Voro Puchades i Rodrigo: El arte de hacerse odiar para acabar amado

 Voro Puchades i Rodrigo poeta mercurial de verso destilado, a ratos, cuando no, poesía vertida en prosa torrencial. Megalómano callejero sin púlpito, obligado a cazar incauto público. Tahúr anárquico que se juega las horas de vida con la muerte mientras pasea la lengua por su bigote impregnado en coñac. Inquilino de tabernas y tugurios con reserva en un rincón de la barra desde donde con mirada diamantina escruta las almas de los aburridos, los insomnes, los perdidos, los sedientos, las damas de glorias pasadas y las candidatas a princesas disfrazadas de punkis.

Generoso, te hablará de un libro como si se acabara de inventar el lenguaje, te hará la zancadilla para iniciar la discusión, para zarandearte y escupir un exabrupto, pura provocación lunática de noche ebria agostina.

Arriesga el poeta un amor que no mendiga, un afecto que ignora, y una simpatía que no merca; sumergido en el amargor de las oscuridades descubiertas, espelunca húmeda que es su alma apaleada.

La muerte vendrá a buscarlo en tasca añeja, a interrumpir una partida de mus donde se anda jugando la desgana de vivir.

A fuego y tinta su desierto y oasis.

A sangre y pena la muerte y el tiempo.

A hierro y tumba la lengua hinchada y las horas arrebatadas.



¡Qué venga con su arrebol la noche

                 -oscura su magnética inmanencia-

los diálogos

con el aguardiente y la madrugada.

Con el ron del alba,

mentar

a todos los muertos que nos precedieron / tabernas

y literaturas,

aquí

en centenarias barricas de roble

el destino

rezando un rosario de burbujas blancas

acumulado

al borde de la muerte /

en el cuenco de la vida.


Del libro: Maneras de oler la muerte. Ediciones AL MARGEN. Valencia 1999



Yo tuve

         desollándome el piélago de la vida

         una angosta sensación sin reposo

         una ardiente túnica de arena

Tuve cálices entre los céspedes

         brillando bajo el sol de mi locura

Tuve tenaz

         la exageración y la inconstancia

         Y ya no puedo apartarme de la soledad

         Y me escondí con las palabras

                               Para invocar la muerte

                              Con tres lenguas de plata

                                                           sin voz

                                                                    y dormidas

                                                                                    la muerte invocando



Del libro: Oasis el desierto y otros poemas incivilizados. Ediciones AL MARGEN, VALENCIA 2005





 

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