NO TENGO NADA QUE PONERME


NO TENGO QUÉ PONERME (Resumen)
QUIM MONZÓ

24 marzo de 1952. BARCELONA. España


         El hombre esta ante el espejo. Se acaba de afeitar y de duchar. Con una mano se agarra el pequeño michelín dela cintura, lo mira en el espejo y hace chascar la lengua.
         Duda qué ponerse. Como duda, piensa que adelantará trabajo si se pone la camiseta y los eslips. Busca unos blanco, con rayitas azules. Comprueba que no tengan ningún agujero. Se los pone. En cambio, cuando tiene la camiseta en la mano le parece que quizá será mejor no ponérsela y la guarda en el cajón. Abre otro cuerpo de armario y mira las camisas. Hay una blanca, italiana, de algodón, que se compró hace unas semanas y que le gusta especialmente. Coge la percha por el gancho y observa la camisa; le atrae el tacto. Pero el color blanco le engorda. La devuelve a su sitio. Con los dedos, como quien pasa páginas de un libro, acaricia las mangas de todas las camisas. Decididamente, las que le sientan mejor son la gris y la negra. Pero últimamente se las ha puesto tan a menudo que está harto de ellas. Si al final se decide por una de esas dos camisas, podría ponerse los pantalones grises, o los tejanos negros.
         A la duda ya tradicional de no saber cómo vestirse para quedar más favorecido se añade que no tiene ni idea de cómo irá ella. ¿Vendrá con un vestido especialmente ostentoso o de una manera sencilla? Si, pongamos por caso, viniese vestida de sport, él, con los tejanos negros y la camisa gris o negra, quedaría bien. (…)
         ¿Se pondrá corbata o no? Con la mano aparta las camisas y saca el cuelgacorbatas. ¿Cuál se pondrá? ¿Una lisa, de rayas, o cuadritos? Con la americana de cuadritos, la corbata de cuadritos puede quedar demasiado chabacana. (…)
         Claro, que también podría no ponerse corbata. Pero si no se la pone y ella se presenta muy bien vestida, ¿no quedará demasiado golfo? La mezcla de corbata y tejanos le dará un estilo ambiguo, que quizá le permitirá resolver la situación, vaya ella como vaya. (…)
         ¿Y si se pusiese los pantalones de cheviot? Con los pantalones de cheviot, la fuerza de la camisa oscura y la ironía del choque de los cuadritos de la corbata y de los de la americana no arrastraría, además, el toque burlesco que a él le parecería bien, pero que, como ya se ha dicho repetidamente, le da miedo que choque con la vestimenta de ella. (…)
         Finalmente se decide: dejará la americana, ya que no solamente es mucho más probable que ella se presente con americana de cuadritos que con corbata de cuadritos, sino que, en caso de coincidir en esa ornamentación, una corbata siempre es mucho más pequeña (y mucho más discreta, por tanto) que una americana. ¿Qué americana se pondrá. entonces? ¿La negra, la arrugada? ¿La gris, más clásica? Se prueba la gris y se le hace evidente que no es la que le sienta bien.(…)
         Si se viste con americana negra, camisa gris, corbata de cuadritos, pantalones de cheviot y zapatos de piel, ¿no quedará extrañamente clásico al lado de ella, si ella se presenta vestida, pongamos por caso, con tejanos, un jersey y una gabardina? Claro que podría hacer trampa: podría mirar por la mirilla y, según cómo la viese llegar, decidir en el último momento si dejarse la corbata puesta o, en un segundo, quitársela para quedar vestido tan informalmente como ella.
         ¿Es tan importante que la vestimenta de ella y la de él, digamos, estén conjuntadas? (…) ¿Qué problema hay si ella va de una manera y él de otra bien diferente? Incuso puede tener cierta gracia que uno vista de una manera y el otro de otra. ¿O es que piensa que el hecho de que las vestimentas de uno y del otro sintonicen es un buen augurio para la relación? (…)
         Recuperará la idea de los tejanos y la americana de cuadritos. Se quita los zapatos, los pantalones de cheviot y se pone los tejanos negros y, otra vez, los zapatos. Se mira en el espejo: ahora que se fija, le parece que le quedará mejor la americana negra. Se quita la de cuadritos y se vuelve a poner la negra. (…)
         Cambia de zapatos y se mira al espejo. Está bien, pero hay alguna cosa que no encaja. ¿Y si rechazase la teoría de las camisas oscuras y buscase, por ejemplo, la camisa roja, que siempre ha favorecido el color de su cara? (…) Sin tiempo de teorizar, se prueba todas las variantes posibles: la camisa beige con la americana negra; la camisa verde con la americana de cuadritos; la camiseta amarilla con la americana negra; la camiseta verde con la americana gris; la camiseta gris con la americana gris; la camiseta blanca con la americana de cuadritos; la camisa amarilla con la corbata verde y la americana negra; la camisa fucsia…
         Cuando suena el timbre está vestido con una cazadora azul, una camisa blanca, una pajarita abominable, unos pantalones de lana jaspeados de marrón, beige y verde, y calcetines negros. Todavía no ha elegido los zapatos. Para no verse ahogado en un inesperado nuevo mar de dudas, en el último momento decide abrir la puerta sin haber mirado antes por la mirilla. La encuentra ante él, vestida con una sencilla túnica negra y una guadaña en la mano. El hombre la mira, entre decepcionado y sorprendido.
         -No me digas que es una fiesta de disfraces –dice.
         -No.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

       
       
       

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