KALLOCAINA
Karin Boye
26 octubre de 1900. Gotemburgo (Suecia)
24 abril de 1941. Alingás (Suecia) Suicidio
¿A quién habrían de pertenecer, pues,
pensamientos y sentimientos, si no al Estado también? Hasta ahora no había sido
posible controlarlos, eso es todo. Sin embargo, ya se ha descubierto el medio.
¿No es lo mejor para el Estado que
condenen a ese tipo que es mi enemigo, tan inútil, tan nocivo y tan antipático,
aunque no haya cometido ningún acto punible según la ley?
Ya sé que ahora es un sueño utópico,
pero ¡¿y qué?! Preveo que llegará un tiempo en que toda adjudicación de puestos
de trabajo irá precedida del test de la kallocaina, con la misma naturalidad
con que ahora se recurre a pruebas psicotécnicas.
Del individualismo al colectivismo, de
la soledad a la comunidad: ese había sido el camino del gigantesco organismo
sagrado en el que el individuo no era más que una célula carente de otro
significado que el de servir a la totalidad del sistema.
Si
y fundamento para que las personas se tuvieran confianza, jamás habría
surgido el Estado. La raíz sagrada y necesaria de la existencia del Estado es
nuestra bien fundamentada desconfianza mutua.
Somos conscientes de que el Estado lo
es todo, el individuo, nada, y nos agrada que así sea.
-Ahora –dije para concluir- sólo cabe
esperar una legislación que vaya más allá de lo que se haya conocido nunca en
la historia mundial: una legislación contra los pensamientos y los sentimientos
subversivos. Puede que se haga esperar, pero llegará, no hay duda.
EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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