Diario de un viaje al presidio de Bonxe.

En realidad, todo comenzó hace unos años. Cuando mi compañera, y yo, su compañero, decidimos cambiar el clima cálido del levante por el frío del norte. Una ciudad caótica por un pueblo. Un barrio por una aldea. Un piso por una casa. Y unas macetas por un bosque.
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El shock que nos produjo tan tremendo cambio a poco estuvo de dar al traste con nuestros planes. La difícil situación laboral gallega nos estranguló nada más llegar. Pero nos empecinamos en seguir, solos frente a todo. Poco a poco, la situación económico-laboral en la que nos encontrábamos se fue estabilizando. Lo justo, hay que decirlo. Y empujados por lo que siempre fuimos, empezamos aquí y allá, de forma dispersa a encontrar personas con las que compartir, ideas, cambios, revoluciones y cenas. Mi compañera y yo, su compañero, desde diferentes empleos animábamos lo que podíamos, e invitábamos a movilizarse a otras personas ciertamente atacadas de apatía y bastante grado de sumisión.
Los empresarios locales, campaban a sus anchas, en este caldo de cultivo. Amontonaban tropelías contra los trabajadores, entre el silencio de estos. Aunque a algunos, pillados por sorpresa conseguimos darle algún susto.

Hace cosa de un año, mi compañera, partiendo casi de la nada, logró junto a otras personas la creación de una escuela de Teatro municipal. Y de esta escuela, en unos meses, salieron dos montajes notables: “La casa de Bernarda Alba” y “Tragicomedia de Dña. Cristobita y el Sr. Roset” de Federico García Lorca.
Las dos obras, fueron muy bien acogidas por el público local, teniendo en cuenta que la programación teatral del imponente auditorio del pueblo no había pasado nunca la frontera del sainete.
Animadas por la buena acogida, las alumnas de la escuela se plantearon la posibilidad de realizar algún “bolo” fuera del pueblo. Y ahí surgió la idea de la cárcel de Bonxe. Mi compañera acepto la idea inmediatamente y a partir de ahí se puso en contacto con la dirección de la escuela del presidio y empezaron a hablar de fechas, pues los profesores de la escuela de Bonxe, quedaron encantados con la propuesta. El buen recibimiento de estos, agobiados siempre por las trabas de instituciones penitenciarias promovió que todo el proyecto quedara en manos de las dos escuelas, la de Bonxe y la de Teatro.
Huelga decir, que no fue fácil, movilizar a doce personas a arrimarse siquiera al muro de una prisión. Un camión de prejuicios y otro de miedo casi nos corta el paso. Hubo de todo, intentos de deserción, amenaza de enfermedades. Se habló casi de suspender la actuación. Mi compañera sufría en silencio la decepción, y yo, su compañero la secundaba. Pues teníamos entre manos la realización de un proyecto cultural y humano como no se había dado antes en este pueblo.

Hubo que cambiar turnos de trabajo, de clase, buscar coches, pero al fin, el 14 de enero nos poníamos en marcha hacia la cárcel, arropados por la lluvia, que apartó a los “civiles” de nuestros ilegalmente abarrotados coches.
“La casa de Bernarda Alba” comenzó con veinte minutos de retraso, con nervios, olvidos y problemas técnicos. Pero discurrió fluida. El público, como era de esperar respondió positivamente, sabiendo que tenian delante un grupo de teatro amateur, que de alguna manera y sin saber bien porque estaban allí mostrando su trabajo. Mujeres sencillas de aldea haciendo teatro en la cárcel, adolescentes implicadas en un proyecto humano. No es fácil de contar la satisfacción y la camaradería que se generó aquella tarde, entre las personas encerradas, las personas del teatro y las personas de la escuela del centro. Aunque tampoco podemos olvidarnos, claro, de los funcionarios de prisiones. Esos honestos trabajadores que se encargan cada segundo de recordarte donde estas, que agrian el aire con su presencia, como si de enterradores necrófagos se tratara. Esa lástima de seres, que se acuestan por la noche con la satisfacción del trabajo bien echo, mientras permanecen con los pies hundidos en la senda de la miseria.

En definitiva, me quito el sombrero, me quito el sombrero por los presos, por las alumnas de la escuela, por Marquino y su teclado, por Carlos, y su coche de empresa, por José Manuel y Loli de la escuela de Bonxe, y por Teresa, directora de la obra. A todos ellos, les deseo una vida llena de caminos en los que se atrevan a dar un paso más allá, pequeños pasos, que ayuden a derribar muros, a acallar calumnias, y a borrar fronteras que los coloquen frente a otro ser humano al que dar la mano.
Gracias

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