La gallega de Cancún





Hace unos meses, nos despertamos con una noticia que puso los pelos de punta a más de uno: un matrimonio recién casado que volvía de su luna de miel en Cancún, retenido en la aduana tras encontrar en la maleta de la joven material bélico. Fueron unos días de angustia colectiva. Los telediarios no se cansaban de explicar, que nuestra embajada, estaba resolviendo el asunto, que no era más que un malentendido, a juzgar por la cara de pipiolos del incauto matrimonio, seguramente mientras el sagaz agente de aduanas registraba el equipaje de la feliz esposa, y daba con las pruebas inculpantes, por el otro pasillo debían de estar pasando 2 toneladas de drogas con banda municipal incluida. En fin, la cosa es que al final la chica pueblerina y anoréxica volvió a casa, donde todo su pueblo la esperaba presa de un sentimiento colectivo de patriotismo-lugareño.

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Lo que no se esperaba nadie, era lo que ocurriría hace unas semanas. La chica, presa de una milagrosa recuperación (¡A fe mía, que peras!) posó desnuda para esa decana revista, monumento a la parcialidad informativa, llena semana tras semana de clarificadores dosieres, y la más amplia oferta de líneas eróticas que se haya visto en la prensa no pornográfica.
Bueno, al lío, que me voy del tema. Las reacciones no se hicieron esperar en su pueblo, ¡Qué indignación! ¡Qué fresca! ¡Qué tetas! ¡Y nosotros qué!
Con todo lo que hicimos por ella.
Lo terrible del asunto, lo tremendamente peliagudo, el acto tan insensato que cometió esta infeliz, fue encontrar la llave que cierra la caja de Pandora. Imaginen lo que nos espera el verano que viene, colapso en las aduanas y aeropuertos de imbéciles con trozos de lanzagranadas caseros en la maleta, haciéndose el sueco, para lanzarse luego a la carrera de la fama casposa que ocupa las parrillas televisivas. Dios mío! Y quién no tiene una bala de fogueo de la mili, o una anilla de granada o de bote de humo.
Veremos las revistas plagadas de belfos inguinales y miembros morcillones. Las librerías plagadas de autobiografías narrando la angustiosa aventura caribeña de algún cretino de Logroño o de Almería.
Y todo debido a la ligereza de esa criatura, y del idiota del marido, devorador solitario de los catering de los platós de televisión. Por si no teníamos bastante. Intentaré arreglarlo con unas plegarias, aunque ya saben que la época de los milagros pasó, pero no pierdan la fe, que el día menos pensado…


El reverendo Yorick

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