ODA A LA ESTUPIDEZ
JULE GOIKOETXEA (Filósofa política y
escritora)
Extracto del artículo,
publicado en EL SALTO el 5-05-2021
No está de moda hablar de filosofía política el
día después de las elecciones. (…)
Pretendo hacer una oda a la estupidez porque
simple y sencillamente es inaceptable la discriminación que sufre por parte de
politólogos, tertulianos y demás todólogos como elemento explicativo
de la realidad social. La idiotez es tan constitutiva de lo humano como la
razón.
La idiotez es tan constitutiva
de lo humano como la razón, y el hecho de que la grandísima mayoría crea
que el idiota siempre es el otro, es un magnífico síntoma
de estupidez humana colectiva
Y el hecho de que la grandísima mayoría crea
que el idiota siempre es el otro es un magnífico síntoma de estupidez humana
colectiva. Esto lleva a creer que la estupidez es foránea, un hechizo, un mal
de ojo, un desvío del camino natural del sujeto racional, bondadoso, solidario,
dispuesto hacia el bien el cual, por una u otra razón ajena, siempre termina en
escenarios draconianos y esperpénticos por culpa de un malvado todopoderoso el
cual no es definido por su inteligencia, casualmente, si no por su maldad. Pero
si un malvado minoritario, sean cual sea —las elites, los ricos, los medios,
satanás, la banca o la clase política—, termina ganando siempre, igual, no sé,
quizá, es que somos idiotas.
Y cuando digo idiota no es que tú seas más
idiota que yo, sino que la idiocia es algo que nos describe como especie, algo
propio, característico de lo humano y, por tanto, lo suficientemente importante
como para hablar, debatir y escribir sobre ello. (…)
La estupidez humana no pertenece a un grupo, a
una clase o una comunidad particular. El porcentaje de estupidez entre los
ricos es igual de alto que entre los desposeídos. Otra cosa es que sus recursos
(el dinero y el nivel de información que manejan, entre otras cosas) amortigüen
más y mejor la idiocia humana de las élites, pero ni la borran ni la desgastan
ni la neutralizan, como muy bien muestra la Historia Universal, el siglo XX,
los resultados de Ayuso en Madrid o los de Urkullu en la CAV. (…)
Tras las votaciones europeas en contra de
liberalizar las patentes, tras la tragedia de India, tras el TAV y la
externalización de Urkullu como lehendakari de Cantabria y tras los
resultados electorales de Madrid, ¿podemos ya decir que la estupidez es la
propiedad mejor distribuida de la humanidad?
Hoy veremos hordas de ilustrados negándolo,
saldrán todo tipo de análisis diciendo que los votantes de Ayuso, de Urkullu y
de los partidos que están en contra de liberalizar las patentes saben muy bien
que cuando votan, votan privatizar la sanidad, la educación, el agua, la
energía y los servicios sociales. Que saben muy bien que votan por la expansión
de la pobreza y la precariedad pensando, supongo, que no les afecta a ellos. Lo
curioso es que según los datos de esa misma racionalidad todopoderosa, el
aumento de pobreza baja la calidad de vida de toda la población, presente y
futura, también de las que votan en masa a favor de ella. Es obvio que a la
élite le interesa privatizar, pero la mayoría de quienes votan derecha no son
élite. Y, además, que al rico le interese privatizar no es signo de
inteligencia, sino de egoísmo. Y el egoísmo puede ser tan hijo de la razón como
de la estupidez.
La estupidez humana es
entrañable y revolucionaria cuando va acompañada de estrategias y objetivos
emancipatorios, cuando va acompañada de solidaridad, de resistencia y
organización, de amor, de cuidado, de camaradería y lucha, porque es entonces
cuando la humanidad se supera
El sinsentido
La estupidez a la que me refiero en este caso
es un atributo de la falta de sentido que se da o existe gracias a que podemos
crear sentido. El sinsentido es una cualidad que solo las humanas podemos
percibir y domesticar, precisamente porque podemos crear sentido mediante el
lenguaje.
El poder imaginar y crear sentido en mitad del
sinsentido que implica vivir rodando a una velocidad media de 107.280
kilómetros por hora sobre un trozo de Tierra ardiendo en mitad de una nada
cósmica es lo que posibilita también el fenómeno de la estupidez. Por tanto, no
es algo a despreciar. Es algo que tenemos que aprender a acariciar, a entender,
a manejar, para poder transformar. Y es que no puede haber sentido sin
discurso, y todo discurso o cadena significante se basa en la posibilidad de la
estupidez, en este caso, de la ausencia de sentido, porque el sentido solo
existe en el espacio (también cósmico) del sinsentido. Excepto para los que
creen en dioses.
La cosmovisión moderna ilustrada y liberal
impide ver que la estupidez es consubstancial a todo ser viviente que tenga
discurso y, perdonen, pero la cosmovisión moderna no es una ideología, es una
cosmovisión compartida fervientemente por la derecha y la izquierda, es decir,
por la mayoría de la población. Y ese marco no acepta la estupidez sino como
error o desvío en el camino lineal y progresivo de la Historia Universal donde
el Sujeto Racional es la versión moderada y domesticada del supremacismo
blanco, misógino y xenófobo que compone a la ultraderecha, sea más o menos
fascista, más o menos neoliberal, y tan moderna como reaccionario; una base
ideológica que ha arrasado según los resultados no solo de Madrid, también de
otras muchas comunidades autónomas del Estado, y no digamos de los resultados
europeos en general.
Eso no quita que la estupidez humana sea
entrañable y revolucionaria cuando va acompañada de estrategias y objetivos
emancipatorios, cuando va acompañada de solidaridad, de resistencia y organización,
de amor, de cuidado, de camaradería y lucha, porque es entonces cuando la
humanidad se supera, y en cierta medida, se emancipa. Cuando reta y confronta
lo que este mundo de mierda nos brinda ofreciéndole al mundo lo mejor de
nosotras. Y por eso he creído importante hacer hoy una oda a la estupidez.
Porque es nuestra.
Tan nuestra que sin ella la humanidad no
existiría.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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