El sueño libertario de una noche de verano

- ¡Deténgase!, gritó malhumorado el fornido vigilante de seguridad del night club, -este local es sólo para gente guapa, tengo órdenes expresas de prohibir la entrada a gualtrapas.
Seguir leyendo...


Tan solo un metro de distancia separaba a nuestro protagonista del mastodóntico portero de discoteca, distancia suficiente para que el recién bautizado como gualtrapa percibiese, a través de un breve cruce de miradas, todo el alma de su infranqueable obstáculo. La quietud y la calma de uno contrastaban con la agresividad y el nerviosismo del otro.

- ¡Vete ya de aquí!, ¡no tienes nivel para poner tus pies en este local!, el portero levantó su puño de forma amenazante y esta inesperada reacción violenta hizo retroceder a nuestro amigo.

Contrariado dio media vuelta y caminando despacio, intentó borrar de su memoria el recuerdo físico de aquella bestia con uniforme: Elevada estatura, anchas espaldas, piel morena de solario, perfecto peinado a lo cenicero y un pantalón ceñido que le permitía marcar un buen paquete. Fachada perfecta para alguien ampliamente docto y versado en la cultura del falo, pensó para sí.

Por el camino de regreso a casa, el "gualtrapa" se fijó en alguna de las personas que se dirigían a tan distinguido local nocturno: una rubia de bote y larga melena arrugaba su glamuroso y caro vestido rojo pasión sobre el asiento de un Chevrolet, una raya de coca y un vómito líquido con restos de pastillas sobre la guantera del coche; al fondo de la calle, un hombre de unos cincuenta años vestido de elegante sport manoseaba con fruición a una chica borracha que podía ser su hija, un hilo de baba caía espeso de sus labios; en la otra acera y valga la redundancia, una pandilla de veinteañeros de aspecto impecable, molestaba a una pareja de homosexuales que disfrutaba en silencio con el calor que desprendía su apasionado secreto de amor, una ligera excitación como todo premio a la intolerancia.

Contento de poner tierra de por medio con aquél putrefacto lugar, se sintió más orgulloso que nunca de sus sucias zapatillas deportivas, de sus vaqueros raídos y de su camiseta por fuera. "El Gualtrapa" decidió dirigirse a su casa, no quería ver nada más aquella noche, había encontrado la inspiración suficiente para finalizar su tercera novela y continuar de paso con el trabajo de su abandonada tesis doctoral. Atrás quedaban la educación y la cultura de la alta sociedad, estaba claro, tal y como le había dicho aquel portero tan docto en cultura testicular, que él no pertenecía a ese tan distinguido y considerado mundo de la clase alta, sabía que sus riquezas eran otras y eso le llenaba de orgullo.

Se metió en cama, y antes de quedar profundamente dormido, tuvo tiempo de enviar un inspirado y cariñoso mensaje de amor a su novia. Por ella y por una absurda discusión estuvo vagando perdido y sin rumbo buena parte de la noche.

Y "el gualtrapa" soñó y soñó, soñó con guerras sin derramamiento de sangre en las que orangutanes con pelo pincho trabajaban al servicio de enanos deformes, en "progres" capitalistas ganándose el pan subidos a un andamio, en cenicientas desheredando a la nobleza de sus lujos y palacios, en ricachones babosos dando de comer a los monos de un circo...pero desgraciadamente para él, esa noche tampoco salió el sol.

No hay comentarios: