Reflexión del primero de Mayo


Hace algunas semanas: Se produce la crisis del Covid-19. Alarma social, alarma política y declaración del estado de alarma. Se cierran comercios, y sectores laborales no imprescindibles. Se confina a la población en casa.
Comienza el bombardeo informativo: tragedia, drama, muertes e incertidumbre en un plato de la balanza. Esperanza, solidaridad, apoyo y fe en el otro.
Una confusión informativa calibrada y estudiada. La población del mundo pendiente de estadísticas y medidas. La cabeza gacha.
Algunas poderosas empresas del país sacan pecho: Anuncian a bombo y platillo que dejan de lado su actividad industrial para poner sus medios al servicio de la crisis sanitaria mediante la fabricación de material hospitalario. Los medios apoyan la medida elevándolos a la categoría de héroes.

La realidad de una de esas empresas:

Una muy poderosa situada en la Comunidad Valenciana anuncia la fabricación de respiradores sanitarios. Los trabajadores se comunican por whatssap satisfechos. Se creen su papel de héroes, o quizás disimulan contentos, en el fondo, de no haber sido ellos víctimas de los temidos ERTE.
Contemplan atónitos como la supuesta fabricación de respiradores no se ve por ninguna parte, algún simulacro de despiece y de habilitar un espacio, pero ellos continúan fabricando lo de siempre. Mientras tanto, son sometidos a controles de entrada, vigilados por cámaras y termómetros, para “evitar” masificaciones y contagios. Muchos de esos trabajadores tienen en sus domicilios personas de riesgo, sin embargo siguen acudiendo al trabajo. El personal que padece hipertensión y otras patologías sospechosas de complicarse en caso de contagio, son invitados a coger vacaciones o bajas médicas. Las semanas pasan. De los respiradores nadie sabe nada, todos callan. Los equipos eléctricos que fabrican siguen saliendo de las líneas. La empresa ha prometido un bono económico por el sacrificio. Todos en el fondo piensan en esto, ya no se sienten héroes, todo se ha normalizado, y la miserabilidad asoma donde siempre.

Cuando debido al confinamiento, que no a vacunas ni tratamientos, la enfermedad empieza a descender, todo se relaja. La empresa que ha continuado con su actividad normal observa como sus almacenes están llenos de pedidos que no pueden enviar. Sus equipos de montaje en el extranjero permanecen en casa, debido a la Pandemia.
Entonces y como se veía venir comienzan los despidos. Los obreros tragan saliva, y acrecientan su peloteo, la cabeza gacha durante las ocho horas, caminan por las líneas marcadas, no cuchichean, en el fondo de sus corazones un ruego: “Qué no me toque a mí, por favor...” Pero van cayendo y los despidos se suceden. Los que quedan ponen cara de compungidos pero siguen apretando tornillos con fuerza y miedo.

Hoy es primero de Mayo. El día de los trabajadores. Su día. Harán todo el esfuerzo posible por tragarse su vergüenza, en nombre de sus hijos, de sus hipotecas, de su bienestar. Nadie hará un examen de conciencia y aceptará su cobardía con el fin de cambiarla. Éste es nuestro negro presente y nuestro negro futuro. Los obreros solo parecen juntarse cuando el cierre de las fábricas es inevitable, entonces es cuando hacen tristes amagos de autodefensa y de oposición a la empresa. Cuando saben de hecho que sus actos no servirán.


el reverendo Yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ha tiempo en el que los sindicatos significaban algo, ahora es muy diferente.Los sindicatos han vendido a los trabajadores y éstos se handejado comprar a cambio de cuatro cachivaches.
Me considero uno de los pocos al que no le gusta lo que vivimos. La mayoría, sin embargo, lo desea fervientemente. Muchos artículos vaticinan el findel capitalismo. Me meo encima de la risa. De este tiempo el capitalismo saldrá más reforzado como ha ocurrido en la reciente historia.
Se avecinan tiempos sombríosy fatales.
Saludos