confesiones de la sangre caliente

Ni tan siquiera compartiendo dolores, nos acercamos a quien amamos. Pues siempre es distinto lo que uno ve en el otro, que lo que el otro ve en uno.
Sin comprender un estado permanente de tregua, una vivencia común en tierra de nadie, no se concibe aceptar un amor. Y solo en el interior de las personas habita ese espíritu que cambia la rabia por una sonrisa.
Debería callar, quien contempla a su prójimo, pues hay mucho de él en si mismo, y sin embargo pasamos los tiempos mirando de arriba hacia abajo, como dotados de una gracia divina para analizar y juzgar. Olvidando que en las desgracias se muestra nuestro verdadero rostro, y que solo el miedo nos enseña quienes somos.
Engañados por la vorágine, sucumbimos a sus mentiras, y buscamos víctimas a las que demostrar nuestro poder. Y entonces, nos encontramos unos a otros, y arrastrados todos, olvidamos qué nos acercó y a quién tenemos delante.
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Escribo estas palabras para mí mismo, y para quién las necesite. Pues no es el tiempo quien me devora las entrañas, sino mi imperfección, mi hartura, mi ignorancia.
Las vías que no llevan a ningún lugar, y que son alivio y desesperación al mismo tiempo. Los callejones sin salida, que solo se muestran al doblar las esquinas. El mar, Al que siempre miro sabiendo que no lo cruzaré a nado, y aun así lo intento una y otra vez.
Y alrededor de todo, estás tú. Y tú. Y tú. Quien se convierte en un segundo en redentor o verdugo, en amante despechado o en hermano de sangre, en admirado mecénas o en delator implacable. En cualquier cosa buena o mala en la que me pueda convertir yo y que me hace llorar a ratos, lagrimas dulces o amargas.

YO SOY UN HOMBRE

I’m a man.
Yo soy un hombre. Dice un viejo blues.
Yo soy un hombre marcado por la contradicción. Soy un hombre marcado por la educación. Soy un hombre marcado por mis temores. Y por mis odios. Y por mis amores. Y por mis miserias. Y por mi pensamiento.
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Todas estas marcas me llevan a posicionarme en el mundo. Posicionan mi pensamiento y me posicionan a mí. Y desde mi posición yo digo y decido, lo que es bueno y lo que no lo es. Pues mis defectos terribles también marcan. Y desde mi posición, como decía, tomo partido. Y digo: - me considero hombre del pueblo. Quiero el bien para él, para mí, para todos-

Y en todos los momentos de la historia muchos hombres piensan diferente. Y los considero mis enemigos. Digo: - Oprimisteis a mi pueblo y os odio-
Digo: -matasteis a los hombres buenos y os odio- Y digo, muchas cosas más. Y siento el calor del odio. De la rabia, de mi mismo, empujado por mis pensamientos, que me cargan de razón. Y sacralizo a los muertos de mi lucha. Hago bandera de ellos y juro sobre la tierra que los cubre que no descansaré para evitar que caigan en el olvido. Que lucharé para que se reconozca su papel en la historia llena de mentiras y demonizaciones.

Y en el fondo de mi mente creo un enemigo. Al que juro combatir. Y oigo otras voces que claman como la mía. Y sonrió para mis adentros. –No estoy solo- me digo. Y lo creo. Creo pertenecer al bando de los oprimidos. Encuentro a otros como yo y creemos ser diferentes. Jugamos a serlo, y juramos nuestro odio para siempre.
Pero ocurre algo. Y alguien, a quién me creía hermanado mata. Mata a otra persona sencilla, como antes las mataron nuestros enemigos. Matan en nombre de cualquier cosa, y se bañan en sangre. Y se creen una causa y un motivo para matar. Y yo pienso en mis muertos. Y pienso en mi posición. Y en que soy un hombre oprimido. Y todo esto pienso, mientras veo a personas sencillas como yo, que lloran a sus muertos. Y veo que quien se baña en sangre habla de paz mientras limpia sus manos. Y yo recuerdo mis juramentos y pienso en los juramentos de odio que pueda lanzar quién ve arrancar de sus manos a un ser querido. Y pienso. Y me pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre su dolor y el mío? Lo observo bien, al muerto, lleva una camisa de cuadros, como las que uso yo, y en las bolsas de la compra caídas por el suelo se ve, el mismo café, el papel higiénico y las latas de conserva que compro yo. Y mi mente se vuelve, con una pregunta muda hacía quién porta el arma ¿………?
Y me pregunto mientras me tiro de los cabellos:
¿Quién soy yo?
I’m a man.
Dice la canción.
Yo soy un hombre, marcado por la contradicción.





