porque el reparto desigual de las piedras me resultaba físicamente penoso. Cierto que se establecía un cierto equilibrio en un momento dado, al inicio de cada ciclo, a saber, entre la tercera y la cuarta chupada, pero no duraba mucho. Y el resto del tiempo sentía que el peso de las piedras me tironeaba, ya a derecha, ya a izquierda. De modo que al renunciar al arrumaje renunciaba a algo más que a un principio, renunciaba a una necesidad física. Aunque creo que también era una necesidad física chupar las piedras como he expuesto, es decir, no de cualquier manera, sino de acuerdo con un método. De modo que se trataba del enfrentamiento irreconciliable de dos necesidades físicas. Cosas que pasa. Pero en el fondo no me importaba lo más mínimo sentirme en desequilibrio perpetuo, tironeado a derecha, a izquierda , hacia delante y hacia atrás, como también me daba exactamente igual chupar cada vez una piedra diferente o siempre la misma piedra por los siglos de los siglos. Porque todas tenían el mismo sabor Y había recogido dieciséis, no para cargar con ellas de este o aquel modo, o para chuparlas por turno, sino simplemente para disponer de una pequeña provisión de reserva. Aunque de todos modos me importara mucho quedarme sin ninguna, no por eso me encontraría peor, o en todo caso la diferencia sería mínima. Y finalmente adopté la solución de tirar todas mis piedras, salvo una, que guardaba a veces en un bolsillo, a veces en otro, y que por supuesto no tardé en perder, o tirar, o regalar, o tragarme.


EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

¿LOS PAPAS CREEN DE...

¿Los papas creen de verdad en Dios? Tengo un amigo cura al que se lo he preguntado, pero se va por las ramas.
LUIS LANDERO – (EL PAÍS 30-1-2017)

Me pregunto de qué diablos iban a hablar los hombres si no hubiera coches.
LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA – MICHEL HOUELLEBEQ

Y en el mismo momento en que uno muere, en esa misma noche, muere con él mil criaturas, algunos sabios y muchos tontos; y la sabiduría de los primeros no les salva de morir, y la estulticia de los segundos no les impide hacerlo.
JEREMY TAYLOR –OBISPO INGLÉS, SIGLO XVII

…por eso todos los inquisidores del mundo queman los libros en vano, porque cuando un libro comunica algo válido, su ritmo silencioso persiste incluso, mientras lo devoran las llamas, y es que un verdadero libro siempre indica algún camino nuevo que conduce más allá de sí mismo.
UNA SOLEDAD DEMASIADO RUIDOSA – BOHUMIL HRABAL

Nosotras nos miramos unas a otras los cuerpos buscando defectos, y cuando encontramos los de las demás, nos sube la autoestima.
SEXUALMENTE – NURIA ROCA

Trump no es sólo una enfermedad, también es síntoma de la normalización del fascismo. Se empieza admitiendo la expresión pública del odio y se acaba justificando la violencia. Ahora sí, la comparación con el nazismo es acertada.
JAVIER GALLEGO – (EL DIARIO 31-1-2017)

-O sea, estaría bien sugerir que en lugar de decir “coño” cada vez que se quiere expresar sorpresa o contrariedad, debería decirse “¡Oh, parte externa del aparato genital de la hembra, me han robado la cartera!”.
LOS LIBROS SON TÍMIDOS – GIULIA ALBERICO

Tendida en la cama, de regreso de la librería; los libros recién comprados junto a mí. Los huelo, los toco, releo la contraportada, cojo uno de ellos, luego otros, otro más; me encuentro en ese bienestar que sigue a la adquisición y precede a la inmersión en una historia.
LOS LIBROS SON TÍMIDOS – GIULIA ALBERICO

Siempre he olfateado los libros, al igual que los cuadernos, con un gesto instintivo, primario, animal. (…) Los olores que exhalan los libros son su poesía.
LOS LIBROS SON TÍMIDOS – GIULIA ALBERICO

EL BOBO DE KORIA (RECOPLADOR)


