HILLBILLY, UNA ELEGÍA RURAL
J. D. VANCE
2 agosto de 1984. MIDDLETOWN . (Ohio). Estados Unidos
Me identifico con los millones de
americanos blancos de clase trabajadora y de ascendencia escocesa e irlandesa
que no tienen un título universitario. Para esa gente, la pobreza es una
tradición familiar: sus antepasados fueron jornaleros en la economía esclavista
del Sur, después de eso aparceros, después de eso mineros del carbón, y en
tiempos más recientes maquinistas y empleados de acerías. Los estadounidenses
los llaman hillbillies, rednecks (cuello rojo) o basura blanca. Yo los llamo
vecinos, amigos y familia. (…)
De la escasa movilidad social a la
pobreza pasando por el divorcio y la adicción a las drogas, mi pueblo es un
foco de desesperación.
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No hay nada más bajo que un pobre
robándole a otro pobre. Ya es bastante difícil de por sí. No hay ninguna
puñetera necesidad de ponérnoslo más difícil los unos a los otros.
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Creían
que leer, escribir y la Ruta 23
los
llevaría a la buena vida
que nunca habían visto.
No sabían que esa vieja autopista
los llevaría a un mundo de desesperación.
(Canción)
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En casa había basura apilada y un
dormitorio dedicado por completo a baratijas y desperdicios sin ninguna clase
de valor.
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Después de una noche de bebida
particularmente violenta, mamaw (abuela) le dijo a papaw (abuelo) que si volvía
a llegar borracho a casa lo mataría. Una semana más tarde, volvió a llegar
borracho y se quedó dormido en el sofá. Mamaw, que nunca mentía, cogió una lata
de gasolina del garaje, la vertió sobre su marido, encendió una cerilla y se la
tiró al pecho. Cuando papaw empezó a arder, su hija de once años entró en
acción para apagar el fuego y le salvó la vida.
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Ver a
la gente insultar, gritar y a veces pelear físicamente era sólo una parte de
nuestra vida. Al cabo de un tiempo, ni siquiera le prestabas atención.
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De hecho, mamaw odiaba todo lo que
tenía que ver con la residencia y en una ocasión me hizo prometerle que si
algún día tenía que quedarse allí para siempre, cogiera su Magnum del 44 y le
metiera una bala en la cabeza.
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El ahorro es adverso a nuestro
carácter. Gastamos para simular que somos de clase alta. Y cuando el polvo se
levanta –cuando la bancarrota asoma o un pariente nos rescata de nuestra
estupidez- no queda nada. Nada para la matrícula universitaria de los niños.
(…)
Nuestras casas son un caos. Nos
gritamos los unos a los otros como si fuéramos espectadores de un partido de
fútbol. Al menos un miembro de la familia se droga, a veces el padre, a veces
la madre, a veces los dos. En épocas especialmente estresantes, nos damos
empujones y puñetazos, todo delante del resto de la familia, incluidos los
niños.
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Mamaw siempre tuvo dos dioses:
Jesucristo y los Estados Unidos de América. Yo no era distinto y tampoco lo era
nadie a quien conociera.
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Se mida como se mida, las familias de
clase trabajadora estadounidenses experimentan un nivel de inestabilidad que no
existe en ninguna otra parte del mundo. (…)
Para mí, comprender mi pasado y saber
que no estaba condenado me dio la esperanza y la fortaleza necesarias para
enfrentarme a los demonios de mi juventud.
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Estos problemas no los creaban los
gobiernos, las empresas ni cualquier otro. Los creábamos nosotros y sólo
nosotros podemos arreglarlos.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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