POR QUÉ CRECE EL FASCISMO


POR QUÉ CRECE EL FASCISMO

Extracto del artículo de IGNAZIO AISTERÁN en REBELIÓN 1-11-2019

Cada vez es más notable la preocupación por el ascenso del fascismo y también cierta consternación por la facilidad con la que se está infiltrando en diversos grupos políticos, medios de comunicación y sectores sociales. (…)

En épocas de crisis económica hay siempre una probabilidad mayor de que el fascismo se refuerce y prolifere. En la medida en que haya sectores de población que busquen una salida en un entorno de miedo y desconcierto, como es una crisis, el fascismo encontrará un motivo para infiltrarse y desarrollarse en semejantes condiciones.(…)
Cada vez que el izquierdismo no profundiza en el capitalismo y se queda en la corrupción le regala a los movimientos populistas como el fascismo la posibilidad de que se presenten como la salvación y la respuesta a los problemas. No obstante, Walter Benjamin ya anunció en 1936 que el fascismo se presenta como un medio, que, sin embargo, nunca alterará de forma sustancial el orden del capital: «El fascismo intenta organizar a las masas proletarias que se han generado recientemente, pero sin tocar las relaciones de propiedad hacia cuya eliminación ellas tienden». (…)
Theodor W. Adorno describió su forma de operar en 1943 al constatar su funcionalidad tanto en Europa como en América: «Su fin último no es probablemente tanto la venta de una falsa argumentación como, en efecto, la ruptura total de un sentido lógico en los oyentes y eventualmente el colapso de cualquier significado que la idea de verdad pueda tener para ellos». La ruptura de sentido, la virulencia de la provocación y la demolición del consenso son los preparativos para el asalto fascista. (…)Con el abandono de la lucha de clases como referencia primordial de la política, el populismo solo puede ser una herramienta ambigua que en cualquier momento puede ser esgrimida por el fascismo. De ahí que el populismo sea una herramienta insuficiente y cargada de peligros.
El patriotismo y el nacionalismo son otra cuestión de relevancia en la proliferación del fascismo. El refugio más habitual del fascismo ha sido históricamente el nacionalismo. El fascismo ha sido con frecuencia una forma exacerbada de nacionalismo. La patria y la nación no son negativas por sí mismas y es difícil imaginar un escenario político donde la clase trabajadora no tenga una nacionalidad: de nacimiento, de empadronamiento, de circunscripción o de elección. La nacionalidad, del tipo que fuere, siempre ha sido una condición de la política. El peligro viene cuando la nación ocupa todo el escenario político, con la proliferación de elementos perversos y nocivos, como el etnicismo, la supremacía o la xenofobia, por caso. Recordemos que, si históricamente la Internacional de los trabajadores existió, fue porque se entendía que los trabajadores tenían una nación, pero su propósito político no se agotaba en la nación. Se aceptaba la nación como condición, pero se aspiraba al internacionalismo. La exacerbación del nacionalismo solo puede acabar en el imperialismo, que es justamente lo contrario del internacionalismo de clase. Cuando no se las combate, las formas fascistas han tendido históricamente hacia el imperialismo. (…)
Al fascismo siempre le ha interesado más insuflar el nacionalismo en la clase trabajadora que permitir que la clase desposeída y explotada utilice la nacionalización de los medios de producción y financiación como forma de socialización y emancipación. (…)

Ernst Bloch, escribió páginas de gran precisión sobre el ascenso del nazismo en la época de Weimar, dejó apuntado que a los camisas pardas les gustaba vestirse de rojo para camuflarse, pero que seguían siendo pardos, muy pardos. Así que no hay que dejarse engañar por el hecho de que el fascismo se vista de rojo, mencione el socialismo o incluso cite en algunas ocasiones a autores de la tradición socialista o comunista. Siempre lo han hecho para despistar e infiltrarse en los sectores más explotados y excluidos. (…)
Bertolt Brecht se preguntaba: «¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo –que se condena– si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?». Brecht dejaba claro que no bastaba con hablar de la barbarie del fascismo, lo cual suele ser la única forma de crítica que le hacen el liberalismo y el reformismo. Brecht rechazaba la idea de que el fascismo solo fuera una cuestión de barbarie debida a la naturaleza humana: «Por ejemplo, esa opinión tan extendida sobre la barbarie: el fascismo sería debido a una oleada de barbarie que se ha abatido sobre varios países, como una plaga natural. Así, al lado y por encima del capitalismo y del socialismo habría nacido una tercera fuerza: el fascismo. Para mí, el fascismo es una fase histórica del capitalismo, y, por consiguiente, algo muy nuevo y muy viejo. En un país fascista el capitalismo existe solamente como fascismo. Combatirlo es combatir el capitalismo, y bajo su forma más cruda, más insolente, más opresiva, más engañosa».(…)
El nazismo ni obstaculizó, ni deformó el desarrollo del capitalismo. Durante el nazismo el capitalismo se desarrolló con toda normalidad. Los objetivos de la guerra de los nazis coincidieron plenamente con los intereses de los grandes capitalistas de Alemania. (…)
En lugar de ir a la raíz del problema, las fuerzas progresistas suelen actuar ante el sujeto oscuro del fascismo en tres etapas fatales. La primera suele ser la de ridiculizar el fascismo, como si fuera un movimiento de gente bruta, iletrada e ignorante, lo cual es un grave error, propio de la miopía moralista idealista. Históricamente el fascismo no ha sido una corriente inculta e ignara. Se ha nutrido de ideólogos de todo tipo, juristas, periodistas, economistas, historiadores, estamento político, cultural o artístico y hasta religioso. El fascismo es una política cuidada, cultivada y de larga tradición. La segunda etapa suele ser la de hacer concesiones al fascismo, con la excusa de no despertarlo o de no reavivarlo, lo cual supone otro error y muy grave, como ya denunció Georgi Dimitrov en 1936 con las siguientes palabras de reproche hacia los partidos liberales y socialistas que habían cedido tanto: «Buscan por todos los medios la forma de hacer las paces con el fascismo. Ellos tratan de convencer a las masas de que puede llevarse a cabo tal política “mediadora”, gracias a la cual hubieran quedado “los lobos saciados y los corderos incólumes”. Pero por más concesiones que se les hagan los lobos fascistas no se darán por satisfechos. Con una política semejante no se les podrá frenar. En la práctica tal política solo lleva a la desmovilización de las fuerzas y de la voluntad de las masas trabajadoras». La tercera etapa, que puede ser simultánea con la segunda, se produce cuando las fuerzas que no son fascistas empiezan a remedar las pretensiones del fascismo y lo imitan en cuestiones como la familia, la inmigración, la patria y la seguridad. Con ello se acaba reforzando la visión más conservadora y reaccionaria, una estrategia que resulta fatal en las sociedades más desclasadas. Reproducir lo más conservador solo conlleva ser más reaccionario. Hablar la lengua del fascismo solo ayuda a reduplicar el fascismo. (…)

El fascismo puede incluso llegar a disfrazarse de tu amigo o de tu amiga, pues, como hemos visto con Brecht, en ese movimiento político hay algo nuevo y algo viejo al mismo tiempo.
--
EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)








No hay comentarios: