RELATOS DE KOLIMÁ


RELATOS DE KOLIMÁ
VARLAM SHALÁMOV

5 junio de 1907.VÓLOGDA. Rusia.
17 enero de 1982. MOSCÚ. Rusia.

         Por los demás, los viejos del lugar calculaban casi con exactitud el frío sin termómetro alguno: si había niebla helada, quería decir que fuera hacía cuarenta grados bajo cero; si al expulsar el aire este salía con un silbido pero aún no costaba respirar, significaba que hacía cuarenta y cinco grados; pero si la respiración era ruidosa y faltaba el aire, entonces era que estábamos a cincuenta grados. Por debajo de los cincuenta y cinco un escupitajo se helaba en el vuelo.
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         -¡Óigame! –me gritó-. ¡Oiga! ¿Lo he pensado mucho! Y he llegado a la conclusión de que la vida no tiene sentido…No lo tiene…
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         Era mucho más importante sabérselas arreglar uno, en invierno, aterido de frío, para abrocharse los pantalones: hombres adultos lloraban a veces al no conseguirlo.
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         La desgracia no es lo bastante honda y dolorosa si se la puede compartir con el amigo. Ante la auténtica necesidad se descubre tan solo la propia fortaleza, la del cuerpo y el alma, se dibujan los límites de tus propias posibilidades, de tu resistencia física y de tu fuerza moral.
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Luego le tocaba el turno al pan –quinientos gramos desde por la mañana para todo el día-; el preso lo pellizcaba a trocitos que introducía en la boca.
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         HONOR Y GLORIA AL TRABAJO, EJEMPLO DE ENTREGA Y HEROÍSMO. Cuando el campo lo único que podía inculcar y de hecho provocaba era odio y repulsión hacia cualquier trabajo.
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         …para mí la tabla de salvación eran los versos: versos queridos de otros escritores que asombrosamente me venían a la mente en un lugar donde todo lo demás hacía tiempo que se había olvidado, tirado y expulsado de la memoria. Eran lo único que el cansancio, el frío, el hambre y las constantes humillaciones aún no habían logrado exterminar.
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         Arranqué un trozo de periódico y lie un pitillo de majorka. Para la majorka no hay nada mejor que el papel de diario. La tinta tipográfica no solo no echa a perder el bouquet de la majorka sino que le da un punto óptimo.
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         Pero el stlánik (árbol) se dobla. Se dobla cada vez más, como bajo un insoportable peso casa vez mayor. El árbol araña con su copa la roca y se apretuja contra el suelo extendiendo cual patas sus ramas azulinas. Se tiende. Parece un pulpo vestido de plumas verdes. Acostado, espera un día, otro, y de pronto del blanco cielo empieza a caer, polvorienta, la nieve, y el stlánik, como el oso, se sumerge en un sueño invernal. (…)
         El stlánik oye la llamada de la imperceptible de la primavera y, como cree en ella, es el primero en levantarse en el Norte. El invierno ha terminado
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         Los mandos en los campos se acostumbran a ejercer un poder incontrolado sobre los reclusos, se habitúan a verse a sí mismos como casi dioses, como los únicos representantes omnímodos del poder, como seres de una raza superior.
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         Tenían los rostros cubiertos de manchas de las congelaciones.
         -¿A dónde os llevan?
         -A Magadán. A fusilarnos. Somos sentenciados.
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         Mi vecino se despertó-
         -¿De la taiga?
         -Eso.
         -¿Con piojos?
         -Con ellos.
         -Entonces métete en el rincón. Aquí no tenemos piojos. Esto se desinfecta.
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         La verdad es que cada vez tenía menos pus, mucho menos que en la mina, donde la sangre y el pus caían en tal cantidad en los chanclos de goma que los pies delos presos chapoteaban, parecían flotar a cada paso como en un charco.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

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