FLOR DEL DESIERTO
WARIS DIRIE y CATLEEN MILLER
WARIS: 1965 Galcaio . Somalia.
(Modelo y escritora)
En
mi país (Somalia) hay pocas garantías de estar vivo un año después del
nacimiento, de modo que el concepto de llevar la cuenta de los cumpleaños no reviste
la misma importancia que en Occidente.
En África no teníamos prisa ni
“estrés”. El tiempo africano es muy, pero que muy lento. Si alguien dice: “Nos
vemos mañana hacia el mediodía”, quiere decir hacia las cuatro o las cinco. Yo
todavía me niego a usar reloj.
Recuerdo que cuando estaba
embarazada desaparecía de pronto y no la veíamos en varios días. Luego aparecía
con un diminuto bebé en brazos. Se iba sola, al desierto, y daba a luz,
llevándose algo afilado para cortar el cordón umbilical.
En Somalia se cree que entre las
piernas de las chicas existe algo malo, partes del cuerpo con las que nacemos,
pero que no son limpias. Estas cosas tienen que extirparse, de modo que les
cortan el clítoris, los labios internos y gran parte de los labios externos de
la vulva, luego cosen la herida y dejan una cicatriz donde antes estaba el órgano
genital.(…)
El pago por este procedimiento
supone uno de los mayores gastos de una familia, se ve como una buena
inversión, pues sin él las niñas no pueden entrar en el mercado matrimonial.
Con los genitales intactos, son indignas, zorras inmundas que ningún hombre se
rebajaría a tomar por esposa. (…)
No existen palabras para describir
lo que se siente. Es como si alguien te cortara el brazo, sólo que lo están
haciendo en la parte más sensible de tu cuerpo. Sin embargo, no me moví ni un
centímetro, porque me acordé de Amam y supe que no había forma de escapar. Y
quería que mamá se sintiera orgullosa de mí. (…)
Después de que me cosiera la gitana,
la orina y la sangre de la menstruación sólo podían salir por un minúsculo
agujero del diámetro de una cerilla. Con esta brillante estrategia, se
aseguraban de que no practicara el sexo hasta después de casarme y de que mi
marido supiera que se casaba con una virgen.
Cuando vivía en casa de mi tío
Mohamed y me encontraba en el cuarto de baño con las otras chicas, me asombraba
que su orina saliera a chorro y con tanta facilidad, cuando yo tardaba unos
diez minutos en orinar. El diminuto agujero que me había dejado la gitana no
dejaba escapar más que una gota a la vez.
-Pues, ¡qué coño! Voy a hacer que me
operen. Mañana llamaré al médico. Al menos podré disfrutar yendo al lavabo. Es
lo único que disfrutaré, pero algo es algo. (…)
Al cabo de dos o tres semanas había vuelto a la
normalidad. Bueno, no exactamente a la normalidad, sino que era más bien como
una mujer a la que no hubiesen practicado la ablación. Waris era una nueva
mujer. Podía sentarse en el inodoro y orinar. No existen palabras que expresen
la buena sensación de libertad que esto representaba.
Las guerras tribales, como la
mutilación genital femenina, so producto del ego, de la mezquindad y de la agresividad
de los hombres. Siento decirlo, pero es cierto. Ambas cosas tienen su raíz en
la obsesión de los hombres por su territorio –sus posesiones- y las mujeres
entran en esta categoría, tanto cultural como legalmente. Quizá si les
cortáramos los cojones mi país se convertiría en un paraíso; los hombres se
calmarían y mostrarían más sensibles al mundo.
EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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