Historias de trepas y vendidos

¡Qué lástima! Cuando la creatividad se convierte en moneda de cambio, se vende al mejor postor, con el fin de engañar a una masa amorfa de consumidores compulsivos, expectantes, por ver quien los convence mejor. Sí, ya ven, hablo de los publicistas y sus obras. Esas personas que han acabado prostituyendo su arte, en busca del mejor mentor, sin tener en cuenta, donde se inspiran, o como, sus ideas son usadas para el engaño de personas simples y manipulables.
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Les contaré una historia:

Había una vez, una persona, que se dejó arrastrar por todos los prejuicios e ideas que le eran inculcadas en su educación. Complació a sus padres, profesores, e incluso jefes militares. Allá donde iba, era un pozo sin fondo de responsabilidad y sentido común, la improvisación no cabía en su organizada vida. Pero esta persona, distaba mucho de ser feliz. Algo le faltaba, en su vida, complacía a todos menos a ella misma ¿Qué era lo que le faltaba? Se preguntaba una y otra vez. ¿A qué venía esa inquietud que lo carcomía? Un día se topó con un libro. Su inconsciente academicista se disponía a leerlo como leía todo, metódicamente, sin emoción. Pero no contaba, que lo que había escrito en aquellas páginas, le llegara a turbar tanto, que puso en duda la realidad de su propia existencia. ¿Cómo era posible? Se podría actuar de otras maneras diferentes. A partir de ese momento, nuestro protagonista, tomó las riendas de su vida, y empezó a pensar de otro modo distinto, disparó pasteles caducados contra todos sus prejuicios, soltó risotadas incontrolables donde la mayor de las solemnidades hacía acto de presencia. Y capeó con el absurdo cotidiano armado con un paraguas de colores y una nariz de payaso.


El autor de aquél libro fue Julio Cortazar. Muchos de ustedes habrán sentido alguna vez hormigas en el estómago leyendo sus páginas.
Ahora, a uno de esos parásitos ramplones que venden el producto de su imaginación al mejor postor. Se le ha ocurrido un anuncio televisivo utilizando uno de los geniales textos de Julio Cortazar. Para vender un coche. Se puede ser más triste. Pensar que cualquiera que compre ese coche, puede siquiera de lejos saber quién es el autor del genial texto.
Esto es lo malo de la muerte. Que nunca te puedes defender, ni de la calumnia, ni de que el imbécil de tu heredero se dedique a hacer lo que le plazca con tu obra sin tener en cuenta siquiera lo que se contaba en ella. Solo por dinero. Solo por ser tu nieto, tu sobrinoprimo o la puta que lo parió. Le diría al parásito y a otros como él, que aquí no vale la máxima aquella de: Que hablen de mí, aunque sea mal.
Mejor, olvídense de mí para toda la vida, cabrones, id a vender el producto de vuestros humores cerebrales, como alimento para gusanos de pesca, y dejad en paz, a quien ya no puede defenderse.
Aunque tampoco se me escapa que todo puede no ser más que la culminación de una ruin venganza, sobre alguien que os puso la cara colorada durante años, a vosotros y a vuestra casta antes que a vosotros. Se os ve el plumero, y me consta que a aquellos que se convirtieron o nacieron siendo auténticos cronópios poco les va a importar lo que digáis, pues don Julio solo se limitó a describir a una raza que siempre existió dentro de otra raza.




El reverendo Yorick

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