la tempestad

Siempre le fallaron las frases. Porqué no nació para decir discursos. Los miedos suman mucho, y ahogaron un relato de verdades desgarradas en lagunas de aguas mansas. El resto, vino después, con un abandono perezoso que fue calando muy hondo. Mientras, se oían suspiros de alivio alrededor, pues es sabido que no hay nada que provoque más miedo que la verdad, esa que nos evidencia y nos presenta nuestros fantasmas de frente en cualquier espejo.
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-Qué risa más bonita- piensa el abandonado, el que fuera heraldo. Mientras observa a una mujer que disfruta de su conversación en la calle. El hombre vencido mira el asfalto ante el, y continua su camino sin volver la vista atrás. El eco de la risa tira de él como un imán. Busca refugio, pero no lo sabe. Sus pasos solo resuenan en su cabeza. La misma donde se forjaron las ideas que intentó regalar a sus hermanos, y que ahora son causa de su exilio y soledad. Convertido en una suerte de Zaratustra camina hacia el monte, quizás con la esperanza puesta en cruzarse con una serpiente que le hable. Que le otorgue la certeza de que él es distinto. Pero ese día no está llamado a ser el que rompa las leyes de la lógica del universo, y nada ni nadie se dirige a ese caminante que busca cobijo junto a las bestias del bosque.
Los recuerdos le acosan, haciendo tambalear un sistema de valores heredados. Las nubes se agolpan en el cielo y amenaza tormenta. Tormenta por fuera y por dentro, en un azaroso cruce de energías, que de estar capacitados para verlas, formarían ante nosotros una burbuja plasmática semejante a la boca de un volcán.
En un segundo el cielo se rompe, y unas gotas semiheladas se clavan como alfileres en la piel del hombre que camina, y que parece no sentir nada del exterior. El sigue enfrascado en una batalla a muerte dentro de su cabeza, sin percatarse siquiera del barrizal que tira de sus pies a cada paso que intenta dar.
El aguacero es hermano de otros que fueron cuando la formación del mundo, cae con tanta fuerza que arranca ramas de los árboles.
El hombre, se apoya en el tronco de un árbol con los ojos cerrados, con un rictus, que de lejos podría asemejar una sonrisa. Su ánimo se recompone. En un instante está ideando nuevas formas de seguir adelante, en ese mismo instante en que todo el cielo parece derrumbarse sobre el. En el mismo instante en que un torrente de agua corre ladera abajo, como una lengua de fuego helado, tumbando árboles y arrancando piedras que llevaban siglos allí.
En un instante, que en el universo no significa nada, la tempestad, buscando quizás el reposo del guerrero termina.
A su paso, la tierra herida, muestra sus heridas abiertas en la faz de la montaña. El pueblo del valle, también ha desaparecido. Todo está arrasado.

En la inmensa mole de fango y objetos que se forma kilómetros más abajo, los pocos supervivientes buscan. Permanecen arraigados a lo que fue su casa, su historia, su vida. Gimen bajo los efectos del shock.
Bajo una tremenda piedra que corona la montaña de despojos. Un cadáver cubierto de lodo, parece sonreír.



Yorick.

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