JOSÉ OVEJERO
12 abril de 1958. MADRID. España
Este libro defiende una literatura
contraria a la cultura del espectáculo y a la asepsia posmoderna, una
literatura que aborrece lo inocuo y lo complaciente. De la INTRODUCCIÓN
-
En pocos países ha asumido el espectáculo cruel un lugar tan
central en la cultura nacional, hasta el punto de convertirse en un símbolo
metonímico…
La crueldad contenida en una obra de arte, sea libro,
performance o representación teatral, puede responder al deseo de provocar una
reacción en él, romper su pasividad, hacerle reflexionar o al menos
escandalizarle…
La literatura debe ser entretenida, afirman con frecuencia
los propios escritores, y el público asiente. Qué obligación más rara; no debe ser
profunda, sino entretenida… Porque he ahí el quid: lo que entretiene no exige
esfuerzo; es inocuo, anodino, puede ser gracioso e ingenioso, ocurrente e
incluso inteligente, quizá, en el mejor de los casos, provocar una emoción
estética, pero no debe costar trabajo. La literatura como laxante, que no haya
que apretar… La inmensa mayoría de los escritores ha abandonado la idea de que
el arte pueda transformar siquiera mínimamente la realidad…
La épica es siempre servil, convierte la literatura en
herramienta propagandística, pues no existe épica sin simplificación, sin
división entre buenos y malos decididos de antemano. La literatura suele acudir
dócilmente al llamado del poder, o al llamado de quien quiere conquistar el
poder…
La ciencia ficción nos permite volcar nuestra violencia
imaginaria no sobre seres humanos, que tienen derechos y todas esas zarandajas,
sino sobre seres de otro planeta, nos concede el placer catártico de destruir
no ya ejércitos, mundos enteros…
La crueldad ética es aquella que en lugar de adaptarse a las
expectativas del lector las desengaña y al mismo tiempo lo confronta con ellas.
Es ética en el sentido que pretende una transformación del lector, impulsarlo a
la revisión de sus valores, de sus creencias, de su manera de vivir,…
“Si la incertidumbre es cruel” dice el filósofo Clément
Rosset, “es porque la necesidad de certidumbre es perentoria y aparentemente
inerradicable en la mayoría de la gente”…
La inteligencia es perezosa, a menudo prefiere aferrarse a
verdades prefabricadas en lugar de construir con materiales dispersos; el acto
de creer es independiente del acto de comprender, incluso se podría decir, que
la fe aparece precisamente cuando no es posible la comprensión… Y de todas
formas pensar es frustrante…
Los humanos necesitamos certidumbres. Tendemos a preferir
libros con un mensaje que nos conforta, es decir, que hacen explícito lo que ya
pensábamos antes de leerlos…
La lectura, igual que viajar, se ha convertido para la
mayoría en una actividad recreativa. Si una vez y otra recibimos el mensaje de
que leer es bueno se debe a que leer, como escribir, se ha vuelto inocuo. Pan y
circo. Y literatura. E Internet. La literatura es el opio del pueblo…
Los libros crueles son aquellos que niegan la sumisión a la
banal dictadura del entretenimiento, aquellos que nos obligan a cambiar, sino
de vida, al menos de postura, que nos vuelven incómoda ésa en la que estábamos
plácidamente aposentados en nuestra existencia…
Con algunas cosas no se juega: basta mencionar palabras como
terrorismo, sexualidad infantil, violencia de género, aborto, para darnos
cuenta de que cualquiera que se enfrente al discurso dominante, en lugar de ser
escuchados, será enviado al bando de los violentos o de los pervertidos o de
los machistas o de los reaccionarios…
El autor cruel, aparte de que pretenda transformarse así
mismo durante el proceso de escritura, espera también provocar una mutación en
el lector: tras haber leído el libro el lector debe ser ya otro…
Puede que la crueldad o nos acerque a la sabiduría, pero al
menos nos aleja de la estupidez -¡que no es poca cosa!-…
Algunos autores están tan deseosos de ser transgresores que
podrían decir cualquier cosa con tal de resultar chocantes. Pero la
transgresión, por sí misma, se diluye en banalidad…
En realidad, los buenos libros suelen trascender el contexto
de su argumento y se convierten en reflexiones atemporales, o al menos no más
efímeras que el ser humano.
JUAN CARLOS ONETTI: EL
ASTILLERO
Larsen viendo el cadáver de Gálvez: “Lo que siempre dije:
ahora está sin sonrisa, él tuvo siempre esta cara debajo de la otra, todo el
tiempo, mientras intentaba hacernos creer que vivía, mientras se moría aburrido
entre una ya perdida mujer preñada, dos perros de hocico en punta, yo y Kunz,
el barro infinito, la sombra del astillero y la grosería de la esperanza”.