MOLLOY

MOLLOY de SAMUEL BECKETT

13 abril de 1906, FOXROCK (Irlanda)
22 diciembre de 1989, PARÍS (Francia)


Y en invierno me envolvía, bajo el abrigo, con tiras de papel de periódico, y no me las quitaba hasta que despertaba la tierra, hasta que despertaba realmente, en abril. El Suplemento literario del Times era excelente a tal efecto, de una solidez e impermeabilidad a toda prueba. Ni los pedos lo rompían. Qué voy a hacerle, suelto ventosidades a cada paso, de modo que alguna alusión he de hacer de vez en cuando al asunto, pese a la lógica repugnancia que me inspira. Un día conté mis gases. Trescientos quince en diecinueve horas, lo que da una media de más de dieciséis pedos por hora. Lo cual no es mucho. Cuatro pedos cada cuarto de hora. Total, nada. Vaya, vaya, soy un pedorrero de pacotilla, he hecho mal en decir otra cosa. Resulta extraordinario cómo las matemáticas ayudan a conocerse a sí mismo.

… pues mi único medio de subsistencia es la pensión de guerra de mi querido difunto, muerto por lo que llaman su patria, de la que en vida no obtuvo provecho alguno, solo afrentas y bastonazos a discreción.

Ella no tenía tiempo que perder, yo no tenía nada que perder, con tal de conocer el amor lo habría lo habría hecho con una cabra.

No le guardo demasiado rencor a mi madre. Sé que hizo todo lo posible para que yo no naciera, salvo lo principal, y si no consiguió deshacerse de mí fue porque el destino me reservaba otra letrina peor.

Entonces entré en casa y escribí, es medianoche. La lluvia azota los cristales. No era medianoche. No llovía.

Dios mío, qué poco de acuerdo consigo mismo está el hombre.

¿Qué diantre hacía Dios antes de la creación?

Una mano me obligó a volverme. Era un granjero gordo y rubicundo.

No me gustan los animales. Es curioso, no me gustan ni los hombres ni los animales. Y en cuanto a Dios, ya empieza a cansarme.

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NIÑO, HIJO DE...

Niño, hijo de la gran puta, que me vas a dejar tuerta con tu matasuegras.
LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI                                         

Hamlet.- Y esa otra; ¿por qué no podría ser la calavera de un abogado?... ¿Adónde se fueron sus equívocos y sutilezas, sus litigios, sus interpretaciones, sus embrollos? ¿Por qué sufre ahora que ese bribón grosero le golpee con el azadón lleno de barro y no presenta una demanda contra él?
HAMLET – SHAKESPEARE

Pero nuestras clases dirigentes, nuestros grupos económicos más poderosos viven en y de la corrupción, es el medioambiente ‘estercolizado’ en el que ganan dinero y en el que pueden conseguir favores y privilegios.
JUAN TORRES LÓPEZ

Un país puede estar financieramente sano aunque ascienda a millones el número de personas que mueren de hambre.
BIENVENIDOS AL DESIERTO DE LO REAL –SLAVOJ ZIZEK

La economía domina el planeta e impone sus leyes, que son por lo general las de quienes se enriquecen a costa de la pobreza ajena, y por eso ya no hacen falta los tanques, es más que suficiente con la burocracia. 
BENJAMÍN PRADO – (INFOLIBRE 12-4-2017)

El capitalismo necesita la dominación psicológica del individuo y la manipulación de su conciencia. Así lo integra a su sistema de valores. Mientras la gente acepte este sistema social no es necesario someterla con policías, tanques ni ejércitos.
VICENTE ROMANO
                                                                          
Hay algo bello en ver cómo los pobres aceptan su suerte de sufrir como en la Pasión de Cristo. El mundo gana mucho de su sufrimiento.
MADRE TERESA DE CALCUTA                 
                                              
La muerte es hereditaria.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA                                                                

El tiempo es las tachaduras en las fotos de grupo.
B. K.          

