EL CAPOTE


EL CAPOTE
NIKOLAI GÓGOL

31 marzo de 1809. VELYKI SOROCHYNTSI. Ucrania
4 marzo de 1852. MOSCÚ. Rusia

         En el departamento nadie le demostraba el menor respeto. Los ordenanzas no solo no se movían de su sitio cuando él pasaba, sino que ni siquiera le miraban, como si se tratara solo de una mosca que pasara volando por la sala de espera.
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         Conviene saber que el abrigo de Akakiy Akakievich también era blanco de las burlas de los funcionarios. Hasta le habían quitado el nombre noble de abrigo y le llamaban bata.
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         Después de otros dos o tres meses de pequeños ayunos consiguió reunir los ochenta rublos. Su corazón, por lo general tan apacible, empezó a latir precipitadamente.
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         …se encontró casi ante sus propias narices con unos hombres bigotudos, pero no tuvo tiempo de averiguar más acerca de aquellas gentes. Se le nublaron los ojos y el corazón empezó a latirle precipitadamente.
         -¡Pero si este abrigo es mío! –dijo uno de ellos con voz de trueno cogiéndole por el cuello. (…)
         …solo se dio cuenta de cómo le quitaban el abrigo y le daban un golpe con la rodilla que le hizo caer de espaldas en la nieve, en donde quedó tendido sinsentido.
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         Al día siguiente amaneció con una fiebre muy alta. (…) y cuando llegó el médico y le cogió el pulso, únicamente pudo prescribirle fomentos, solo con el fin de que el enfermo no muriera sin el benéfico auxilio de la medicina.
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         Fue un ser que sufrió con paciencia las burlas de sus colegas de oficina y que bajó a la tumba sin haber realizado ningún acto extraordinario; sin embargo, divisó, aunque solo fuera al fin de su vida, el espíritu de la luz en forma de abrigo;…
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         En San Petersburgo se esparció el rumor de que en el puente de Kalenik, y a poca distancia de él, se aparecía de noche un fantasma configura de empleado que buscaba un abrigo robado y que con tal pretexto arrancaba a todos los hombres, sin distinción de rango ni profesión, sus abrigos…
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         De repente sintió, como si alguien le agarrara fuertemente por el cuello… (…) El rostro del funcionario estaba pálido como la nieve, y su mirada era totalmente la de un difunto.
         -¡Ah! ¡Por fin te tengo!... ¡Por fin te he cogido por el cuello! ¡Quiero tu abrigo! No quisiste preocuparte por el mío y hasta me insultaste. ‘Pues bien: dame ahora el tuyo!
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


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