LAS PEQUEÑAS VIRTUDES
NATALIA GINZBUR
14 de julio, Palermo - 7 de
octubre, Roma
En relación con la educación de los hijos,
pienso que se les debe enseñar, no las pequeñas virtudes, sino las grandes. Np
el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia respecto al dinero; no la
prudencia, sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia, sino la
franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la
abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber.
Solemos
hacer, sin embargo, lo contrario: nos apresuramos a enseñar el respeto por las
pequeñas virtudes, basando en ellas todo nuestro sistema educativo. Elegimos,
de este modo, el camino más cómodo; porque las pequeñas virtudes no encierran
ningún peligro material, antes bien, resguardan de los golpes de la fortuna. (…)
Las grandes
virtudes brotan de un instinto en el que me sería difícil dar un nombre. Y lo
mejor de nosotros está en ese mudo instinto, y no en nuestro instinto de
defensa, que argumenta, que sentencia, que diserta con la voz de la razón. (…)
El modo de
ejercitar las pequeñas virtudes, en medida moderada y cuando sea del todo
indispensable, el hombre puede encontrarlo en torno a sí y beberlo del aire;
porque las pequeñas virtudes son de un orden bastante común y difundido entre
los hombres. Pero las grandes virtudes, no se respiran con el aire, y deben ser
la sustancia prima de nuestra relación con nuestros hijos, el primer fundamento
de la educación. Además, lo grande puede contener a lo pequeño, pero lo
pequeño, por ley de naturaleza, no puede en modo alguno contener a lo grande.
EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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