EL DÍA DEL
OPRICHNIK
VLADIMIR
SOROKIN
7 agosto de
1955. BYKOVO. Óblast de Moscú
La
opríchnina, la cruel guardia de seguridad de Iván el Terrible. Esta guardia
personal del zar Iván el Terrible perseguía a los enemigos del zar y realizó
ejecuciones en masa aterrorizaron a un país entero y su palabra pesaba más que
el veredicto de un juez. Si aparecían por alguna casa, provocaban pavor tanto a
los nobles como a los sirvientes.
Un mes después, Iván el Terrible realizó una vuelta a Moscú por
todo lo alto y lanzó un ultimátum. Seguiría reinando pero el país quedaría
dividido en dos. Una parte sería propiedad del zar y de su guardia personal, la
opríchnina, el resto de las clases continuarían con su vida pero solo tendían
conocimiento de las cuestiones internas del zar en circunstancias
excepcionales.
Los miembros de la opríchnina se elegían entre las clases bajas
y el principal criterio era que no tuvieron ningún vínculo con los nobles. Cada
miembro, opríchnik, juraba lealtad al zar y se comprometía con un código
especial. Se abstenían de beber, comer y de “estar en compañía de” cualquiera
que no fuera miembro de la opríchnina. Si se descubría que un opríchnik rompía
este código tanto él como la otra persona eran ejecutados.
La guardia personal del zar, que en principio contaba con 1.000
hombres aumentó hasta los 6.000. El símbolo de la opríchnina eran unas cabezas
de perro con escobas atadas a los caballos. El escudo significaba que estos
leales guardias del zar estaban listos para ir contra los enemigos de Rusia con
la ferocidad de un perro y a barrerlos fuera del país.
Pronto le llegó el turno, pues, a
Gorojov y, como es de rigor, para comenzar lo enchastramos hasta las cejas de
estiércol, después le atiborramos la boca de billetes, se la cosimos, le
metimos una vela en el culo y lo ahorcamos en las puertas de la finca.
Que dulce es dejar tu simiente en el
seno de la mujer del enemigo del Estado.
La voluntad del Soberano es ley y,
enigma, Gracias a Dios.
Enemigos del Estado siempre los hubo,
internos y externos, pero nunca se había desatado con tanta furia la lucha
contra ellos como durante el periodo del Renacimiento dela Santa Rusia.
El Monarca goza de mejor perspectiva
desde su regia atalaya, el pueblo es más visible para él desde el Kremlin,
mientras que nosotros nos arrastramos como piojos en la pelambrera, trajinamos
entre la maraña del mundo desconociendo a menudo los senderos debidos. El Monarca,
en cambio, lo ve todo y lo oye todo. Y sabe, pues, lo que a todos conviene, el
porqué y el para quién de cada cosa.
En la tarima de madera aguarda enhiesta
la figura de Shka Ivanov, el famoso verdugo de los intelectuales moscovitas.
-Avdotia Pavlovna en persona con su
gigantesco culo rompía los inodoros, ¡por la Santa Cruz!...
-Tú, conde, igual que Job. Todo
volverá… Vuelva o no vuelva, ya no será para ti- ¿Sabes por qué? Porque has
puesto tus pasiones por encima del Estado. (…)
-¡Cabeza de chorlito! ¡Todos somos
hijos del Soberano, y todos nuestros bienes proceden de él y a él pertenecen!
¡Todo el país es suyo! ¿No lo sabías?
Bienamada opríchnina que Dios guarde
más allá de nosotros, pues mientras ella viva, viva estará Rusia. Amén.
EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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