El reloj dio una media, perteneciente a alguna hora desconocida.
INVITADO A UNA DECAPITACIÓN – VLADIMIR NABOKOV

Nosotros (Estados Unidos) tenemos el 50 por 100 de la riqueza mundial, pero sólo el 6,3 por 100 de su población. En esta situación, nuestra verdadera tarea para el futuro próximo (…) consiste en mantener esta posición de disparidad. Para lograrlo, tenemos que dejar de lado cualquier sentimentalismo (…) deberíamos dejar de pensar en los derechos humanos y en el aumento de los niveles de vida y de la democratización.
GEORGE KENAN (1948)   

EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


El acordeón


Ché flaco ¿Vos recordás al pelotudo aquel del acordeón que tocaba por las calles de Valencia? El fósil, removió su generoso cuerpo en el sillón, mientras se echaba un trago de mate ¿Un pibe que arrastraba un carrito con una maleta enorme? Ese mismo, dijo Oliveira, casi gritando. Qué boludo el pibe. Y que te dio ahora con él, además el tipo no lo hacía nada mal, y creo recordar que a ti te gustaba. Horacio lo apuntó con el mate y le dijo: si, pero vos no sabés que una noche me contó su historia. El fósil lo miró en silencio mientras encendía de nuevo su pipa y soltaba una fumarada dulzona al ya cargado ambiente de la habitación. ¿Y bien? Me espero otra gran aventura nocturna del gran Horacio en su empeño de búsqueda imposible de la vida vivida.
Horacio tenía la mirada perdida en la llama de las velas del candelabro cuando comenzó a contar; yo lo seguí muchas veces mientras el boludo tocaba por las terrazas, y muchas noches, para terminar el show tocaba aquella terrorífica melodía de “los pajaritos” En las terrazas todos los pelotudos solían corearle con palmas y otras jodas, y el tipo sin dejar de sonreír comenzaba a llorar. Horacio hizo una pausa y miró a su amigo que lo escuchaba en silencio, luego continuó con su relato. Lo vi llorar en varias ocasiones, después, pasaba la gorra, guardaba el acordeón, se despedía y se marchaba. Lo seguí un par de veces, pasaba bajo las Torres de Serrano, y cruzando el puente se perdía por la calle Sagunto. Yo solía irme entonces al “Watio” a echar una copa. Pero una noche, estando en un café de la calle Caballeros, lo ví pasar con su carrito, cabizbajo y ojeroso como siempre, salté de la banqueta y abriendo la puerta lo llamé, le dije que lo había visto tocar muchas noches y que si lo podía invitar a una copa. El pibe pareció pensárselo, pero al fin accedió. Y comenzamos a soplar copas de aguardiente. Yo lo acechaba con mirada de zopilote, sabiendo que ya era mío.
Espera un momento porteño, le dijo el fósil, mientras cebaba un nuevo mate, esto se está poniendo interesante, dijo. Horacio le pasó el mate, y el fósil lo cebó con esmero. Después, Oliveira continuó con su relato: A la cuarta copa le pregunté porqué lloraba cuando tocaba la funesta melodía, lo de la funesta como comprenderás no se lo dije, apuntó Horacio, el tipo se quedó callado un momento mirando la copa un segundo eterno, llegué a pensar que no me contaría más, pero comenzó de nuevo mientras los ojos se le ponían vidriosos, yo me temía un drama mexicano de Buñuel o que aquél boludo se derrumbara y me quedara sin saber, le hice una señal al camarero que vino al rescate con la botella de aguardiente, y ahora si, el tipo comenzó a largar. Habló de su infancia aburrida, de tardes en casa, de su barrio y de su adolescencia, todo un peñazo ché, pero por fin contóme de una vez que vio por televisión a aquella mina que salía con su acordeón chirriante, tocando “los pajaritos y que se quedo totalmente enamorado de ella, y no se la podía sacar de la cabeza. Estaba pendiente de la televisión todos los días, y cada vez que la veía crecía su amor por ella, espiritual y carnal, porque me dijo de poluciones nocturnas. Vos te hacés cargo, dijo Horacio a su amigo, lo difícil que me resultó aguantar el tipo hasta el final, pero ahora llega lo bueno, el viejo del boludo, viendo que su nene se volvía loco cada vez que sonaban “los pajaritos” bien en radio o televisión, para el aniversario siguiente le regaló un acordeón. Y aquí el pibe comenzó a gimotear de nuevo ¿Porqué llorás? Le dije sujetándolo por los hombros ¡Si vos tocás como ella! El boludo poniéndose de pie me dijo gritando: ¡Sí, pero lo que yo quería era casarme con ella! ¡Odio el acordeón! Y agarró el carrito con la maleta y se dio el piro, dejando a todo el mundo con la boca abierta. El pelotudo solo quería voltearse a la mina, y su viejo le regala un acordeón.
El fósil, se retorció de risa en el sillón, después de expeler el buche de mate como si fuera un aspersor por toda la mesa, por encima de su amigo y de el mismo, mientras sus risotadas y sus toses se expandían en el silencio de la noche.


