POR LA RELIGIÓN Y LA PATRIA. LA
IGLESIA Y EL GOLPE MILITAR DE JULIO DE
1936
Francisco Espinosa Maestre y José
Mª. García Márquez
La violencia no se hace en
servicio de la anarquía, sino en beneficio del orden, la Patria y la Religión.
RIGOBERTO DOMENECH, arzobispo de Zaragoza. (Heraldo de Aragón,
11-08-1936)
Reclusos desgraciados, yo
soy el pastor y vosotros las ovejas, si quiero os mato a todos-
Arenga del prelado de
Segovia, PÉREZ PLATERO, a los presos de
la cárcel de Cuéllar.
Solamente el 10% de los
amados hijos han rehusado los santos sacramentos antes de ser fusilados por
nuestros buenos oficiales.
Obispo MIRALLES
(Mallorca).
Tenga presente que en las
dos zonas se han hecho mártires; que la sangre de los mártires, en religión
como en política, es siempre fecunda, quela Iglesia, sea por lo que fuere,
figurará como mártir en la zona republicana y formando en el piquete de
ejecución en la zona franquista.
MIGUEL DE IRUJO al
cardenal VIDAL I BARRAQUER (1938)
Clerical es aquel que se
ampara en la religión para la defensa de sus intereses terrenos.
JUANA ONTAÑÓN, maestra
También hubo otros
religiosos que se sumaron al terror, caso del canónigo José María Molina Moreno
o los curas Mariano Ruiz Calero y Ángel Onieva Molina, capellán del cementerio.
Entre los curas que se
negaron a devolver los favores recibiodos está también el de Los Corrales
(Sevilla), José Román, protegido tras el golpe por varios izquierdistas, entre
ellos el alcalde Antonio Rueda Martín y el presidente de las Juventudes Socialistas
Bonifacio Espada. Luego, en 1937, cuando el alcalde fue detenido tras la caída
de Málaga, su familia acudió a Román para que intercediera por él, pero se
negó. El alcalde fue asesinado en Sevilla el 27de julio de 1937.
Este sacerdote (se refiere
al párroco Manuel Vaquero) era el Presidente de una junta compuesta por varios
caciques del pueblo que tenían la misión de reunirse cuando les parecía para
acordar entre ellos quiénes serían las personas que había que detener y cuáles
serían fusilados.
De siempre, la Iglesia había tenido especial preocupación
porque la salida de la vida de los condenados a muerte pasara por sus manos .No
era nada nuevo y a ello dedicaron muchos esfuerzos. Como decía San Agustín, “es
mayor mal que perezca un alma sin bautismo que el hecho de que sean degollados
innumerables hombres, aún inocentes”.
El castigo
tiene un doble carácter de pena y corrección; es una operación quirúrgica que
hace Dios a un pueblo para curarle de una grave enfermedad, en que había caído
voluntariamente. Podía Dios curarle sin dolor, pero entonces no quedaría
satisfecha su justicia ni la cura sería tan eficaz.
FÉLIX
G.OLMEDO, jesuita.
En cada
pueblo hay una luz que ilumina, el maestro, y un soplo que la apaga, el cura.
VÍCTOR HUGO
Si algo especialmente había sacado a la Iglesia y a los
curas de quicio durante la República, fue la clara conciencia de haber perdido
buena parte del control de la educación desde la infancia, una de las claves de
su poder. La creación de miles de escuelas públicas por todo el país y la
salida de promociones de enseñantes que escapaban a su control creó en los
curas una sensación de agravio y un odio cerval que encontró su salida natural
en el momento en que el golpe militar los elevó de nuevo al rango de poder
fáctico y los convirtió en informantes cualificados. La vida de miles de
hombres y mujeres, la vida profesional y la vida privada, pasaba a depender de
la ideología de los miembros de uno de los sectores más reaccionarios de la
sociedad española. Las comisiones depuradoras provinciales creadas en todo el
territorio ocupado se encargarán de llevar la purga a sus últimos extremos.
Ningún aspecto de la vida quedaba fuera del ojo inquisidor
del cura, un verdadero espía de la reacción en cada pueblo.
…desde el inicio del golpe militar que con tan buenos ojso
vieron y al que tan gustosamente se sumaron, porque no olvidemos que la Iglesia
forma parte del núcleo duro y permanente de la derecha española. De hecho, sólo
ven buena su memoria, que además, tratan de imponernos a todos con el boato y
la desmesura propia de una institución acostumbrada a no rendir cuentas a nadie
y a vivir del Estado, es decir, del dinero de todos, creyentes y no creyentes.
Y, sobre todo, lo que es aún peor, con la soberbia y la prepotencia adquirida a
lo largo de una experiencia de siglos de poder y, ya en nuestros días, en la
dictadura y después de una transición que respetó y consolidó todos sus
privilegios.
Si la Iglesia se hubiera negado a secundar las prácticas
represivas puestas en marcha a partir de aquel día(18 de julio de 1936) nada
hubiera sido igual. Pero no sólo no se negó sino que se pudo en primera fila,
brazo en alto, junto a militares, guardias civiles y fascistas de toda laya.
EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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