Superhéroes de barrio (parte II)

Amigos míos, como todo el mundo sabe, un héroe en muchas ocasiones es producto de sus propios enemigos, que inconcientemente y como resultado de alguna tropelía provocan el nacimiento de su propio azote. En el caso que nos ocupa ocurrió así.
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Un grupo de directivos de un órgano faccioso animados por un sentimiento patriótico y totalmente incontrolado por parte de la población ante los éxitos deportivos de la nación decidieron regalar a esta una letra para su himno, que permanecía inexpresivo literariamente desde hacía tres siglos. Los directivos del comité olímpico español, pensaron sin duda en colgarse la medalla y de paso formar parte de la enciclopedia con semejante idea, lo que no podrían prever sería la que se les venía encima.
Juntaron un jurado de seis entendidos, no sé muy bien de qué, y se pusieron manos a la obra, a la espera de que la población buscara en lo más profundo de su inspiración mecida por los acordes del himno. Y aquí aparece nuestro héroe. Paulino Cubero, que se sacó de la manga una letrilla, tan vacía de contenido y tan estulta como lo pueda ser cualquier letra de himno patriótico. Pero el jurado eligió la suya, que no otra, y como a los jurados hay que hacerles caso, que para eso están, pues los del COI tan contentos con su letra, frotándose las manos de haber conseguido su objetivo, y además avalada la letra por un jurado especializado (¿?) anunciaron rimbombantemente que habían logrado su objetivo, y emplazaron a todo el mundo para una fiesta de presentación, donde el mismísimo Plácido Domingo, tenor nacional, estrenaría la gloriosa letra.

Mientras tanto, nuestro héroe se frotaría las manos flipando, elegido para la gloria, pensaría, todos los periódicos hablaban de él: El parado que puso letra al himno. Observese el ensañamiento de división de clases ejercido por los medios, fulanito no es obrero del metal en periodo de desempleo, sino que es parado y punto. Parado, no se muy bien que pensar, ni lo poco que han cambiando las cosas en el tiempo.
Bueno, a lo que iba, el bueno de Paulino se las prometía muy felices, hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir. La letra del himno, se filtró a la prensa, antes de su estreno oficial, y en pocas horas estaba en boca de todos, la gracia que tenemos aquí para sacar punta a todo hizo el resto.
Analistas de toda clase se lanzaron sobre las cuatro estrofas para despellejarla sin compasión, ante la perplejidad del COI, que sin duda se dieron cuenta de que se habían pasado con semejante empresa. Así que en un intento desesperado de no pasar a la historia del ridículo como socios de honor, renegaron de la letra. De la noche a la mañana, no querían saber nada de la criatura que ellos mismos habían creado. Una comparecencia de prensa, argumentando que la letra no era del agrado de la población, y la promesa encarecida de que seguirían buscando los versos perfectos, dieron al traste con los sueños del pobre Paulino. Que presa de la indignación se pasea por programas televisivos, donde intenta lavar su imagen de cretino al que acaban de tomar el pelo. Se ve que hicieron caso al poeta, cuando decía aquello de que una canción no es canción hasta que no la canta el pueblo.
En mi humilde opinión creo que los geniales ideólogos que parieron la jilipollez de la letra se guardarán muy mucho de repetir, así que al himno este, que tenemos la desgracia de oír cada dos por tres, le auguro un futuro silencioso, coralmente se entiende, porque estruendoso ya lo es. Y nuestro héroe, seguirá luchando, en busca de justicia, ante tamaña infamia cometida en su persona, aunque seguro, que sabrá sacar tajada del asunto, quien sabe, si en forma de biografía, donde desvele los misterios de su inspiración, para tamaña obra, o donde explique los subterfugios de la historia. Lo que está claro, es que fijo, que abandona las listas del paro, de lo cual, me alegro, perderá el estigma, con el que le clasificaron: parado. Así que, seguro que en el fondo no salio tan mal parado, aunque espero que no cunda el ejemplo, ya saben, por el bien de la inteligencia.



El reverendo Yorick.

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