DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE

DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE.   Edit. 1772
DANIEL DEFOE

6 mayo de 1660. LONDRES. Inglaterra
24 abril de 1731. LONDRES. Inglaterra
NOTA BENE: Historia novelada. El autor tenía cuatro años cuando sucedió.
La epidemia duró desde 1665 a 1666
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         ... en la parroquia de St. Giles inhumaron cuarenta en total, de los que se estaba seguro que la mayor parte había muerto de la peste, aunque estuviesen registrados con otras enfermedades…(…)
         Hicieron todo cuanto pudiera ocultar su enfermedad, para evitar que los vecinos los rehuyesen y se negasen a conversar con ellos…
         …se rumoreaba que aparecería una orden del Gobierno para poner vallas y barreras en los caminos a fin de impedir que la gente viajase; y que los pueblos sobre los caminos no tolerarían el paso de los londinenses por miedo a que trajesen consigo la epidemia.
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         Se hicieron algunos intentos para suprimir la impresión de los libros que aterrorizaban al pueblo y de amedrentar a sus propagadores, algunos de los cuales fueron arrestados.
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         Los jueces de paz de Middlesex, por orden del secretario de Estado, habían comenzado a cerrar casas y viviendas en las parroquias de St. Giles-in-the-Fields, etc., con excelentes resultados; ya que en varias calles en las que había estallado la peste, la epidemia cesó cuando se vigilaron estrictamente las susodichas casas infectadas y se puso especial cuidado en enterrar a los muertos tan pronto como se tenía conocimiento de su deceso.
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Vigilantes
         Que se designen para cada casa infectada dos vigilantes, uno para el día y otro para la noche; y que estos vigilantes tengan especial cuidado de que persona alguna entre o salga de tales casas infectadas a cuyo cargo están, so pena de sufrir severo castigo.(…)
         Y que no se tolere bajo ningún concepto que vecinos ni amigos acompañen al cadáver a la iglesia o entren en la casa contaminada, bajo pena de cierre de su casa o de encarcelamiento.
Diversiones
         Que se prohíban terminantemente todas las diversiones, bailes de osos, juegos, cantos de coplas, ejercicios de broqueles y similares motivos de reunión del pueblo; y que las partes transgresoras sean severamente castigadas por cada regidor en su distrito.
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         Es menester hacer observar que durante toda esta calamidad fueron las mujeres las criaturas más temerarias, desaprensivas y arrojadas; y como hubo muchísimas que iban de un sito a otro como enfermeras para cuidar a los que estaban enfermos, cometieron gran cantidad de pequeños robos en las casa en las que eran empleadas…
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         Al estar paralizados todos los ramos de actividad, los empleos cesaron de súbito, desapareció el trabajo, y con él el pan de los pobres; y los lamentos de los pobres eran en verdad muy desgarradores al principio, si bien la repartición de las limosnas alivió su miseria en ese sentido.
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         Podría contar macabras historias acerca de niños vivos que mamaban de los pechos de sus madres o amas que ya estaban muertas por causa de la peste.
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         He pensado con frecuencia en la situación de desprevención en que se hallaba la totalidad de la población cunado este azote empezó a abatirse sobre ella; y la manera en que, por falta de medidas adecuadas, tanto públicas como particulares, cayeron sobre nosotros todos los trastornos posteriores y tan enorme cantidad de personas pereció en el desastre, lo que, si se hubieran tomado las medidas convenientes, se hubiera podido evitar con el concurso de la providencia…
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         …y todos los tahoneros estaban obligados a tener sus hornos constantemente en marcha, so pena de perder los privilegios de ciudadanos de la villa de Londres.
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         Cuando de personas sanas, me refiero a las que habían sido contagiadas y llevaban la peste con ellos en la sangre, aun cunado su aspecto no acusase los síntomas de ello; es más, incluso cuando ellos mismos no tenían conciencia de estar contagiados, cosa que sucedió con muchos durante varios días.
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         Se hicieron amargos reproches a aquellos médicos que habían abandonado a sus pacientes durante la epidemia; y ahora, cuando volvieron a la ciudad, nadie empleaba sus servicios.
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         “¿Qué buenas nuevas?”; y cuando les contestaban que la peste había menguado y que las listas habían disminuido en casi dos mil muertos, exclamaban: “¡Alabado sea el Señor!”, y lloraban de alegría…
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         Terrible peste a Londres asoló
         en mil seiscientos sesenta y cinco.
         cien mil almas se llevó,
       ¡pero yo sobrevivo!
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

1 comentario:

Anónimo dijo...

si está todo inventao