SHEREZADE EN EL BÚNKER

SHERAZADE EN EL BÚNKER

MARTA SANZ

1967. MADRID. España

         Si las relaciones de pareja pueden ser difíciles, en tiempos de confinamiento pueden llegar a ser un auténtico reto…

         Marta Sanz nos regala este relato salvaje y tierno para los días de cuarentena. De la introducción.

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         Al principio pensé que nuestra vida en el búnker sería idílica. Lo teníamos todo preparado: rollos de papel higiénico, conservas vegetales y de pescado, el congelador a rebosar de carne blanca y hielos para el gin tonic.

         Hasta que hoy hace escasamente quince minutos, en el anticlímax del crepúsculo, Federico se echa la mano al pecho y me dice mirándome con cara de pez: “Ya no puedo más”... “Tú tienes la culpa de todo”.

         Yo, por mi parte, soy de la opinión de que, salvo caso de apocalipsis, guerra mundial o pandemia destructora, el estreñimiento y la neurosis son os dos grandes males del mundo contemporáneo.

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         Los hombres aguantan los encierros peor que las mujeres. (…)

         Con la cuarentena, no puede sacarlo a pasear. Así que, para que se desfogue y controle su lógica agresividad hacia mí, tendré que hacer algo con la punta de la lengua.

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         Estaba enfermo y hoy, con la cuarentena, mi Fede ha alcanzado un climax. Así que pienso rápido, muy rápido, y le cuento un cuento como el nene que en definitiva es.

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         Hasta que llegó la pandemia, nos confinaron y yo entendí que o bien esta reclusión podía ser la excusa perfecta para follar como monos y rehacer nuestra vida conyugal, o bien podía suponer el principio del fin que había comenzado…

         Hoy confío en mi palabra seductora y en la rentabilización de mi aún no despreciable capital erótico: “Había una vez, Federico, una cortesana egipcia llamada…

         No voy a permitir que el puñetero encierro mine la salud mental de Federico… Federico se ahoga. No se entretiene con nada…

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         Vivimos los dos nuestra preciosa enfermedad crónica. El encierro vuelve a ser confortable y cálido. Federico me achucha: “Querida, tú siempre sabes cómo hacer para que yo me sienta bien”. (…)

         Entonces él me sonríe. Yo le tiendo una copa de coñac y le enciendo un puro chupándolo bien con mi boca de fresa y mi lengua fantástica…

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ELBOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


 

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