Le tomo prestado a Julio Cortázar su personaje Horacio Oliveira, después de tener un sueño que podría titularse: ¿Y si Horacio Oliveira hubiera sido punk?


El reverendo Yorick

BIOGRAFÍA DEL MIEDO

BIOGRAFÍA DEL MIEDO  de  ENRIQUE GONZÁLEZ DURO


La gente quiere vivir y hacer según sus deseos, pero si fracasa será siempre por su culpa, aunque no controle las circunstancias que han determinado su fracaso. Los riesgos y las contradicciones siguen estando socialmente producidos, pero se carga al individuo con la responsabilidad y con la obligación de afrontarlos. Ser individuo significa tener que buscar las causas de los propios problemas en la propia insuficiencia, indolencia o molicie, y no tener más remedio que intentarlo una y otra vez.

Apartar la responsabilidad de las instituciones y situarla en la inadecuación del yo ayuda a desactivar la ira potencialmente perturbadora, o a refundirla en la autocensura y el desprecio de sí mismo.

La culpa siempre será suya. Si enferma, es porque no ha sido constante en el cuidado de su salud; si no consigue trabajo, es porque no ha sabido aprender la técnica para pasar las entrevistas con éxito; si se siente inseguro en su carrera profesional, es porque no sabe ganar amigos o influencias, o ha fracasado en su tarea de impresionar a otros.

El individuo está plenamente convencido de que comprando mercancías será feliz, y consumiendo se concilia con la sociedad y se muestra conforme con el tipo de existencia que él ha elegido, aunque en realidad le ha sido impuesta. (…)
Cuanto mayor sea la libertad de elección –y, sobre todo, cuando puede ser ejercida sin restricciones-, más elevado será el lugar que se ocupe en la escala social, mayor respeto público y más alta la autoestima.

Al convertirse en criminales, reales o probables, los pobres dejan de ser un problema ético y liberan a los demás de cualquier responsabilidad. (…)
No deseados, innecesarios, abandonados… ¿Cuál es su lugar? La respuesta es: fuera de nuestra vista, fuera de nuestras calles y de los espacios público que usan los felices habitantes del consumo.

Los “inventores de enfermedades” obtienen ganancias convenciendo a personas sanas de que se sienten enfermas.

Los antidepresivos, como otros psicofármacos, alivian el malestar y el sufrimiento del hombre posmoderno, al tiempo que fomentan la conformidad con el sistema que los produce.


En un momento dado, al propósito homicida se opone la consideración de que respetando la vida del enemigo, pero manteniéndolo atemorizado, podría empleársele para realizar servicios útiles. Así, la fuerza, en lugar de matarlo, se limita a subyugarlo. Éste es el origen del respeto por la vida del enemigo, pero desde ese momento el vencedor hubo de contar con los deseos latentes de venganza que abrigaban los vencidos, de modo que perdió una parte de su propia seguridad.
SIGMUND FREUD – (Carta a Albert Einstein)

