DESAFECCIÓN

Fue mi maestro, el Bobo de Koria, quien puso fin a mis desasosiegos. Quien pudo explicar la malla de sentimientos inescrutables que alumbraban mis pesadillas.
En una clase magistral, mientras paseábamos por una alameda de chopos, le conté mis inquietudes. Él me escuchó, sin interrumpirme, las manos a la espalda, solo se desanudaban para atender el cigarrillo negro que amarilleaba sus bigotes. Después de unos largos minutos de silencio que siguieron a mi exposición, el Bobo de Koria habló.
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-Yorick- me dijo, mientras arrojaba con maestría una colilla humeante contra una foto del candidato a la presidencia del gobierno que pendía de una farola. –La idea, sentimiento, o doctrina que tu describes con padecimiento desconocido, tiene nombre.
-¡pero maestro! – Balbuceaba yo.
-Sí, si, ya sé que no te hablé antes de ella, pero has de saber que todo lo que te he enseñado, formaba parte de un camino iniciado ya por ti-

Aquella noche, delante de una botella de coñac, a la que aligeramos el contenido hasta el final, el Bobo de Koria me habló de la DESAFECCIÓN. Me explicó detenidamente en qué consistía, y como regalo final, puso en mis manos el texto que sigue, y que se convirtió en mi guía y mi reposo.
A los pocos días, mi maestro y yo, nos separamos en direcciones contrarias, con el mundo como casa y el cielo como techo, buscando, como siempre habíamos hecho, y como siempre haríamos.

Yorick.


EL ENEMIGO PÚBLICO Nº 1

Todo Rey quiere que vayamos a verlo –vestido o desnudo-, lo importante par él es que participemos en el carnaval instrumentalizado desde palacio. Él quiere que morreemos al sapo encantado, que lo intentemos –aunque éste siempre se convierta en el verdugo de nuestras expectativas-, …que volvamos a aplaudir, a corear, a participar en nuestra propia vileza, en nuestra propia estupidez, siempre deseada por los gobernantes. Y es que siempre esperamos demasiado de Estado -¡con lo mayores que somos!-. Seguimos rezando, seguimos rezando a los mismos Dioses de siempre. ¿Y si los olvidáramos? ¿Y si viviéramos al margen de ellos? ¿Y si no supiéramos siquiera los nombres de los ministros – sólo por las esquelas mortuorias, que algún bien nacido se encargase de incrementar- ¿Y si el NO-PODER nuestro consiguiera realizar aquí y ahora la vida, haciendo caso omiso de los abalorios que nos la escamotean diariamente por una realidad que no nos pertenece porque es la realidad de ellos? ¿Y si perdiéramos la fe ciega en sus futuros, siempre futuros?
Es la hora de trocar la colaboración, la simpatía o la inhibición por DESAFECCIÓN. Porque desafección no es pasar de todo. Desafección es militante y animosa. Hace no haciendo. Desafección es ese no amar a la Cosa, pero sin acritud, ese permanecer a la sombra de un árbol mientras pasa ante nuestros ojos su mojiganga con sus oropeles y fastos. Ese pasar –estando-, esa desgana, esa mirada tibia que encierra la no-pasión pero sí la promesa tácita, conjurada del desamor más sincero. Ese darnos los mismo que el Rey vaya vestido o desnudo, porque no le miramos…Esa laxitud de todos nuestros miembros…Esa indiferencia, y sin embargo, ese rencor…sin acritud…desapasionadamente apasionado. Esa promesa tan franca, de decepcionarles en todas aquellas expectativas que el Monstruo abrigue acerca de nosotros… Ese no aplauso… Esa abstención: ¡tan activa!... Ese compromiso con la deslealtad –ahora sí- más veraz… Esa promesa tan sincera de: Alevosía, alboroto, alteración, asedio, agresión, abstención, animosidad, blasfemia, clandestinidad, contumacia, conspiración, disensión, desobediencia, discordia, desaprobación, desapego, desprecio, desacato, desorden, denigración, deslealtad, descortesía, desacuerdo, deserción, desafuero, disconformidad, enfrentamiento, expropiación, indisciplina, hostigamiento, insurrección, insumisión, ingratitud, injuria, intriga, insolencia, insidia, inducción, infracción, infidelidad, inoclastía, oposición, osadía, profanación, perjurio, premeditación, resistencia, refutación, rebeldía, réplica, resistencia, reincidencia, sacrilegio, sedición, sublevación, sabotaje, traición, trasgresión, ultraje…
Sin olvidar la necesaria solidaridad. No olvidemos que uno de de los mayores logros de Estado durante las dos últimas décadas ha sido precisamente arrebatarnos - ¿o lo hemos perdido nosotros?- el sentido de solidaridad. Solidaridad que va más allá de la mera provincia y que se contrapone a la Internacional del Dinero y la Muerte – la única internacional existente- Solidaridad que sobrepasa el concepto de individuo, solo y aislado de los demás, -unidad indispensable para el manejo de Estado-Capital.
Si todo esto lo sazonamos con el inexcusable humor: la risa es revolucionaria –los dioses no ríen-. Veremos como, mientras llegan sus cielos prometidos y sus futuros –siempre futuros-, la vida aquí abajo nos sabe mejor. Veremos como se desmoronan las pirámides –siempre inconclusas-, y junto a ellas, sus sacerdotes que son quienes nos administran nuestras muertes cotidianas.
Podremos, al final, decir con el gran desafecto Max Estrella (Valle-Inclán):
“Me muero satisfecho de no haber llevado una velilla en la triste mojiganga”

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