POBRE BLANCO


POBRE BLANCO
SHERWOOD ANDERSON

13 septiembre de 1876. CAMDEN. Estados Unidos
8 marzo de 1941. COLÓN. Estados Unidos

         A los catorce años Hugh era casi tan alto como su padre, e igual de inculto. Sabía leer un poco y escribir su nombre, nociones que adquirió de otros muchachos que iban a pescar a la orilla del río, pero nunca fue a la escuela.
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         Casi toda la población del pueblo en que Hugh naciera procedía del Sur. Había vivido, anteriormente, en una región en la que el trabajo físico lo realizaban los esclavos, y por eso tenían instintiva aversión a la actividad.
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         Así como los políticos de aquella era industrial habían creado el mito de su propia riqueza, los amos del dinero, los grandes banqueros, los manipuladores de los ferrocarriles, los promotores de empresas industriales habían hecho lo mismo.
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         Los hombres y mujeres delos tiempos modernos, que viven en ciudades industriales, son como ratones que han dejado el campo para ir a habitar lugares extraños. Viven entre los muros oscuros de las casa, en las que sólo penetra una luz mísera, se crían escuálidas y hurañas, preocupadas constantemente por el problema de proporcionarse alimentos y calor. Aquí y allá, algún ratón más audaz se yergue sobre las patas traseras y se dirige a los otros, asegurando que se halla dispuesto dispuesto a forzar los muros del encierro, para subyugar a los dioses que lo edificaron.
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         -Es absurdo el modo en que están organizadas las cosas –decía-. Porque mi cuerpo esté formado de cierta manera, me he de ver obligada a aceptar determinadas leyes para vivir. Pero esas leyes no se han hecho para mí. Las crearon los hombres como fabrican abrelatas al por mayor -miró a Clara y se echó a reír-. Imagina verme con una toca semejante a la que lleva por casa tu tía y pasar mis días haciendo calcetines –le dijo.
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         Akron, la ciudad terrible, aún no había comenzado a producir los incalculables millones de tiras de goma llenas del aire de Dios aprisionado, como les ocurría a los jornaleros que iban a las ciudades. Detroit y Toledo aún no habían comenzado a lanzar sus cientos de miles de automóviles para romper, con sus ruidos y sus luces, el silencio nocturno de los caminos rurales.
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EL BOBODE KORIA (RECOPILADOR)

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