No hay soluciones individuales para las contradicciones sistémicas.
ULRICH BECK

EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


LA HABITACIÓN OSCURA

Y de repente algunos desanduvimos lo andado y en poco tiempo vimos cómo el vendaval nos arrojaba hacia atrás, nos alejaba de la casa de dos alturas, el loft industrial o el ático que nunca tuvimos pero que creíamos próximos; nos encerraba en nuestras viviendas que había que reforzar a toda prisa antes de que fuesen arrastradas por el soplido; a algunos acabaría estrellándolos de vuelta a pisos más pequeños, y hasta compartidos, incluso hubo quien viajó en el tiempo con un salto inesperado para encontrarse otra vez en el dormitorio juvenil que sus padres no llegaron a desmantelar como si adivinasen el final de la escapada.
(…)
Veíamos derrumbarse los grandes bancos e inmobiliarias, las torres gemelas del capitalismo las llamaba Silvia en su grandilocuencia habitual; pero no pensábamos que algún día nos fuesen a caer encima, ni siquiera que nos alcanzase un escombro, un vidrio fragmentado, ni que las grietas del suelo siguiesen ensanchándose hasta engullirnos.
LA HABITACIÓN OSCURA – ISAAC ROSA



EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

ESA ARROGANCIA...


Esa arrogancia con la que los cargos elegidos por el pueblo venden a sus conciudadanos como si fueran ganado.
EL GRAN WYOMING – (INFOLIBRE 25-1-2017)

Todo es estúpido en el Cielo como en la iglesia católica.
PESSOA

73 vírgenes en el cielo árabe y ni una sola en este bar.
PINTADA EN EL SERVICIO DE HOMBRES DEL ROYAL LUCH (WINCHESTER, VIRGINIA-ESTADO SUNIDOS)

Tenemos muy poco tiempo para estar vivos y todo el tiempo del mundo para estar muertos, pues qué pena, porque hay muchas maneras de estar vivo y solo una de estar muerto.
JORGE WAGENSBERG

Blanca como la nieve es la dinamita
como la inocencia y el arsénico.
De un poema de AUGUST STRINDBERG (1891)

-¡He estado contando los días que faltaban para que se fueran de casa desde el momento en que nacieron! –gritó-. Sentía como si me hubieran secuestrado dos alienígenas.
LA MUJER QUE VIVIÓ UN AÑO EN LA CAMA –SUE TOWNSED

Es costumbre monárquica el robar, pero los Borbones exageran.
CHARLES MAURICE TALLEYRAND

La cultura es global por definición: nace en un sitio e irradia vertiginosamente a muchos otros. La cultureta es irremisiblemente local, consiste en mirarse el ombligo y sólo suele interesar a los que se lo miran.
ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA-MOLINS – (LEVANTE 15-4-2017)

… cuando me veía a mí mismo repentinamente escribiendo el nombre de Lulu sobre una vieja boñiga de becerra…
PRIMER AMOR – SAMUEL BECKETT

El nacionalismo rebaja la mente de las personas a su estado más primitivo.
ALBERT BOADELLA – (LEVANTE 22-3-2017)

El nacionalismo es la ultraderecha española, la antisolidaridad, la xenofobia y incitación al odio hacia el vecino.
ALBERT BOADELLA – (LEVANTE 22-3-2017)

Antes, los dictadores se imponían por la fuerza, ahora, el pueblo SOBERANO, los elige libremente. Progresamos adecuadamente.
B. K.

Por simetría: ya sé dónde estaré después de morir: más o menos donde estaba antes de nacer.
JORGE WAGENSBERG

-¿Crees que haces algún favor a alguien creándolos de la nada para el muy dudoso gozo de llevar una vida de miseria y dolor en el mundo de los hombres, el animal más salvaje de los depredadores?
SENDEROS DE GLORIA – HUMPHREY COBB

Nunca, en ningún momento de la  historia humana, había existido una religión que ganara influencia sobre las masas, dirigiéndose únicamente a la razón.
LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA – MICHEL HOUELLEBEQ

Estoy más sola que una vieja
Con mi
Almeja.
LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA – MICHEL HOUELLEBEQ


EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)