COMO UNA NOVELA


COMO UNA NOVELA
DANIEL PENNAC

1 diciembre de 1944. CASABLANCA. Marruecos

         El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo “amar”…, el verbo “soñar”.
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         -En cuanto a la generación anterior, la de nuestros abuelos, prohibía pura y simplemente la lectura a las chicas.
         -¡Es cierto! Sobre todo la de novelas: “la imaginación, la loca de la casa”. Eso es malo para el matrimonio…
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         Que el colegial, de vez en cuando, encuentre un profesor cuyo entusiasmo parece considerar las matemáticas en sí mismas, que las enseñe como una de las Bellas Artes, que haga que se las ame por la virtud de su propia vitalidad, y gracias al cual el esfuerzo se convierta en placer, depende del azar del encuentro, no del talante de la Institución.
         Lo típico de los seres vivos es hacer amar la vida, incluso bajo la forma de una ecuación de segundo grado, pero la vitalidad jamás ha estado inscrita en el programa de las escuelas.
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         Cada lectura es un acto de resistencia. ¿De resistencia a qué? A todas las contingencias. Todas:
         -Sociales.
         -Profesionales.
         -Psicológicas.
         -Afectivas.
         -Climáticas.
         -Familiares.
         -Domésticas.
         -Gregarias.
         -Patológicas.
         -Pecuniarias.
         -Ideológicas.
         -Culturales.
         -O umbilicales.
         Una lectura bien llevada salva de todo, incluido uno mismo.
         Y, por encima de todo, leemos contra la muerte.
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         “El estudio ha sido para mí el remedio soberano contra los disgustos, no habiendo sufrido jamás pena que una hora de lectura no haya aliviado”.
Montesquieu
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         O, de repente, ese otro deslumbramiento, que nos deja atónitos:¿cómo es posible que lo que acaba de alterarme hasta ese punto no haya modificado en nada el orden del mundo?
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         Con él (Georges Perros) la cultura dejaba de ser una religión de Estado y la barra de un bar era una cátedra tan presentable como unatarima.
         La lectura, resurrección de Lázaro, levantar la losa de las palabras”.
         Georges Perros
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         El auténtico placer de la novela reside en e descubrimiento de esta intimidad paradójica: el autor y yo…La soledad de esta escritura reclama la resurrección del texto por mi propia voz muda y solitaria.
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         El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir.
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         Alberto Moravia y Elsa Morante, obligados a refugiarse durante varios meses en una cabaña de pastor, sólo habían podido salvar dos libros, La Biblia y Los hermanos Karamazov. De ahí un terrible dilema: ¿cuál delos dos monumentos utilizar como papel higiénico? Por cruel que sea, una elección es una elección. Con gran dolor de corazón, eligieron.
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         En materia de lectura, nosotros, “lectores”, nos permitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura.
         1) El derecho a no leer.
         2) El derecho a saltárnoslas páginas.
         3) El derecho a leer cualquier cosa.
         4) El derecho a releer.
         6) El derecho al bovarismo.
         7) El derecho a leer en cualquier sitio.
         8) El derecho a hojear.
         9) El derecho a leer en voz alta.
         10) El derecho a callarnos.
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         Hay treinta y seis mil motivos para abandonar una novela antes del final: la sensación de ya leída, una historia que no nos engancha, nuestra desaprobación total a las tesis del autor, un estilo que nos pone los pelos de punta, o por el contrario… (…)
         ¿El libro se nos cae de las manos?
         Que se caiga.(…)
         Es posible que lo intentemos una vez más, quizá no. Pero está claro que no es culpa de Thomas Mann que yo no hay podido, hasta ahora, alcanzar la cumbre de su Montaña Mágica.
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         Una de las grandes alegrías del “pedagogo” es –siempre que esté autorizada cualquier lectura- ver cómo un alumno cierra por su cuenta de un portazo la puerta de la fábrica Best-seller para subir a respirar a casa del amigo Balzac.
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         El viejo Clemenceau, “el Tigre”, también él un famoso soldado, daba gracias a un estreñimiento crónico, sin el cual, afirmaba, jamás habría tenido la dicha de leer las Memorias de Saint-Simon.
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         El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


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