LA POSVERDAD
VARIOS
AUTORES
Coordinadores:
ROBERTO MATÍAS APARICI Y
DAVID GARCÍA MARÍN
Nos mostramos seducidos por una falsa promesa de
empoderamiento en las redes cuando prácticamente lo único que encontramos es
“diversión hasta morir” (Postman 1985) (…)
La mentira es peligrosa no solo como representación del
presente, sino también como actor interpretador del pasado. (…)
Lanier 2018: “Internet, tal y como lo conocemos hoy, se basa
en la manipulación y la modificación de las conductas sobre la base de las
emociones”. De la introducción.
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Ante el aluvión de informaciones de
todo tipo al que cada sujeto se ve sometido diariamente, éste se inclinará a
considerar como verdaderos aquellos contenidos que minimicen todo lo posible su
disonancia cognitiva, es decir, acogerá como verdaderos aquellos contenidos que
se ajusten a sus creencias preestablecidas. (…) Que los individuos creen más en
sus emociones y sus perspectivas prefijadas del mundo que en la fuerza de los
hechos.
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El ser humano es especialmente cuando
se recluye en grupos homogéneos, cuando no amplía su campo de visión, cuando
solo recibe lo que quiere escuchar en función de sus creencias y emociones
particulares.
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Los internautas raramente se exponen a
aquella información que desafía o amplía su cosmovisión, recluyendo al
individuo en una endogamia informativa que, lejos de empoderarlo, lo debilita,
lo hace más vulnerable y menos rico en nuevos conocimientos.
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La
Red ofrece más dificultades que oportunidades a la voz de los desposeídos.
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La posverdad asume que existen tantas
verdades como individuos y cada uno elige la suya propia, como si de un buffet
se tratara. (…) La posverdad es una programación, una codificación del mundo
que nos coloca a todos en la tesitura de jugar al like, al retuit, al remix y a compartir los contenidos sesgados y
falsos que inundan nuestros espacios virtuales.
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Los algoritmos, el big data y el perfilado psicológico de los usuarios se utilizan
cada vez más en las elecciones, como fue el caso tanto del referéndum sobre la permanencia
del Reino Unido en la Unión Europea o las elecciones presidenciales de Estados
Unidos en 2016.
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La educación para la democracia, por lo
tanto, requiere no solo alfabetización política, sino también alfabetización
mediática, dada la ubicuidad de los medios y su prolífico consumo por parte de
estudiantes y ciudadanos de todas las edades.
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En el imperio del número y del algoritmo como
estamos, los datos pueden ser producto de un diseño establecido, y las
encuestas se visten y maquillan a gusto de los prejuicios, hipótesis
políticamente correctas, o intereses concretos de quien financia el estudio.
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Lo políticamente correcto se ha
establecido como estado de opinión. No hay cabida para una posición divergente
y contraria al “sentido común” político, religiosos, cultural o sexual, que se
censura porque discrepa dela mayoría y recela ante lo que pueda ofender. De
este modo la “espiral de silencio” amplía su bucle y el ambiente censor, sin normas
que amordazan, prohíbe la libertad de expresión.
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Estamos en un mundo digital en el que
existe más información que nuca, y donde tenemos más posibilidades de sentirnos
más libres para ejercitarla expresión, pero donde el control nunca fue mayor.
(…)
Los influencers
ejercen de cebos para crear corrientes de opinión que marquen tendencias y
tracen la agenda setting.
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En el terreno profesional nos
encontramos con una creciente automatización de la producción de noticias hasta
alcanzar una fase que podría ser no muy lejana en la que un gran número de
informaciones serán generadas automáticamente o por ingenios algorítmicos.
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Los medios de comunicación
tradicionales han perdido su influencia a la hora de alimentar con narrativas
hegemónicas a la opinión pública y, en su lugar, reaparecen condicionantes
biológicos que hacen que el cerebro no busque necesariamente la verdad, sino
tan solo su bienestar.
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Los fracasos cognitivos provienen del empeño que tenemos muchas
veces las personas de negar la realidad. Los prejuicios, la superstición, el
dogmatismo, el fanatismo, son formas de pensamiento que niegan la realidad, que
evitan la aceptación de las evidencias que se nos presentan. ANTONIO MARINA
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“La negación absoluta de los hechos, de los datos y de la
evidencia, sin la menor precaución ni decencia, está a la orden del día en
conferencias de prensa, comparecencias públicas y discursos ante parlamentos o
instituciones. GALLEGO-DÍAZ
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Lo cierto es que para los ciudadanos la
verdad ha dejado de ser algo relevante, y admiten el engaño como parte natural
de la política, y lo aceptan sin problema. (…)
La mayoría reconoce que si un medio da
noticias sobre una falsedad de su líder, “prefieren creerle a él antes que a la
noticia”. SALAS.
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“El sesgo partidista, que puede
definirse como una desviación cognitiva a favor del propio partido o grupo de
referencia al que pertenecemos. Los sesgos cognitivos nos empujas a analizar
más duramente los errores del grupo rival y a justificar los del nuestro, para
no tener que poner en entredicho nuestro esquema de valores, explica Dan Ariely, investigador de la
Universidad de Duke.
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Y lo peor es que el que hace uso de la
posverdad se termina acostumbrando a ella. En un experimento sobre cómo el
cerebro se adapta a nuestras mentiras se mostraba cómo la reacción de la
amígdala, muy sensible ante el comportamiento deshonesto, iba reduciéndose con
la repetición de esa conducta.
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El uso de la narrativa está vinculado
al ejercicio del poder. Controlar el relato equivale a construir una realidad
del mundo vinculada a los intereses de los poderosos.
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Debemos
tomar conciencia y descubrir qué dosis de posverdad está presente en nuestro
día a día. (…)
¿Somos una sociedad para la mentira y
la fábula? La realidad nos dice que el mentir funciona, el mentir da resultado,
y ése es uno de los mayores peligros para nuestras democracias.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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