CRÓNICA DE UN VENDEDOR DE SANGRE
YU HUA
1960. Hangzhou. Zhejiang. (China)
Para casarnos, para construirnos una
casa, dependemos del dinero que ganamos vendiendo sangre. El que ganamos
trabajando en el campo apenas nos da para no morir de hambre.
-¡Entra ahora mismo, me cago en la
puta! –rugió ante Xu Yulan sentada en el umbral.
Nueve
años he criado a ese niño para nada, me cago en la puta, todo para que al final
sea hijo de otro…
-¡Vuelve
ahora mismo, me cago en la puta! –rugió en voz baja Xu Sanguan-. Sólo falta que
grites a los cuatro vientos que soy cornudo…
-Eso es tan innecesario como
bajárselos pantalones para tirarse un pedo –decía.
Cuando el alma alza el vuelo, sale
por la chimenea. Lo que tienes que hacer es mandar a tu hijo que se suba al
tejado y se siente encima de la chimenea, gritando al cielo del oeste:”¡Papá,
no te vayas!” ¡Papá, vuelve!”, que no diga otra cosa, sólo estas dos frases.
Que las grite sin parar durante una hora. Cuando el alma de He Xianyong oiga a
su hijo llamándolo, aunque haya alzado el vuelo, renunciará a hacerlo y se
quedará.
-En tres meses, he vendido tres
veces sangre –dijo, mostrándole tres dedos-. Cada vez dos boles. En el hospital
dicen que son cuatrocientos mililitros. Con ellos vendí mi fuerza, y sólo me
quedó el calor. Anteayer vend íotros dos boles en Linpu y hoy otros dos aquí,
así que he vendido el calor que me quedaba.
Si cuando tuvimos a Tercer Júbilo,
él ni existía siquiera, y ahora le da por ponerse chulo…
-Ya sabes: “Los pelos de los cojones
salen más tarde que los de las cejas, pero son más largos”.
EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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