Cuento ejemplarizante para niños desobedientes

Por las hermanas Grimma

El Sr. Magdalena cerró la puerta de su casa y se dirigió por el pasillo hacía el ascensor, donde esperaba impaciente la Sra. Cigarrillo, ésta, al verlo saludó:
-Buenos días Sr. Magdalena ¿va usted a empaparse?
-Buenos días. Dijo él llevándose la mano al sombrero.
-¿Y usted va a encenderse?
La Sra. Cigarrillo asintió con cara de resignación y dijo sin dirigirse a nadie: 
-Esta vida me consume.
El hombre magdalena hizo como que sonreía pensando en su propia existencia. Se despidieron en el portal, donde cada uno tomó por su lado.
El Sr. Magdalena mirando a su alrededor se sentía cada vez más abatido, en el paso de cebra coincidió con la Sra. Cenicero, con el Sr. Bombilla que iba acompañado de sus pequeños, dos bombillitas de nevera de apenas 8 watios. Desde el otro lado de la calle se acercaban dos cafeteras, un destornillador y dos platos que se mantenían a cierta distancia y miraban aterrorizados a su alrededor.
Que sinsentido todo esto. Pensaba el Sr. Magdalena mientras la Sra. Lechuga aun embolsada lo saludaba dirigiéndose a la frutería. Todos se afanaban en sus variadas tareas, al fondo de la calle, en un portal, esperaba embozado el Sr. Consolador, nunca hablaba con nadie y a pesar de que su esperanza de vida era de las más largas, se sentía de los más desgraciados.
El Sr. Magdalena aceleró el paso, no quería llegar tarde al desayuno al que había sido convocado, aunque notaba que sus piernecillas cada vez le pesaban más. El cruzarse con el Sr. Televisor le provocó una gran impresión, pues éste iba mostrando imágenes de un accidente donde se veían varios platos y vasos estampados en el suelo; las pupilas vidriosas de las víctimas habían quedado impresas en las retinas del Sr. Magdalena, que de repente comprendió lo que le esperaba en su cita. Lo bañarían en leche caliente y después lo irían devorando a mordiscos desde la cabeza hasta su cuerpecillo oculto tras el papel.
El Sr. Magdalena no quería ser devorado, a pesar de saber que había nacido para ello y de conocer la mágica combinación de sus ingredientes, había oído del placer que provocaba su degustación, pero la imagen de su cabeza chorreante camino de una boca abierta acabó por desalentarlo.
El Sr. Magdalena, que en ese momento atravesaba un parque, decidió sentarse en un banco, optó por abandonarse al Sol, éste no tardaría en desecarlo y su cuerpo se volvería rígido y correoso, lentamente se despojó del envoltorio transparente. No pensaba en nada, comenzaba a notar rigidez en los miembros y decidió sonreír para que sus congéneres comprendieran la importancia de su decisión. En ese momento, sintió un violento dolor en la cabeza y la terrible sensación de que perdía un trozo de la misma, no tardaron en llegar otros golpes, el Sr. Magdalena no tuvo tiempo de gritar mientras se sentía horriblemente despedazado. En un último intento de comprender abrió el único ojo que le quedaba para contemplar con horror que estaba siendo devorado por una bandada de palomas, enloquecidas por el dulce manjar que la fortuna había colocado en su camino.


Moraleja: La única moraleja posible es que si te crees que por obedecer constantemente y seguir a rajatabla todo lo que te dicen vivirás mejor: Eres un imbécil.
 ¡Ah! y el adoctrinamiento y la educación que padeciste de mano de fábulas y cuentos funcionó perfectamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Original y muy divertido.Encontrar en medio de la basura con la que nos topamos diariamente en estos medios.