protegedme de lo que deseo


 Todos deseamos ser especiales, todos lo creemos, y en ese espejo en el que nos miramos descubrimos un ser que camina por la vida con la seguridad que da la diferencia. Pero no hay nada de especial. La verdad es que huimos de la realidad, de no ser más que otra criatura perdida en la inmensidad. Huimos de la triste realidad que ofrece una habitación plagada de trastos, llena de polvo, y con la ropa sucia amontonada en un rincón. Huimos de la falta de dinero, de la incertidumbre que da el tener que buscarse la vida, trabajar enmierdados hasta el cuello sin posibilidad de mejora. Y entonces tejemos la gran mentira que nos hará llevadero el paso de la vida: inventamos un personaje donde escondernos de nuestra propia imposibilidad de liberarnos de lo que nos tortura. Y nos convertimos en especiales. Ya no somos un mediocre aplastado por sus deseos, que también, lo que ocurre es que aprendemos a camuflarnos para que no se note el tobogán de nuestras pasiones.

Y al mirar alrededor fijamos la mirada en aquel o aquella que brilla con lo que nosotros no tenemos. Queremos ser como ellos, triunfadores, ricas, guapos, reconocidas, el modo de llegar no importa, la calidad de las hazañas tampoco, el fin es convertirse en uno de los elegidos, ostentar el poder del dinero, mirar desde arriba y con desprecio a aquellos que nos recuerdan de donde venimos, a esos seres sucios que se amontonan pisándose unos a otros para ascender hasta donde nosotros estamos. Una ilusión que nos desgaja, que nos fractura dividiéndonos hasta un punto sin retorno. Una vía llena de odio, de resentimiento, de envidia, de lujuria. Todo perpetrado por las ansias de poder, por el deseo de acumular riquezas, de aplastar al semejante y a ser posible esclavizarlo para que se convierta en nuestro siervo.

Y así ha sido desde el principio de las civilizaciones. Generaciones enteras destruidas para el disfrute de unos pocos, dominio constante, escondido en las más diversas y ruines excusas. Un sistema perpetuado y cimentado sobre los deseos, y la ambición.


Nuestra enfermedad y perdición.


yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te sigo desde hace dos años y leo tus escritos con verdadero placer. Pero me gusta ser crítico, y este, en especial, me parece contradictorio.
Espero sigas publicando muchos más.
Un afectuoso saludo. Luis G.C.