el hallazgo

Leo este párrafo en un libro de Italo Calvino, concretamente: Si una noche de invierno un viajero. Esclarecedor para estos tiempos que corren donde el capitalismo atenaza su cuello en su propio nudo, del que siempre sabe como salir. Tal vez todo sea tan sencillo como esto:


"No saben que he construido mi imperio financiero sobre el mismo principio de los caleidoscopios y de las máquinas catóptricas, multiplicando como en un juego de espejos sociedades sin capitales, agigantando créditos, haciendo desaparecer pasivos desastrosos en los ángulos muertos de perspectivas ilusorias. Mi secreto, el secreto de mis ininterrumpidas victorias financieras en una época que ha visto tantas crisis y hundimientos en la Bolsa y bancarrotas, ha sido siempre éste: que nunca pensaba directamente en el dinero, en los negocios, en los beneficios, sino solo en los ángulos de refracción que se establecen entre brillantes láminas con diversas inclinaciones."

Así de sencillo, como en un juego se hunde en la miseria a millones de personas, se arrastra voluntariamente a la pobreza a todo un país, jugando. Jugando como si de niños grandes se tratara, paseándose con total normalidad por un tablero gigante de MONOPOLY cuyo único premio siempre fue hundir y arruinar a los demás. En aquellas tardes donde el jueguecito de marras entretenía la tarde de los domingos, puedo asegurar que nunca jamás gané una partida. Siempre fui la presa en manos de otros, y ahora muchos años después de haber sido desplumado de la forma más inocente comprendo porque nunca ganaría una partida de ese juego, porque no tengo ninguna ambición monetaria, porque nunca veo negocio en nada y porque si acaso se me ocurriera una forma de ganar dinero, nunca sería a costa de hundir la vida de alguien. Esa debe ser la clave para no dominar un sencillo juego de mesa destinado a enseñar a los que tengan facultades que ganar dinero es cosa de niños.


el reverendo Yorick

José Antonio Labordeta

Se murió un amante de la palabra hablada, del silencio bien cortado con una conversación, con una canción. Alguien a quien cualquiera con un poco de amor por saber y estar hubiera querido conocer. Alguien que seguía creyendo que cambiar todo aun era posible.
Se murió una parte de algo que alguien llamó poesía social. Se murió alguien que no concebía ésta sin introducir la palabra libertad. Se murió uno más de los que dedicaron su vida ha hacer de este mundo un lugar mejor,cambiándolo desde la propia cotidianidad, esa que quiere siempre disfrazarnos los días de rutina. Se murió alguien integro. Alguien que sabía del gusto de acercarse al fuego en invierno, para escuchar historias, alguien que sabía que esas historias no tienen por que ser grandilocuentes ni tienen porque ser epopeyas, sino la misma existencia de cualquier persona que en su sencillez nos enseña cuantos caminos tiene la vida. Se murió alguien que sabía escuchar, que sabía algunas respuestas a algunas preguntas, que conquistaba cada día vivido, como tiene que ser. Se murió un maestro, no un maestro cualquiera, sino uno que sabía que la enseñanza y el aprendizaje no tiene nada que ver con textos escolares recortados y manipulados, sino que levantando un poco la capa de interés que cubre la enseñanza de la historia aparece la verdad, una verdad a la que hay que hacer frente con dolor a veces, y otras con orgullo.
Se murió José Antonio Labordeta, y nuestro deber es seguir recordando lo que nos enseño, seguir cantando por los caminos, y seguir creyendo en la hospitalidad de un mundo que a toda costa nos quiere desahuciar.


Yorick.