ROMA


 Lo que me jode del cine es su banalización. Si alguna vez fue capaz de emocionar a la totalidad del público, esa capacidad ya no existe, ni de lejos. Podría darse el caso de que los guiones y las ganas de nuevos directores estuviesen coaccionados, amputados y amenazados, ahí sí que podría entenderse las historias sesgadas que nos llegan, el quiero y no puedo de contar algo en su totalidad. No hablo de un cine comercial, de entretenimiento, hablo del otro cine, el que te hace ir a la sala como una vaca que se dirige al matadero, seguro de que lo que vas a ver allí te va a revolver completamente por dentro; esa capacidad creo que está lejos de lo que hoy día entendemos por películas de autor, da la sensación de que todos quieren ajustar las ideas a los moldes para no sacar los pies del plato y complacer a todo el mundo. Parece que el camino al reconocimiento pasa por aceptar unas reglas que regulan las ideas y la creación en general. Si esto es así, es inútil buscar en esos canales oficiales la frescura y la emoción.

Siento todas estas cosas después de haber visto una película que hace unos pocos años arrasó con la crítica y los premios de medio mundo: Roma. Permítanme que les diga que a pesar del buen trabajo de fotografía, de actores, ambientación, etc, la historia se me queda coja, superficial y manida. Creo que es un producto hecho a la medida de nuestro tiempo, para que los progres de turno acudan al cine y pongan pose de concentración mientras se asoman a una historia que siempre les va a parecer lejana, una historia ambigua y despersonalizada donde su moral e integridad de burgueses que necesitan servicio doméstico queda a salvo.

Mi madre trabajó de sirvienta toda su vida, desde los once años que fue llevada a servir interna en casa de un médico que tenía a otras tres niñas a su servicio, ni que decir tiene que las esclavizaba y mataba de hambre. Luego sería otra familia, y luego otra, y otra más. Cuando yo era adolescente me subía por las paredes cuando oía a mi madre decir la señora o los señoritos. ¿Eulalia cómo están sus hijos y su marido? La pregunta de rigor y buena educación que fue lo más cerca que estuvieron nunca de nosotros los hijos de la criada, nacidos para servir.

Veo al samurai de Kurosawa reconociendo su origen campesino, contando a sus compañeros de las ruindades de los mismos, de como esconden la comida y que del mismo modo ninguno les llorará si ellos mueren defendiéndolos. Veo sus lágrimas mientras se frota el alma con estropajo y jabón para sacarse la tierra adherida generación tras generación.

Después de esto nada queda por decir, si acaso volver al principio para remarcar la vacuidad de las historias que se cuentan en el cine, tal vez deberíamos volver la mirada a nuestros ancestros, nuestras familias, nuestros antepasados, ahí olvidada está toda la grandeza de la miseria humana.


Yorick.

No hay comentarios: