¡VAGO!

Yo no quiero trabajar. Ni por un salario, ni por privilegios, ni siquiera por el bien de la humanidad. No quiero formar parte de un gregarismo sentimentalista que me convierta en lo que he sido hasta hoy: un esclavo. Lo repito, no quiero trabajar, no quiero formar parte del progreso, ni de la sociedad, ni de la ley, ni de la democracia. Ni siquiera querría cambiar el mundo, ni el sistema, ya sea desde dentro o desde fuera. Lo único que quiero es seguir mis instintos primarios, básicos, y naturales, esto es: dormir cuando tenga sueño, comer cuando tenga hambre, rascarme la barriga cuando me pique o me de placer, haraganear como un animal tumbado al Sol, viendo pasar las nubes.
Podéis tomarlo como queráis, me da exactamente igual que me llaméis perro, vago, gandul, o cualquier otro insulto despreciativo con el que os sintáis mejor, a salvo, bien profundo y apretados en esa sociedad esclavista en la que deseáis vivir.
Yo he cumplido mi parte, fui educado para formar parte del sistema y lo hice durante cincuenta años, he obedecido y callado tantas veces que estos verbos: obedecer y callar, se convierten en algo cotidiano, casi innato. Algo de lo que ya no eres consciente, un adoctrinamiento que se apodera de ti, y te hace estar convencido de que lo que haces es lo que debes hacer. Y precisamente de esa idea parte la otra: Lo que pienso es lo que debo hacer. Por lo tanto, repito: No quiero trabajar. La satisfacción y el gozo de no hacer nada supera con creces todo lo que se pierde, todas esas comodidades del mundo moderno, que no son capaces de satisfacer a nadie, todas esas banalidades de entretenimiento, de ocio controlado, de orden, de disciplina, de doctrina, de fe. Nada de esto supera la sensación plena de no tener obligación alguna. No se echen las manos a la cabeza, los problemas que genera el pensar y vivir de éste modo no son ni la mitad de grandes que los que plantea vivir como un esclavo en un sistema diseñado para exprimirte hasta la última gota.
No hay comparación, vaciar tu mente de prejuicios, de ansiedades, de miedos, de deseos absurdos, proporciona un estado de paz, que cualquiera que pasee por ésta senda no volverá ha hacerlo por esos páramos de tecnología y orden.

Tengo la hamaca colgada entre dos árboles, el Sol de primavera me calienta y el viento me mece, al lado un búcaro de agua fresca y al alcance de mi mano una manzana del árbol que me sujeta. Es todo lo que necesito.



Este texto es un pequeño homenaje-recuerdo a dos pensadores fundamentales y olvidados: Anselme Bellegarrigue y George Darien.


Yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr YORICK, este texto lo firmo ante notario si falta hace. Me solidarizo en su totalidad. Yo también soy vago. Me nacieron en Andalucía y aunque a mi pesar no he hecho gala de la impronta que esa, mi tierra, me transmitió. Me hubiese gustado ser VAGO, MALEANTE Y ESTRAGADOR, pero, como es sabido: el hombre propone y.... Aunque el que dispone sea el aciago Demiurgo, que curró 6 días y desde entonces se está tocando los cojones, paseando en su nube.
Lo dicho: que trabajen ellos....y ellas.