El final de Larsen es el del astillero, el lento derrumbe,
el óxido, el fango, los distintos aparatos que se deterioran y colapsan…
Para quien usa la literatura como evasión el final abierto
es una agresión directa, ya que remite no a ese mundo seguro de los libros sino
al de la vida real a la que el lector quería escapar… Nuestra búsqueda de
sentido es tan incansable como infecunda…”Larsen sintió el espanto dela
lucidez”, se lee en la novela, y al parecer lo que quiere provocar el autor en
nosotros es ese mismo espanto de la lucidez…
El pesimista de Onetti
me causa dolor, pero también, paradójicamente, me ofrece la esperanza de poder
desvelar buena parte de mis imposturas.
MERIDIANO DE SANGRE:
CORMAN McCARTHY
El juez realiza a nivel individual lo que los ejércitos
hacen a nivel colectivo: el sometimiento de todo lo que se pretende autónomo
incluidos los propios sentimientos. No le mueve de manera directa la ambición
material sino la ambición del poder absoluto.
La función de Meridiano de sangre no es tanto contar la
verdad como mostrar una visión que nos haga poner en tela de juicio las
interpretaciones que conocíamos hasta ahora, ayudándonos, una vez más a
desaprender, al revelarnos la probable impostura en la que se basa la historia
de toda nación…el sabor a podrido que acompaña a toda conquista, a toda
batalla, a toda labor heroica.
ELFRIEDE JELINEK: DESEO
Y LA PIANISTA
Sencillamente, cuando vives en una sociedad que cierra los
ojos ante las propias culpas –el pasado nazi-, que valora la cortesía y la
comodidad por encima de la justicia, que se pretende culta y refinada mientras
persigue con odio a los extranjeros, no te queda otro remedio que pincharla
ampolla para que reviente y así nadie pueda decir que existe la putrefacción
que escondía… Como Thomas Bernhard, el otro gran renegado austriaco, Jelinek
tiene que desprenderse de sus orígenes, renunciar a ser parte de un colectivo
biempensante, para poder mirar la realidad de frente…
“La familia, ese buitre” no es lugar de consuelo sino de
humillación. En ella la mujer es el autoservicio donde el hombre coge lo que le
parece, sin contemplaciones…
Tampoco en La pianista
nos encontramos con un mundo más placentero o deseable…
La somete (la madre), domina perversa, con su cariño
pegajoso, con sus atenciones vigilantes, despertando al perro de lámala
conciencia en cuanto ella ventea insumisión… La madre de Erika Kchut se ha
tomado su misión enserio; no vive para otra cosa que para moldear su hija, no a
su imagen y semejanza, que eso sería poco pedir, sino a imagen y semejanza de
sus ambiciones…
Son muchos los que se retiran asqueados tras asomarse a la
obra de Elfriede Jelinek; como de costumbre, la culpan a ella de crear esos
mundos, sin darse cuenta de que lo que escribe es un reflejo inmisericorde de
algo que existe fuera de ellos. Jelinek no es inmoral, sino profundamente
ética.
PARA CONCLUIR AHORA:
Por eso el escritor cruel no ofrece certidumbre, ese síntoma
de pereza mental, sino todo lo contrario; una modesta contribución en la lucha
contra la sobredeterminación y las verdades únicas, verdades que tienden a
perpetuarse no por la solidez de su lógica interna sino por imposición, porque
cuentan con un ejército, con sumisos hermeneutas, con adeptos dispuestos a
defenderlas aunque no las entiendan por completo pues sobre todo les mueve la
fe, esto es, el deseo de no necesitar entender para estar convencidos y que así
la razón no pueda trastocarles su manera de entender el mundo…
El escritor, cruel o no, concibe con frecuencia frases que
son un descubrimiento para él, no sabe de dónde salen, pero de repente se
encuentran en el papel o en la pantalla invitándole a seguir descubriendo, a
adentrarse en esa idea recién encontrada y continuar la exploración…
La ética de la crueldad, a fin de cuentas, deriva del deseo
honesto de desgarrar el velo dela ilusión, trabajo permanente e inagotable, de
negarse a aceptar que las cosas con como parecen o como deben ser, de reventar
de un puñetazo esa sonrisa profesional con la que nos dicen tranquilícese, sea
positivo, todo está bien, todo va a estar bien, no hay nada de lo que
preocuparse.
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EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)