MUERTE EN ZAMORA


MUERTE EN ZAMORA
RAMÓN SENDER BARAYÓN   (Hijo de Ramón J. Sender)

29 octubre de 1934. MADRID


         A la muerte de Ramón J. Sender, pensaba yo que todos los horribles secretos de su vida y la mía quedarían enterrados para siempre. ¿Qué le había sucedido a su primera mujer, mi madre? ¿Cómo había muerto? ¿Por qué se la llevaron? ¿Quién la mató? (…)
         Una y otra vez le rogué a mi padre que me diera detalles de la muerte de mi madre, Amparo Barayón, pero ninguno de mis esfuerzos dio fruto.
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         Amparo fue fusilada el 11 de octubre de 1936 por un tal Segundo Vilora. Dos de sus hermanos habían sido ejecutados unas semanas antes y sus cuerpos no llegaron a recuperarse
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         FELISA: “También quiero decir que Amparo era católica de la cabeza a los pies. De misa y comunión diarias. Amparo era la mano derecha del párroco”.
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         En sus ratos libres Amparo iba a los cines de la Gran Vía y también a los conciertos del Ateneo. Allí entabló amistad con muchos artistas y músicos. Una noche oyó al joven novelista Ramón J. Sender leer unos fragmentos de su recién publicada novela Imán. Pero era demasiado tímida para acercársele y presentarse.
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         En octubre de 1930 él comenzó a publicar una columna en Solidaridad Obrera, el diario de la CNT.
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         -Y ahora, ¿a dónde vas? –preguntó Pepe. (a Amparo)
         -A casa, a mi pisito –dijo ella-. Tengo que acostarme porque mañana tengo que levantarme temprano para ir a misa y confesarme.
         -¿A confesarte? Los hombres estaban atónitos, con la boca abierta.
         -Sí, por lo de la bomba. Pero no pienso decirle al cura ni dónde ni cuando. Si me absuelve, estupendo, si no, peor para él. Mi conciencia está limpia.
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         “Yo fui el último que vio a Amparito viva. Estaba también en la cárcel, y mi trabajo era estar en el despacho donde apuntaba a los prisioneros que entraban y salían. Estaba allí cuando llevaron a Amparito camino del cementerio. Dijo: “estos últimos momentos de mi vida se los dedico a la memoria de mis niños”. ¡Ésas fueron sus palabras exactas!”
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         “En la provincia de Zamora asesinaron a más de seis mil personas, seiscientas de ellas mujeres. Aparecían cadáveres por las carreteras, por los prados, debajo de los árboles y de los matorrales. A algunos los dejaban tal y como caían, a otros, que yacían en tumbas cavadas de prisa, poco profundas, los desenterraban las alimañas”.
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         Así que mi padre había sido infiel mientras Amparo estaba en la cárcel. Todos aquellos meses que Amparo había pasado durmiendo en el suelo de la abarrotada celda, él había estado gozando una vida de soltero despreocupado en Madrid y escribiendo sus importantes comunicados desde el frente, cualquiera de los cuales pudiera haber sellado la suerte de mi madre si hubiera caído en manos de los fascistas. Aunque comprendía que su necesidad de desahogo sexual era natural, aquello me dejaba muy mal sabor de boca.
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         Entre las respuestas a la carta que escribí a El País solicitando información, recibí una de un hombre que había formado parte del batallón de choque de Comuna de Madrid, bajo el mando de mi padre. Recordaba que había visto a Sender el 7 de noviembre de 1936 en las líneas de defensa del río Manzanares. Él pone en duda las palabras de Líster cuando éste afirma que “terminó su carrera militar”.
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         Llegó su padre a las nueve de la noche con su flamante uniforme nuevo de comandante, y a los que íbamos a ser su capitán ayudante y su comisario político nos manifestó su creencia de que Madrid caería en cuarenta y ocho horas, por no tener nada que hacer frente al ejército de Franco, y (por esto le escribo la presente) nos contó que su esposa e hijos habían sido matados por los fascistas ya que estaban en la zona rebelde y él había tenido noticia de ello. Le habían cortado el pelo al cero, le habían administrado aceite de ricino y luego fusilado por ser la mujer de Sender.
         Su padre no quiere contarles nada porque (y es triste decírselo a usted) en aquellos momentos se portó como un cobarde; tenía un miedo espantoso a morir, y vencido por el terror, aquella noche desapareció y nos quedamos sin comandante”.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigo sin entender muy bien, la intención del autor del libro, hijo de Sénder. Por una parte, recupera la memoria de su madre, investigando sus últimos días, y su asesinato por los fascistas, por otra, carga contra su padre, reclamándole quizás una falta de involucración en el desgraciado suceso de su madre. Luego consigue introducir en la tumba de su madre, pequeños restos físicos de su padre una vez muerto. Todo esto no deja de parecer, una vez más, un caso de insatisfacción hereditaria, conocido como: Complejo de Edipo.
Entiendo la rabia que pudiera sentir hacía su padre por el abandono que éste hizo de sus hijos, una vez llegado a América. Pero ¿Qué familia está libre de miserias educativas?

En mi opinión podría perfectamente haber escrito la historia de su madre, recuperar su memoria, y dejar sus rencores de lado, que acaban afeando el resto del libro.

en fin, el autor sabrá porqué lo hace.

el zángano.