las armas

¿Qué magnética atracción ejercen las armas sobre los hombres?
¿Qué locura de poder les instala en el alma?

Leí en un periódico local que en la Expo-joven que se monta todos los años por navidad en la ciudad, el stand, más visitado es el de las Fuerzas Armadas. No puedo evitar un estremecimiento al pensar en esos niños trepando por un tanque, admirando a personas que dicen defender la paz, pertrechados para matar, para amenazar y someter. Recuerdo aquellos versos del poeta Rafael Becerra:

El viejo winchester colgado de la pared
nos recuerda lo que somos
y quién manda a la hora del baile

También recuerdo a Borges y aquella pequeña reflexión que escribió, titulada:
“El puñal” La turbación que producía aquel acero toledano, que parecía revivir en la mano de sus admiradores, aquella hoja forjada con un propósito y que esperaría durante siglos si fuera preciso a la mano homicida que la habría de empuñar para cumplir su fin y buscar un baño caliente en la sangre de algún desdichado.

Las armas están hechas para matar, a pesar de los eufemismos o las justificaciones disparatadas con las que se pretenden defender. Están fabricadas por una especie beligerante que de una forma u otra siempre encuentra el modo de utilizarlas en nombre de algo o de alguien, en su propio beneficio. Y por eso necesitan a esos niños adoctrinados, embelesados. Algunos las llevarán y las usarán y otros, simplemente justificarán su uso, para desgracia de otros seres, ya sean animales o humanos.


El reverendo Yorick.

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