Interpretación del arte I


Interpretación del arte I

 

Así, de la forma más tonta surge una nueva sección para este blog. Resulta que esta mañana fui a visitar al Bobo de Koria, nuestro venerable director (que me mandará a la mierda por el halago gratuito) y al abrirme la puerta con una sonrisa en los ojos y su inefable cigarro en la boca, pasó a enseñarme su orgullosa adquisición. Una reproducción del cuadro de Edward Hopper llamado: Trasnochadores. Enseguida mi amigo me hizo fijar mi atención en el objeto que sujeta la chica entre sus manos, y que el asegura orgulloso que después de observar el cuadro durante años cree que es un encendedor zippo. Yo como siempre lo puse en duda, más por fastidiarle de forma amistosa que por otra cosa, pues en nuestro código de amistad no escasean las puyas amorosas. Pero después de tres horas de conversación, de un buen montón de cervezas vaciadas y de comerme la cabeza para encontrar un replica a su observación, no me quedó más remedio que aceptar su veredicto: La chica sujeta el zippo de su acompañante que parece ser, es el que fuma. Pero claro, tres horas hablando y escudriñando un cuadro, este necesariamente nos debía llevar a muchas lecturas, y así nació la necesidad de hablar sobre estas observaciones.

De Hopper, obviamente ya no vamos a decir nada, ni de su estilo, ni de su maestría, ni de su obra en general, pero sí que podemos hablar sobre lo que nos sugiere el cuadro, de modo que voy a enumerar las reflexiones que saque en claro tras tanto tiempo mirándolo.

Lo primero que llama la atención en la obra en general es su irrealidad, a pesar de ser clarísimamente creíble, hay detalles que enmarcan el cuadro en un mundo oníricamente idealizado. Los espacios y sombras estirados, la luz colocada sobre determinados objetos, las espaciosas zonas coloreadas sin detalles: no ladrillos, ni azulejos, ni manchas, ni pavimentos. Todo ello economiza la realidad y nos traslada a otro lugar. Observamos, por ejemplo enormes cristaleras que no se sujetarían por si mismas, la presencia de la máquina registradora en el comercio de enfrente, donde es el único objeto visible, y desconocemos la clase de género que se vende en él, parece una invitación al robo o la omnímoda presencia del dinero. Las dos máquinas sobre la barra que en un arranque patriótico hemos querido llenar de horchata y leche merengada, y el descubrimiento máximo de todo el cuadro, que nos ha hecho estremecernos de terror. Lo que hemos querido bautizar como el código Hopper, emulando al famoso código da Vinci. El sujeto que está de espaldas parece sujetar un teléfono móvil y estamos en el año 1942 ¿Era un visionario el bueno de Edward? ¿tenía información que el resto de los mortales ignorábamos?. Nos hemos quedado sin argumentos. Y eso que imaginar la conversación entre el camarero complaciente y la pareja daba para mucho. El hecho de descubrir un mensaje oculto en el cuadro nos ha jodido la mañana. Bueno, en realidad no tanto, porque hemos encontrado la excusa para iniciar una nueva línea de investigación artística que sin duda nos llevará bastante lejos. Esperamos ansiosamente la intervención de expertos que nos saquen del fuego que nos consume, pues por mucho que lo hemos mirado, no conseguimos sacarnos la foto del cuadro de la cabeza hasta que tamaño enigma sea descubierto. De antemano agradecemos a los lectores la colaboración, sus ideas, ocurrencias o lo que sea que les roten al respecto y que arroje alguna luz sobre las inquietantes pinceladas. Lo que no cabe duda es que si de verdad quería pintar la soledad del ser humano, el tío lo bordó, retratando a un tipo absorto en la visión de su smartphone mientras la vida pasaba alrededor.

 

Yorick.


 

No hay comentarios: