la fiesta de la democracia

De todas las frases estúpidas que nos lanzan con tanta ligereza nuestra clase política, la que se lleva la palma sin duda es la que encabeza este escrito, y que es la consigna oficial utilizada cada vez que nos enfrentamos a la liturgia de renovar los votos hacía esos predicadores sibilinos que se rasgan las vestiduras por nosotros.
Yo ya no diría que el nivel de manipulación ligüstica alcanza cotas superiores, sino que más bien, el intelecto general de la población mengua considerablemente a cada año que pasa. Cada vez más adoctrinados, cada vez más domesticados, imbuidos en un sistema político feroz que cada vez se parece más a un dogma de fe, visto lo que se ve.

Vivímos estos días una farsa secesionista que no es más que una guerra de burguesitos peleando por el cortijo, donde se pone de manifiesto lo endeble de un sistema ajustado a martillazos cuyas esquinas se redondearon a porrazos, y lo peor, cada facción utiliza sin pudor a sus estúpidos peones, para que todo quede al final en un reforzamiento a golpe de fe de su podrida democracia. ¿Qué tiene que pasar para que un pueblo engañado en sus propias narices abra los ojos de una vez?

Por si alguien duda del engaño, podríamos citar algunos ejemplos de nuestro glorioso pasado, donde el fervor patriótico hacía subir la temperatura de la patria rozando casi la levitación.
Podríamos empezar por aquel magníco grito de: ¡Vivan las cadenas! lanzado por el pueblo ante la vuelta del funesto Fernando VII, y en contra de los liberales que proclamaron la constitución de las cortes de Cádiz en 1812, y que por cierto fueron los héroes de la guerra de la independencia, perseguidos y asesinados hasta la aniquilación por la mano del antiguo régimen y la complicidad del pueblo y su falso ardor patriótico.
Si nos saltamos la guerra civil, o el asalto al poder, mediante la desaparición de la república y su legalidad democrática, podríamos viajar hasta los años 70 del pasado siglo, cuando el general dio un golpe en la mesa, fusilando a cinco personas. La opinión internacional condenó unanimemente la acción, y aquí, previa campaña propagandística se convocó una manifestación de patriotas en la plaza de Oriente de Madrid, cuyos supervivientes todavía deben de estar afónicos de tanto gritar Franco.

Tal vez a alguno le diera por pensar hoy día: ¡Oye! ¿Y que fue del conflicto vasco y aquella omnipresencia en la política y los medios?
Tal vez, tal vez...Creo en el fondo  y con tristeza que somos un país de cobardes, de hipócritas y egoístas, incapaz de resolver sus propios problemas por nosotros mismos. Creo que tenemos los gobernantes que nos merecemos, que seguiremos siendo siempre el país de los mediocres, y que los únicos que se atrevieron a lo largo de la historia a enfrentarse a esa mediocridad, jalonan con sus osamentas agujereadas las cunetas y barrancos de esta aciaga tierra ibérica.

el reverendo Yorick.

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