OJOS AZULES



OJOS AZULES
TONI MORRISON

16 febrero de 1931. OHIO. Estados Unidos.
5 agosto de 2019. NUEVA YORK. Estados Unidos.

         Aunque nadie diga nada, en el otoño de 1941 no hubo caléndulas. Creímos entonces que si las caléndulas no habían crecido era debido a que Pecola iba a tener un hijo de su padre.
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         Empezó en Navidad con los regalos de muñecas. El regalo supremo, el especial, el más amoroso era siempre un gran bebé de ojos azules. Por los ruidos cloqueantes que emitían los adultos, yo sabía que aquella muñeca representaba lo que ellos creían que era mi más preciado deseo.
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         Una mancha en particular, grande y de color marrón, se extendía por la parte trasera de la falda. Pecola seguía relinchando, de pie y con las piernas abiertas.
         Frieda exclamó:
         -¡Oh, Señor! Ya lo sé, ¡ya sé lo que es eso!
         Pecola se llevó las manos a la boca.
         -¿Qué?
         -Es la administración.
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         -En esta casa hace un frío de teta de bruja. Con tanto whisky metido en el culo no notarías ni el fuego del infierno, pero yo tengo frío. He de hacer un montón de cosas y no quiero helarme.
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         A Pecola se le había ocurrido hacía algún tiempo que si sus ojos, aquellos ojos que retenían las imágenes y sabían ver, si aquellos ojos fueran diferentes, es decir, bellos, toda ella podría ser diferente.(…)
         Cada noche, sin falta,  ella rezaba para tener los ojos azules.
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         Eran putas en hábito de puta, putas que nunca habían sido jóvenes y que dela palabra inocencia no sabían ni que existiese. Con Pecola se comportaban tan libremente como entre ellas.
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         -Para los bebés. –Maureen enarcó dos cejas como trazos de lápiz antela obviedad del asunto-. Los bebés necesitan sangre cuando están dentro de ti, y entonces, si esperas un bebé, no menstreas. Pero cuando no esperas ningún bebé no tienes por qué ahorrar la sangre, y la sueltas.
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         No beben, no fuman, no dicen malas palabras y llaman “chumi-chumi! Al sexo.
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         Le había explicado la diferencia entre personas de color y negritos. Una y otros eran fácilmente identificables.
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         A las personas no han de gustarles otras personas sólo porque hayan nacido de la misma madre.
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         Había una vez un anciano que amaba las cosas, porque el más leve contacto con las personas le provocaba una náuseas ligeras pero persistentes.
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         -¿Sabéis a qué vino la niña? A por unos ojos azules. Unos ojos nuevos, azules, dijo. Como si se comprara unos zapatos. “Querría un par de ojos nuevos, azules”.
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         Éramos muy hermosos cuando nos erguíamos a horcajadas sobre su fealdad. Su sencillez nos decoraba, su culpa nos santificaba, su dolor nos hacía resplandecer de bienestar, su torpeza nos hacía creer que teníamos sentido del humor. Su incapacidad para expresarse producía en nosotros la ilusión de que éramos elocuentes.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)



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