APOROFOBIA
ADELA
CORTINA
1947. VALENCIA.
á-poros: pobre
fobéo: espantarse
En un mundo construido sobre el contrato
político, económico y social, los pobres parecen quebrar el juego de dar y
recibir, y por eso prospera la tendencia a excluirlos.
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Han
venido del otro lado del Mediterráneo, se han jugado la vida, y la han perdido
muchas veces por llegar a esa supuesta Tierra Prometida que es la Unión
Europea.
Sólo
que en este caso no se trata de turistas, dispuestos a dejar dinero, más o
menos según sus recursos o su prodigalidad. Se trata de refugiados políticos y
de inmigrantes pobres. Son otro tipo de extranjeros. (…)
Es
imposible no comparar la acogida entusiasta y hospitalaria con que se recibe a
los extranjeros que vienen como turistas con el rechazo inmisericorde a la
oleada de extranjeros pobres. Se les cierran las puertas, se levantan
alambradas y murallas, se impide el traspaso de fronteras.
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En
todos los casos, quien desprecia asume una actitud de superioridad con respecto
al otro, considera que su etnia, raza, tendencia sexual o creencia –sea
religiosa o atea- es superior y que, por lo tanto, el rechazo del otro está
legitimado.
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Abundan
los partidos políticos que apuestan por el discurso xenófobo como seña de
identidad y como incentivo para ganar votos. Y, desgraciadamente, les da buen
resultado, sobre todo en épocas de crisis, cuando echar mano de un chivo
expiatorio resulta muy rentable para quienes no tienen nada positivo que
ofrecer.
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La
tendencia a tomar posición en la vida cotidiana a favor de los mejor situados,
aquellos de los que puede obtener algún beneficio, y a dejar desamparados a los
áporoi, a los que no parecen poder ofrecer muchas ventajas, parece inscrita en
la naturaleza humana y es la fuente de sufrimiento injusto. Tomar conciencia de
ello y preguntar si es ése el tipo de personas que queremos es una cuestión de
humanidad o inhumanidad.
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Sea
en la política, en la empresa, en la universidad, en la escuela, en la fábrica
o en cualquier lugar, en todos ellos funciona el Principio Mateo: “al que más
tiene, más se le dará, y al que tiene poco, hasta lo poco que tiene se le
quitará”.
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Kropotkin,
el clásico del anarquismo, que en Ayuda mutua: un factor de evolución documenta
con datos empíricos que la ayuda mutua es mejor factor de supervivencia que la
competición.
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Los
áporoi no tienen ninguna carta que jugar en este juego de poder. Por eso, en
los últimos años, algunos autores han entendido que si la educación no ha
tenido hasta ahora el éxito deseado para mejorar la moralidad de la población,
habría que recurrir a métodos más expeditivos que el avance tecnológico pone en
nuestras manos. Habría que recurrir a la biomejora moral. (…)
¿No
es posible que exista un desequilibrio entre las exigencias morales que
presentan las instituciones democráticas, situadas en el nivel posconvencional
en el desarrollo de la conciencia moral, y las motivaciones morales de los
individuos, que siguen aferrándose a los códigos más primitivos de
supervivencia? (…) ¿Qué hacer para cambiar la motivación moral de los
ciudadanos, de forma que se preocupen también por los lejanos en espacio y
tiempo?
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…es
verdad, como parece serlo, que nuestro cerebro es aporófobo, que nacemos con
esa tendencia a ignorar a quienes no nos ofrecen beneficios, o eso creemos, el
cambio debe producirse a lo largo de la vida de cada persona, no se heredan las
modificaciones en los cerebros de los predecesores.
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En
los años sesenta y setenta del siglo XX, se extiende la convicción de que la
pobreza es una coacción, posiblemente la más importante, a la libertad y a la
autosatisfacción de las personas. Existe un consenso en la convicción de que la
pobreza es inaceptable, aunque continúen los debates sobre cómo eliminarla.
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Luis
Vives dio un gran paso en la lucha contra la pobreza al defender que no debía
dejarse en manos de las instituciones caritativas y de la limosna individual,
sino que debían asumirla los poderes públicos, en este caso, los municipios, y
tomar como base el estudio de la situación.
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Los
hombres nacieron en relación, no como individuos aislados, nacieron en vínculo,
no como átomos cerrados en sí mismos. Pero sobrevivieron por su solidaridad con
los próximos y por su defensa frente a los foráneos: ésa fue la clave del
cerebro xenófobo.
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Una
ética de la correspondencia exige gestionar las condiciones jurídicas y
políticas actuales desde el reconocimiento compasivo, orientando la
construcción de una sociedad cosmopolita, sin exclusiones.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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