Yorick

Las promesas electorales

Parece increible, pero la imaginación de los políticos a la hora de prometer barbaridades cada vez es más rocambolesca, pero a la par que crecen sus tonterias, crece la estupidez de quien les vota. Debe ser, que la aceptación pública de seguir como estamos se extiende cada vez más, como mancha de aceite en traje de lino.
Obras faraónicas salpican todas las ciudades de la piel de toro (donde irían a parar los cuernos?) y lo peor, es que es contagioso, pues pequeños municipios vacían sus arcas arrastrados por la megalomanía de sus caciques locales, empeñados en imitar a sus Ramses modernos.
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De las últimas elecciones y sus tonterias, me quedo con una, esa, que al oirla no sabes muy bien si mearte de la risa, o cortarte las venas llorando: ¡El circuito de velocidad de Valencia!
No pueden imaginar los que no han vivido bajo su yugo, lo que significa esa gran "Vagina Fricadora" que domina la ciudad del Turia desde hace años, haciendo gala, por un lado de un nacionalismo fallero exacerbado, y disponiendo por otro lado de un aparato represor que es, para verlo actuar. Su innoble policía municipal. Las legiones de Roma adiestradas para controlar y velar por la buena marcha de los actos presentados por su burda y torpe imitación de Cleopatra.

Pues como les decía ahora se marca un circuito de Formula 1, para disfrute de un montón de personas de todas las edades llevadas al paroxismo mitificador, que votan a su alcaldesa cueste lo que cueste, que arropada por sus votos, arrasa barrios, excluye y reprime, trae al papa, a la copa américa y a lo que haga falta, con su eterno vestido rojo y esa mirada terrorífica de monstruo marino.
Por otro lado, dentro de ese gran circo municipal, le siguen creciendo los enanos,movimientos sociales resisten en todos los barrios, El Carme, Ruzafa, el Cabañal, Campanar, Nazaret...etc. Cientos de personas, que resisten, que se mueven, que no vuelven la cara ante el debastador gobierno y , que sobre todo, no quieren su puñetero circuito, ni ninguna otra ocurrencia para descerebrados.




Yorick.

El Soldador

Lo conocí hace dos años, en verano, coincidimos en una obra que parecía inacabable. Un concesionario de coches. Aquel verano, hizo mucho calor en Galicia, tanto, que las personas se lamentaban constantemente, por la falta de costumbre, supongo, o por echar de menos un cielo cubierto y una ligera llovizna.
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Había muchas personas trabajando en aquella obra, que parecía inacabable, entre ellos, estaba el soldador, y también yo. Mi castigo diario era colocar aluminio, el suyo, soldar las estructuras que luego forraba yo.
En todos los tajos se crea una cierta camaradería entre los trabajadores. En aquella, también ocurrió, a ninguno nos gustaba aquella obra ni su emplazamiento, en una explanada polvorienta donde no había una sombra fresca por ninguna parte. Siempre había un rato, en que charlabas con alguien, aunque se acabara hablando del trabajo, y de las pobres condiciones laborales de todos. Solía juntarme con los electricistas, los cristaleros, los de la construcción y los del hierro, con otros no merecía la pena, como con el fontanero por ejemplo, siempre hay una excepción.
El soldador era un hombre joven, un chaval casi, arrastraba los pies, cuando andaba, cargando con el grupo y la caja de los electrodos. Pero era muy bueno en su trabajo, soldaba fino, como se suele decir. Años atrás, trabajé montando estructura metálica, y reconozco bien un buen cordón de soldadura. Me caía simpático, y me alegraba verlo llegar por las mañanas. No sé cual era su nombre, nunca se lo pregunté. Los trabajos tienen extrañas reglas invisibles. Solíamos llamar a la gente por el oficio que desempeñaban. Al principio me extrañaba, me gusta conocer los nombres de las personas, y usarlos, pero en un trabajo así, es estúpido, no vas a ir presentándote a todo el mundo, aunque quizá fuera lo correcto, habría más cercanía. Como antes.
Estuvimos en aquella obra seis meses. Puede parecer poco tiempo, pero no lo es. Unos ciento veinte días de tu vida acudiendo sin ganas al mismo lugar.
Cuando terminamos fue un alivio, aunque lo más seguro es que a los pocos días fuéramos a otra igual, o peor.
Al soldador no volví a verlo, te olvidas un poco, sabiendo que en cualquier momento coincides con el pintor, el electricista o el albañil. Pero en este caso ya no iba a ser así. A los tres o cuatro meses, leímos una noticia en el periódico. Un obrero cae desde un cuarto piso. Al ver el nombre de la empresa, empezamos a pensar, quién podía ser, pues conocíamos a casi toda la plantilla. Pero tuvieron que pasar algunos días hasta que coincidimos con otro soldador, que nos dijo quién fue, a quién le toco esa vez. El soldador salió aquel día de su casa y no volvió.
La lotería diabólica en que se convierten los trabajos daba premio de nuevo.
A veces me acuerdo de él, arrastrando los pies, cargado con el grupo y el paquete de electrodos. También me acuerdo de otros, que conocí, y que también dejaron la vida en un trabajo de mierda. Vidas acabadas por una miseria de dinero. Esclavos que a nadie parece importar, salvo a sus familias y amigos. Cada vez que veo a un hijo de puta de político decir mentiras mientras sonríe os juro que le sacaría los ojos.
- Hay que insistir en la seguridad- dicen, sin saber lo que dicen. Como si bastara con un casco, guantes, y botas y cursillos. Hay finales que son evidentes, si trabajas en las alturas, un día te caes, si trabajas en la mina, un día se hunde, y si trabajas en el mar, un día te ahogas. Así de evidente. Porque es más rápido y más barato que trabaje una cuadrilla de hombres, que traer una grúa desde otra ciudad de nosecuantas toneladas, cuando ocurre el accidente, el empresario a lavarse las manos: -Tenían arneses, casco, botas y todo el equipo necesario para trabajar en condiciones de seguridad- Sí, todo el equipo necesario, menos el que te protege de un cable de cien metros de largo y 16mm de ancho que se te viene encima desde veinte metros.
Las barbaridades se siguen haciendo todos los días, y poco sabe de esto quien no lo a vivido en su propia piel. Y muchos obreros, muchos parecen pensar – mientras no me toque a mí- Solo hay que ver lo que ocurre la mayoría de las veces en las obras donde hay accidentes, nada. Silencio. Y a agachar la cabeza, pero no olvidemos que la lotería sigue funcionando y quedan muchas bolas por repartir y mucha gente jugando como si no fuera con ellos.


