EL CRUCERO DE LA CHATARRA RODANTE


EL CRUCERO DE LA CHATARRA RODANTE
FRANCIS SCOTT FITZGERALD

24 septiembre de 1896. SAINT PAUL. Minnesota. Estados Unidos
21 diciembre de 1940. HOLLYWOOD. Los Ángeles. Estados Unidos


         -Un sol cálido. Les daremos una sorpresa a tus padres. No les escribiremos avisando que vamos para allá, y así, dentro de unas semanas, podemos frenar delante de la puerta de su casa y decir que, como en Conneticut no encontrábamos comida, hemos decidido bajar hasta allí y zamparnos unos gall…
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         -¿Quiere decir que piensan ir con esta Chatarra Rodante a un sitio que está a una semana de camino?
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         Miramos el mapa de la marca de semillas, pero cuando comprobamos que Trenton se encontraba sepultado por las palabras “More Power Seeds”, le tiramos el mapa a un cerdo que trotaba animosamente camino de Princenton, evidentemente dispuesto a ingresar en el primer curso de alguna facultad.
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         Tras un período dolorosísimo e interminable de traqueteo furioso, el coche, o la pieza suelta del coche en la que seguíamos sentados, siguió avanzando con frenéticas sacudidas a un a velocidad de treinta kilómetros por hora; intenté usar el freno de mano, pero se negó a funcionar.  Por fin lo comprendí: la mitad trasera del coche se arrastraba por la calzada. (…)
         -Se le saltó la rueda, ¿eh?
         -¡Caray! ¡Mira el coche, está torcido!
         -Sí. Se le saltó.
         -¿Ah, sí?    
         -¿Y la rueda dónde está?
         -Se le saltó. (…)
         -Yo la he visto pasar. Era cosa de ver. ¡Caray!
         -Y le he dicho a Morgan: “Mi puta madre, ¿ves lo que yo veo?. Una rueda”. Y Morgan me ha contestado: “Qué va”. Y yo le he dicho: “Que te digo que sí. Una rueda. Sola”.
         ¿Qué ha pasado? ¿Sele saltó?
         -Sí.
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         El sol estaba aquí como en su casa, y rozaba con cariño las desmoronadas ruinas de cosas antaño adorables.
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         A ruegos del agente, detuve el coche.
         -¡Bien! –dijo él con expresión feroz. (…)
         -Conque yendo a cien kilómetros por hora ¿eh?
         En lugar de corregirle, me limité a enarcar horrorizado las cejas, y exclamé en son de reproche, como si apenas pudiese dar crédito a mis oídos:
         -¿Cien kilómetros por hora?
         -¡Cien kilómetros por hora! –me imitó él-. Dé media vuelta y sígame a la comisaría. (…)
         Si noquiere regresar a comisaría conmigo, demos los cinco dólares a mí, que ya me encargaré de hacérselos llegar al juez.
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         Dejamos la Chatarra Rodante en el médico para que le hiciera un examen a fondo, y comimos en un restaurante griego, en donde una guapa espartana nos sirvió un pastel para celebrar el cumpleaños de Zelda.
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         -Mi casa está cerrada –dijo Zelda en tono tenso-. ¿Qué ocurre?
         -Nada –exclamó amablemente sorprendida la mujer-. Nada. El Juez y Mrs. Sayre salieron el domingo por la noche hacia Connecticut. Querían daros una sorpresa. Caray +, Zelda, criatura, no me digas que has bajado todo ese camino en automóvil…
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         MI afecto te acompaña Chatarra Rodante, te acompaña a ti y a todos los cacharros que iluminaron mi juventud y se deslizaron cargados de promesas o de esperanzas por todas las carreteras que he recorrido, unas carreteras que todavía discurren, menos blancas, menos deslumbrantes, bajo las estrellas y los truenos y el recurrente e inevitable sol.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


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