Sr. Trapiello

Hace unos días, escribió usted en un dominical, sobre el velorio de Fernando Fernán-Gómez, y concretamente, sobre la última voluntad del fallecido de cubrir su féretro con la bandera rojinegra. Reflexiona usted, a partir de este detalle, sobre la militancia anarquista que pudiera tener Fernán-Gómez.
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De la lectura de su artículo uno deduce, que usted tiene un concepto de la Anarquía bastante confuso. Critica usted, que el artista, no se inmolase cual revolucionario de verdad en una lucha contra el franquismo, y recuerda maliciosamente que se pueda ser anarquista y académico.
Decía Eduardo Haro Tecglen, que a diferencia de la famosa frase: “prefiero vivir de pié que morir arrodillado” el prefería “vivir arrodillado hasta poder ponerse en pié” El anarquismo nunca fue un pensamiento suicida, y ya, sr. Trapiello, no se ponen bombas. ¿Sugiere usted tal vez, que todos los anarquistas que estamos disconformes con la monarquía debiéramos combatir a la misma con las armas? Nuestro camino hoy en día, pasa por ser un camino de resistencia, de desafección, de aprendizaje, y de enseñanza, así, día tras día, permaneciendo con la libertad y la verdad como bandera. No son necesarios los discursos sr. Trapiello, somos conscientes de lo titánico de nuestra lucha, y de cómo nuestra hermandad es vapuleada y ridiculizada por plumas y bocas de dudosa procedencia.
Los ancianos, son dados a buscar cariño y amor, gustan de sentirse arropados y reconocidos. Mis años me impiden esa necesidad, pero lo observo en ellos. ¿Recuerda usted a José Hierro, el poeta? Estuvo encarcelado durante el franquismo, y el rey le entregó el premio Cervantes, a un anciano que acudió con las zapatillas de ir por casa. A usted, estas anécdotas quizás le parezcan jocosas. Pero olvidamos algo. Nosotros podremos saber mucho sobre la guerra civil, leído miles de páginas, oído cientos de testimonios, pero no la hemos vivido, no hemos tenido a nadie apuntándonos a la cabeza con un arma, mientras echa a suertes nuestra vida. No nos podemos hacer una idea de lo poco que vale una vida cuando hay odio de por medio.
Son duras sus palabras Sr. Trapiello al decir que Fernando Fernán-Gómez hizo como otros muchos mirando para otro lado, pues si eligió el camino menos romántico de la lucha contra el franquismo, no por ello fue menos importante.
Estoy de acuerdo con usted en la sacralización que se hace en este país de los muertos ilustres. Pero ese echo, tiene un fin que usted calla. Si los medios no hubieran dedicado horas y páginas al fallecido hubiera dado lo mismo ¿entiende? Su cuerpo hubiera sido cubierto de igual manera según su voluntad. Y usted no hubiera escrito sobre ello. Pero la muerte de algunas personas no deja de ser un filón para otras, y al igual que ocurre en la naturaleza, al cadáver desplomado acuden los carroñeros que saben de la pasividad del caído. Esa es la diferencia sr. Trapiello, que el muerto, ya no se puede defender.


Rafa Becerra.

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