ÁGOTA KRISTOF
30 octubre de 1935-
CSIKVÁND, Hungría
27 julio de 2011 –
NEUCHÂTEL, Suiza
EL HACHA (Cuento)
Pase doctor. Es aquí, sí. Yo le he
llamado, sí. Mi marido ha tenido un accidente. Sí, creo que es un accidente
grave. Muy grave. Hay que subir al primer piso. Está en nuestro dormitorio. Po
aquí. Discúlpeme, la cama no está hecha. Como comprenderá, me he alarmado
cuando he visto tanta sangre. No sé si tendré el valor de limpiar todo esto.
Creo que iré a vivir a otro sitio.
Aquí está la habitación, venga. Está
aquí, al lado de la cama, sobre la alfombra. Tiene un hacha clavada en el
cráneo. ¿Quiere examinarlo? Sí, examínelo. Vaya accidente más estúpido,
¿verdad? Se cayó de la cama mientras dormía y cayó sabre esta hacha.
Sí, el hacha es nuestra. Suele estar
en el salón, al lado de la chimenea, sirve para cortar ramas.
¿Qué por qué estaba al lado d ela
cama? No tengo ni idea. Seguramente él mismo la apoyó contra la mesita de
noche. Tal vez temía a los ladrones. Nuestra casa está bastante aislada.
¿Dice usted que está muerto?
Enseguida creí que estaba muerto pero pensé que sería mejor que un médico se
asegurara.
¿Quiere hace runa llamada? ¡Ah, sí!
A la ambulancia, ¿verdad? ¿A la policía? ¿Por qué? Ha sido un accidente.
Simplemente se ha caído de la cama sobre un hacha. Sí, es extraño, pero hay
montones de cosas que pasan así, de la forma más tonta.
¿No estará pensando que he sido yo
la que ha puesto el hacha al lado de la cama para que se caiga encima? ¡Cómo
iba a saber que se caería de la cama!
¿Acaso cree que lo he empujado y
luego me he dormido tan tranquila, por fin sola en nuestra cama grande, sin oír
sus ronquidos ni notar su olor?
Doctor, no irá usted a suponer semejantes cosas, no puede…
Es verdad, he dormido bien. Hacía
años que no dormía bien. No me he despertado hasta las ocho de la mañana. He
mirado por la ventana. Hacía viento. Las nubes blancas, grises, redondas,
jugaban frente al sol. Me sentía feliz y pensaba que con las nubes uno nunca
sabe. A lo mejor se dispersaban –o formaban un conjunto y descendían sobre
nosotros en forma de lluvia. Me daba igual. Me gusta mucho la lluvia. De hecho,
esta mañana todo me parecía maravilloso. Me sentía aliviada, liberada de una
carga que hace tanto tiempo…
Fue entonces cuando, al volver la
cabeza, ví el accidente y enseguida le llamé.
Usted también quiere hacer una
llamada. Aquí está el aparato. Va a llamar a la ambulancia para que se lleven
el cuerpo, ¿verdad?
¿Cómo que la ambulancia es para mí?
No lo entiendo. No estoy herida. No me he hecho ningún daño, estoy muy bien. La
sangre que llevo en el camisón es de mi marido, ha salpicado…
EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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