Yorick.

Festivales de verano

Los que somos asiduos a los conciertos y gustamos de disfrutar de la música en directo sabemos que julio se presenta habitualmente como el mes en el que nos metemos de lleno en esos maratones de supervivencia que es en lo que se están convirtiendo la mayoría de los mega(guays) festivales de verano y que en cierta forma han conseguido eclipsar al resto de la oferta musical en directo. Festivales que se han erigido en esas grandes citas del periodo estival que permiten a los buenos aficionados a la música poder disfrazarse de poperos alternativos y por un “módico precio” tener derecho a ejercer de grandes eruditos musicales, pasar unos días en el monte o en cualquier otro recinto habilitado al efecto, rodearse cual safari de todo tipo de fauna y flora y disfrutar de los conciertos de al menos 20 grupos por día, que sin duda supone ese nivel mínimo razonable de música que cualquier persona puede llegar a asimilar.¿o no? para luego retirarse a los cuarteles de invierno y olvidarse de acudir a conciertos durante los restantes meses del año, tan saciada debe quedar la hambruna musical de estos tan buenos gourmets del pop.
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Ironías y generalizaciones –con todo lo malas que son– aparte, ya os habréis dado cuenta de que este tipo de acontecimientos socioculturales de masas no me despiertan precisamente un especial fervor; no hace falta ser muy observador para apreciar que las tendencias o pautas de comportamiento en lo que a aficionados a la música se refiere están cambiando y yo añadiría que de una forma negativa, pero claro, no es más que una modesta opinión que seguramente está destinada a producir los mismos efectos que un discurso de Benedito XVI en la barra de un after hours.

Es palbable que el ritmo al que crecen las convocatorias de estos macrobotellones con música en directo es directamente proporcional al ritmo al que decrece la asistencia a los conciertos en salas durante el invierno y que, a mi juicio, constituyen la base fundamental para mantener la escena. Afortunadamente la música no es propiedad ni patrimonio de nadie, cada uno es muy libre de disfrutarla como quiera y de gestionar su dinero y su tiempo de ocio como buenamente pueda, no es esta cuestión lo que trato de dilucidar con este texto, simplemente pretendo desde mi espacio en la trinchera de PPA! hacer un poco de crítica con respecto a cierto tipo de festivales en los que la música , tanto a un nivel de organización como de aficionados y desde hace unos años se ha convertido en algo puramente secundario y que ofrece como contrapartida más destacada el hacer inviable por falta de público la organización de conciertos el resto del año y de forma especial los de aquellos grupos excluidos del circuito festivalero -circuito que no es más que un círculo cerrado en el que los grupos participantes practicamente se repiten año tras año- algo que por desgracia siempre lleva parejo el consiguiente batacazo económico del sufrido promotor (es que chico, sino te lo montas de festival olvídate de organizarles conciertos a cierto tipo de grupos, además de no salir rentable cada vez se hace más difícil el llevar público a las salas, ¡ponte a la moda y únete a nuestro circo!).

Creo que muchos de vosotros sabéis a lo que me refiero, otros sin embargo pondréis el grito en el cielo y me llamaréis radical, rancio o integrista, pero es que afortunadamente chicos/as, no soy nada cool en esto del rock y además de presumir de no estar a la última, me siento orgulloso de cuestionarme siempre el si me va a merecer o no la pena acudir a este tipo de macroacontecimientos y pagar una entrada para ver como pueden coincidir dos grupos interesantes a la misma hora y en distintos escenarios, o preguntarme el porqué los grupos tienen que acortar su actuación por exigencias de la organización o simplemente tener que aguantarle las gracias al bolinga advenedizo de turno que presume de coleccionar festivales y al que nunca verás en concierto alguno el resto del año, por no entrar ya en la crítica de lo ecléctico de la mayoría de los carteles o la absurda masificación en cuanto a la programación de grupos (¿falta de criterio organizativo o todo sea por la pasta?, creo que la respuesta es bastante obvia). Estaré equivocado o no, no me considero en posesión de la verdad absoluta, de lo que sí estoy seguro es de que mi forma de entender la música es totalmente diferente...¡me hago viejo!.

Escrito por Rafa beatman